lunes, 19 de enero de 2015





EL HIMNO NACIONAL DE MÉXICO 


CADETE DEL COLEGIO MILITAR
MUERE POR DEFENDER LA PATRIA

Al comenzar este año del 2015, el Blog de la Academia de Hernán Cortés presenta con mucho gusto, este bello texto del Lic. Don Isaac Luis Velázquez y Morales, historiador, cronista y genealogista bien conocido en los medios intelectuales de la Ciudad de México, y miembro fundador de  esta Academia.
El presente texto, es indispensable para quienes se preocupan por saber la verdadera historia de la nación mexicana. Contiene datos ineditos sobre la personalidad de los autores del Himno Nacional Mexicano: don Francisco González Bocanegra autor del texto, y don Jaime Nunó y Roca autor de la parte musical.
Su aporte de los datos genealógicos de ambos autores es un complemento necesario para toda persona apasionada por la historia del pueblo mexicano católico e hispano que ha soportado con heroísmo casi 200 años de tiranía liberal masónica: Luis Ozden.


ALGUNAS REFLEXIONES ACERCA DEL HIMNO NACIONAL MEXICANO

El 28 de septiembre es una fecha triple y significativa.

La primera, nuestro México nació hace 190 años precisos como Estado nacional independiente, en su más amplia interpretación jurídica: La Junta Provisional Gubernativa, cuerpo legislativo soberano, conformado acorde al Plan de Iguala y al Tratado de Córdova, casi a esta misma hora, expedía en el Palacio Imperial, el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. Documento que da fe legal del nacimiento de nuestra soberanía.

La segunda, apenas ayer, fueron 190 años cumplidos de la entrada del Ejército
Trigarante a la ciudad de México “…mañana inolvidable y gozosa para el pueblo mexicano…” según lo anotó Lucas Alamán.

Fechas determinantes de nuestro devenir histórico que no deben pasar ignoradas.

La tercera, nuestra Benemérita Sociedad recibe hoy, a su resguardo, una copia de la partitura del Himno Nacional impresa en el año de 1904, conmemorativo áureo de su estreno en 1854, gracias a la generosidad de la maestra Susana Buendía Benítez, presidente de nuestra correspondiente en el Estado de Guerrero

Era 1853, iniciaba un nuevo periodo de gobierno como presidente de México Antonio López de Santa Anna, discutida personalidad que llenó con su presencia en primer plano, más de 30 años de nuestra vida independiente en el siglo XIX. En ese, su último periodo, de los múltiples que ocupó la presidencia de México, algunos por brevísimos periodos, quizás aconsejado por el Ingeniero de Minas Don Joaquín Velázquez de León y Velázquez de León, titular del recién creado Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, autorizó a ese ministerio para convocar públicamente a la composición poética de un Himno Nacional. La invitación se publicó en el Diario Oficial del 14 de noviembre de 1853; la signaba, Miguel Lerdo de Tejada, Oficial Mayor del Ministerio de Fomento.


El jurado lo componían nada menos don José Bernardo Couto, como presidente, don Manuel Carpio y don José Joaquín Pesado, todos dignos representantes del intelecto literario de corte romántico del México decimonónico. Tanto estos tres personajes como el ingeniero Velázquez de León eran miembros de nuestra Sociedad.

De aquí, una hipótesis que me surge al voleo: La letra del Himno Nacional tuvo su génesis intelectual en el seno de nuestra Sociedad.

Veinticuatro composiciones fueron recibidas por el Ministerio, todas bajo seudónimo. El Diario Oficial del tres de febrero de 1854, el jurado dio a conocer su fallo: Correspondía el primer lugar a quien presentó su composición con el siguiente epígrafe:

  Volvamos al combate, a la venganza
y el que niegue su pecho a la esperanza,
   hunda en el fondo su cobarde frente
                                                                                               Quintana        

Al abrir los sobres, se reveló su nombre: Francisco González y Bocanegra, Yánez y Villalpando, natural de la insigne ciudad de San Luis del Potosí y bautizado en ella el 8 de enero de 1824.


FRANCISCO GONZÁLEZ BOCANEGRA

Su padre, José María González y Yánez, gaditano de los Reinos de Castilla, militar realista, que se unió al Ejército Trigarante y ya retirado, se dedicaba al comercio. Su madre, una noble criolla, María Francisca Bocanegra y Villalpando, natural del Real Pinos, en Zacatecas y proveniente de un linaje que tuvo presencia en Nueva España desde el siglo XVI.

Es importante consignar que Doña Francisca era hermana del licenciado Don José María Bocanegra, político ilustre que habría de ocupar cargos destacados en el gobierno de la naciente República, diputado al Congreso Constituyente de 1823 y a los Congresos de 1827 y 1828; ministro del Supremo Tribunal de Justicia, así como ministro de Relaciones Exteriores durante los gobiernos de Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero y Valentín Gómez Farías. Incluso ocupó interinamente la Presidencia de México del 18 al 23 de noviembre de 1829.

Cabe destacar que Don José María escribió las Memorias para la historia del Méjico independiente, 1822-1846, obra ésta, de imprescindible consulta para quienes estudiamos ese convulso siglo de nuestra historia.
 Al aplicarse la Ley de Expulsión de Españoles, la segunda de las tres, hubo de expatriarse la familia González. Don José María con su esposa y sus dos hijos, Francisco de cinco años y Luis, se trasladaron a Cádiz en 1829; no obstante que podrían haber salvado la aplicación de esta Ley (su esposa era criolla), se sometió a ella.

Fue hasta que España reconoció en 1836 la independencia de México, que los González Bocanegra regresaron a su provincial San Luis Potosí.

Con esa sensibilidad poética que emanaba ya de Francisco, escribió:

                        Vióme nacer el suelo mejicano,
                        La brisa me arrulló en sus pensiles,
                        Y el apacible cielo gaditano
                        Miró correr mis años infantiles.

Don Francisco se dedicó como su padre al comercio hasta su salida a radicar en la ciudad de México, hacia 1846, donde continúo sus labores comerciales, lo que no obstó para su incorporación a la Academia Literaria de San Juan de Letrán y al Liceo Hidalgo, donde encontró un ambiente que propició el mantener amistad con escritores de su época y avivar su declarada vocación por las letras y la poesía.

¿Cuánto no sufriría este sensible poeta al contemplar el cercenado territorio de su patria en 1848? Me pregunto y pienso, ¿Que era para el poeta, la Patria mutilada en su presente trágico y con un futuro incognoscible? De aquí el verso, proféticamente optimista, que nos es presente, cuando invoca al Altísimo:

México tiene un eterno destino escrito por Dios.

Como poeta, no era un improvisado. Había publicado desde 1846, su poemario Vida del corazón, en 1850, su Discurso sobre la poesía nacional y también en 1850, la Composición leída en la Alameda de Méjico, en el aniversario de las víctimas de la Patria, el 28 de septiembre de 1850, hacen precisamente 161 años. Acorde a su tiempo escribió un himno a Santa Ana y como un leal simpatizante del partido Conservador, en plena Guerra de Reforma, compuso un himno al general Miguel Miramón.

El poeta español José Zorrilla llegó a México en 1855. José Justo Gómez de la Cortina, el primer presidente de esta nuestra Benemérita Sociedad, le ofreció un espléndido banquete, al que concurrieron los personajes más representativos de la intelectualidad citadina; fue ocasión para que se iniciara una cordial amistad entre ambos poetas: el mexicano González Bocanegra y el sevillano autor de Don Juan Tenorio.
Ese mismo año de 1855, en la distribución de premios del Colegio Nacional de San Juan de Letrán y ante el ministro de Justicia, Benito Juárez, quien presidía el Acto, González Bocanegra declamó un poema alusivo de su autoría. Extracto este cuarteto, de actual interés:



                                   …¡oh juventud!, el cielo te destina
                                   para ser de tu Patria noble orgullo
                                   dándole para salvar su independencia
                                   Libertad y saber y una Creencia

Al siguiente año, 1856, en el Teatro Iturbide se estrenó con éxito, su drama Vasco Núñez de Balboa.

Sus múltiples poesías, de indudable género romántico según el estilo que imperó en la segunda mitad del siglo XIX y que iniciara en México, el tizayuquense Ignacio Rodríguez Galván, fueron publicadas en periódicos y revistas, lo mismo en La Ilustración Mexicana, de Ignacio Cumplido, que en La Cucarda, Presente amistoso y en el Diario Oficial del Supremo Gobierno, donde se publicó su poema póstumo el ya citado Himno a Miramón.

Un ejemplo de su lira, casi elegido al azar, que no me resisto a recitar es el siguiente cuarteto de su soneto

LA TARDE

Perdióse el sol detrás de la montaña
que se levanta altiva en Occidente,
y el soplo de las auras mansamente
mece las juncias y la débil caña.

Don Francisco tuvo como Musa de su lírica a la excelsa Elisa, a quien dice, en 1846:

Porque tú sola, alma mía,
puedes hacerme dichoso;
sola tú podrás un día,
dar a mi alma su alegría
y al corazón su reposo.

Elisa, fue en efecto el amor sublime que le acompañó hasta su muerte: Guadalupe González del Pino y Villalpando, la novia, la esposa y la viuda en el ostracismo oficial.
Hija de Don José González del Pino y de Doña Mariana Villalpando, prima hermana de Doña María Francisca, madre de Francisco. Casó con ella el 8 de junio de 1854. De su matrimonio nacieron cuatro hijas: Elisa, muerta en 1877 a sus 22 años; Guadalupe, casada con Juan Ignacio Serralde, de quien procede hasta nuestros días su numerosa descendencia. Falleció en 1893; María de Luz, quien profesó como Hermana de la Caridad y residió en Madrid. Falleció en 1908. Amado Nervo cuenta que cuando estuvo en Madrid, se le presentó con estas palabras “Soy mejicana. Mi padre fue don Francisco González Bocanegra, a quien sin duda habrá oído usted mentar”. La hija póstuma, Ángela, nacida en 1860, murió accidentalmente, al año siguiente.

Esta madre ejemplar, falleció en 1892. Su esposo, padre amoroso, esposo fiel, católico practicante, mexicano patriota, conservador sin dobleces, en síntesis: un hombre íntegro y ejemplar, había fallecido en 1861, contagiado de tifo, al estar escondido en el sótano de la casa de su tío José María. Número 36 de la calle de Tacuba, acosado por las facciones liberales (por cierto esa edificación muestra una digna fachada acaso reconstruida en los primeros años del siglo XX, milagrosamente conservada al lado oriente de la estación Allende del Metro, en su salida poniente de la acera norte). El poeta nacional fue uno más, de los mexicanos víctima de quienes han hecho caso omiso a la invocación de nuestro Canto Patrio:

Ya no más, de tus hijos la sangre
se derrame en contienda de hermanos,
sólo encuentra el acero en sus manos
quien tu nombre sagrado insultó.

Fue sepultado en el cementerio de San Fernando, donde permanecieron sus restos cuarenta años hasta que en 1901, la escritora Emilia Beltrán y Puga tuvo la iniciativa de exhumarlos para trasladarlos a un lugar más digno. El Ayuntamiento de la ciudad de México acordó la exhumación y su traslado al cementerio civil de Dolores para colocarlos en una fosa de primera clase a perpetuidad. El 23 de noviembre de 1901 se exhumaron los áridos, que fueron colocados en una urna ante la presencia de los regidores Jesús Galindo y Villa y Agustín Alfredo Núñez y del yerno del poeta, Juan Ignacio Serralde; su tránsito solemne al panteón de Dolores, fue presidido por el gobernador del Distrito Federal, Don Ramón Corral y por el presidente del Ayuntamiento de la ciudad de México, Don Guillermo de Landa y Escandón.

Una re-exhumación tuvo verificativo el 27 de septiembre de 1932 –aniversario de la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México–. Los restos fueron colocados en la Rotonda de los Hombres –hoy de Personas– Ilustres. Una tercera exhumación se realizó en 1942, a la cual me referiré más adelante.

Son de sobra conocidas las circunstancias que acompañaron a la composición de la letra de nuestro canto nacional:

El poeta no se atrevía a concursar, para él, había otros vates más prestigiados ante los que tenía que competir. Su novia, la Elisa de sus sueños, preparó el ardid. En uno de los cuartos más escondidos de la casa del poeta, dispuso los útiles necesarios para escribir: tinta, plumas, papel. Le hizo entrar a la pieza y le encerró bajo llave, con la firme decisión de no dejarle salir si antes no le entregaba la composición poética patriótica. Convencido González Bocanegra, al cabo de unas cuatro horas, pasaba las hojas escritas a su prometida por debajo de la puerta.

Una vez que las leyó, y con la seguridad del triunfo en el Certamen, le liberó de ese fructífero secuestro.

Joaquín Antonio Peñalosa, biógrafo de Don Francisco, apunta: “El Himno Nacional es, así, romántico por su origen y épico por su destino y por su estilo; femenino y masculino a la par: humano”.

Da lástima que la casa de Santa Clara 6 donde nació el Poema Patrio, hoy la señalada con el número 48 de la calle de Tacuba del Centro Histórico, luzca un abandono criminal, si bien es un logro que no haya sucumbido por la piqueta que arrasa inmisericorde las edificaciones que dan lustre a nuestro pasado. Una tímida “plaquita” de mayólica escondida entre los artículos que exponen los comercios vecinos, da fe con letras minúsculas de este hecho histórico, con un dato falso, añade que en ella murió González Bocanegra.

Es una ignominia para los mexicanos que no se haya rescatado este inmueble para darle el lugar digno que merece dentro del Centro Histórico de la ciudad capital de México.


JAIME NUNÓ Y ROCA

Si bien estaba ya definido el triunfador de la letra del Himno Nacional, quedaba por componer la música que acompañaría a ese poema. El mismo 3 de febrero de 1854 se convocó a musicalizar la letra compuesta por González Bocanegra.

Aunque hubo un intento de musicalización de Juan Bottesini e interpretado por la soprano Enriqueta Montoya, no causó mayor emoción.

En agosto del mismo 1854, el Jurado compuesto por los músicos José Antonio Gómez, Agustín Balderas y Tomás León, después de analizar las 15 partituras presentadas por sendos concursantes, otorgó el primer lugar a quien había presentado en sobre cerrado y bajo el epígrafe “Dios y Libertad” con las iniciales J. N., una majestuosa composición que a su juicio declaró: “Hemos encontrado más originalidad y energía; mejor gusto y, por decirlo así, la creemos más popular, reuniendo a estas circunstancias la de su sencillo y buen efecto. Notamos con sentimiento que no se halla instrumentada; pero este, supuesto que no ha sido requisito para su presentación, lo podrá hacer su autor,...”

Al no presentarse el ignorado J. N., Lerdo de Tejada, Oficial Mayor del Ministerio de Fomento, le notificó mediante el Diario Oficial a presentarse comprobando debidamente ser el autor.

Nunó se presentó ante el Oficial Mayor, quien le declaró, en nombre de Su Alteza Serenísima, autor de la música del Himno que el gobierno adopta como Nacional, pero se le conminó a instrumentar su composición antes de terminar ese mes de agosto, para que lo tuvieran en estudio, las bandas militares y la orquesta del Gran Teatro. Santa Anna dispuso que para evitar alteraciones en la interpretación de la partitura, el mismo compositor la hiciera litografiar por su cuenta, ya que sería interpretada en las próximas fiestas nacionales.

En acatamiento a esta disposición, Nunó entregó a la Plaza Mayor del Ejército 260 ejemplares de la partitura y diez a la Dirección de Artillería.

Las notas fervientemente vigorosas que fueron plasmadas en el pautado papel, no eran improvisadas; nacían de un inmerso sentimiento nacionalista y libertario que Nunó identificaba y sólo él lo podía expresar, con la defensa heroica de su Gerona natal, ante la invasión del ejército gabacho de Napoleón. Al compenetrarse de la lírica del Poema y de los antecedentes heroicos de México, no dudo que algunos acordes de nuestro Himno, sean remembranza de cantos patrióticos catalanes, que es decir de la España inmortal.

Según los historiadores Cristian Canton Ferrer y Raquel Tovar Abad, quienes han presentado una bien cimentada biografía de Don Jaime (2010), el linaje Nunó de San Juan de las Abadesas, arranca, documentalmente del siglo XVI, con el genearca de ese linaje, Miquel Nonó, nacido hacia 1550, probablemente de familia que emigró a Cataluña, proveniente y originaria del Rosellón francés.
Estos mismos historiadores dan noticia de los antecedentes y aficiones musicales de los abadenses; citan a Joan Pussalgues, compositor del siglo XVII, en el siglo XVIII “…a tres miembros de la familia Guiu,…maestros de capilla y organistas en el monasterio local, en la catedral de Gerona e incluso en la Capilla Real de Madrid…”. Incluso en la familia Nonó destacaron Josep Nonó Torras (1776.1845), compositor de cámara de la casa del Duque de Osuna y de Fernando VII, Joan Nonó Blanch (1776-1863), organista del monasterio de San Juan de las Abadesas y Joan Nunó Roca, hermano de Jaime (1815-1888), organista y maestro de capilla del mismo monasterio y alcalde su pueblo natal.

El 7 de septiembre de 1824 vio la luz primera un niño, el hijo menor de los ocho que procreó el matrimonio formado por Fransec Nunó Font y Magdalena Roca Joncar, familia de escasos recursos “…que se dedicaba al procesamiento de la estameña, un tejido asargado de lana o estambre , generalmente negro utilizado para la confección de hábitos de órdenes religiosas…”, que habitaba una casa en las riveras del río Arccamala, afluente del Ter, sitio conocido como El Palmàs, que hoy en día, restaurado, “…alberga una exposición sobre la figura de Jaime Nunó y una sala de actos en su honor...”, nos informan sus biógrafos antes citados.

Huérfano de padre a sus cinco años, a causa del ataque de un animal ponzoñoso a Don Fransec y de una epidemia de cólera que asoló San Juan, su madre decidió emigrar a Barcelona hacia 1834, con su hijo Jaime de apenas nueve o diez años. Se ha especulado, con base en una hipótesis cimentada históricamente, que le dio alberge el escultor barcelonés Manuel Vilar Roca, su pariente, quien instalado en la ciudad de México hacia 1846 fue profesor en la escuela de San Carlos y autor de la magnífica escultura de Cristóbal Colón, erigida en la calle de Buenavista de esta misma ciudad.

A los pocos meses de vivir en Barcelona murió Doña Magdalena, también contagiada de cólera. Jaime, con una innata inclinación a la música, ingresó al coro de la catedral de Barcelona; el obispo vislumbró las dotes de adolescente Nunó y para madurar sus estudios lo envió a estudiar a Roma, con el maestro Saverio Mercadante. De regreso a la Ciudad Condal, fue nombrado Director de la Banda del Regimiento de la Reina con sede en La Habana de la isla de Cuba. Frisaba en sus 27 años.

En la isla, conoció a López de Santa Ana, exiliado voluntariamente de México, desde la ocupación del territorio mexicano por el ejército yanqui. Al escuchar sus interpretaciones, le prometió darle el cargo de Director de Bandas Militares, si acaso regresara a la presidencia de México, promesa que cumplió en 1853.

A la caída de Santa Ana por la revolución de Ayutla, Nunó emigró a Estados Unidos, donde residió hasta su muerte, acaecida en Bayside, Nueva York, el 18 de julio, curiosamente el mismo día del deceso del presidente Juárez, pero 36 años después, en 1908.

Pocos días antes, había declarado al periódico The Buffalo Evening News: “Siento toda la riqueza de tener dos naciones para amar como una: España y México.”

De su primer matrimonio, con Dolores Talo, en 1848, nació su hija Dolores (+ c.a. 1930); viudo contrajo segundas nupcias con Kate Cecilia Remington en 1873. Tres vástagos tuvo este matrimonio: Cecilia Madeleine, muerta en la infancia (1877-1880), Christine Mercedes (1881-1946) y James Francis Nunó (1874-1946), quien casó en 1904 con Gertrudis Selden Brown (1872-1952); su hija Gertrude Francis Nunó (1908-1996) fue esposa de Edwin Bradford Craigin (1900-1952), su hijo Edwin de los mismos apellidos que su padre, casó con Virginia Ann Murphy de quienes proceden Amy Bradford, Edwin, el tercero de su nombre y apellido y Susan Remington, los tres, sangre viva de Jaime Nunó en este siglo XXI.

Nunó estaba distante de ser sólo un insensible director de bandas ni un compositor improvisado. A sus quince años, en 1839, había escrito el Trisagio para coro y piano y se conocen numerosas composiciones inéditas, canciones para soprano y piano, obras corales, obras para piano, Te deums, entre otras

Al establecer contacto los historiadores catalanes Canton y Tovar con el bisnieto de Don Jaime, en los inicios de 2010, localizaron en su archivo, más de tres mil documentos entre cartas personales y oficiales, partituras, incluso la batuta que usaba en sus presentaciones, en fin un arsenal de información inédita, entre ellos, dos musicalizaciones a sendos poemas ingleses: The days that are no more (Los días de ya no están) de Alfred Tennyson y Ah! How sweet it is love (¡Ah! Como es dulce el amar) de John Dryden, obras que cincidentemente se estrenarán el próximo viernes 1° de octubre en el Palacio de las Bellas Artes. Una obra más que evoca a México, es el Adios a México cuya interpretación fue grabada en un disco compacto editado por CONACULTA, titulado Y la música se hizo mexicana.

Radicado en Estados Unidos, Nunó trabajó para varias compañías de ópera, dirigió la orquesta de ópera italiana y orquestas en Rochester y en Buffalo así mismo formó y dirigió un grupo coral que tuvo gran prestigio en la Unión Americana.

Durante la Exposición Universal de Buffalo, un periodista mexicano identificó casualmente, a quien se creía difunto. De inmediato lo comunicó al presidente Porfirio Díaz y como un grato gesto de agradecimiento le invitó a dirigir el Himno Nacional en las fiestas patrias de 1901, que aceptó Nunó.

Así, el 15 de septiembre, en la Plaza de la Constitución, frente al Palacio Nacional, dirigió nuevamente las bandas militares que interpretaron el Himno Nacional. Días después, acompañó al Ayuntamiento de la ciudad de México al homenaje que rindió a González Bocanegra en el panteón de San Fernando. Recibió dos mil pesos que le concedió el Congreso y una corona de oro.

Nuevamente, Díaz le reiteró la invitación para que participara en el quincuagésimo aniversario del estreno del Himno Nacional. Nunó acepto y honró con su presencia tal homenaje. De ese año, 1904, hago notar, data la partitura que desde este día acrecienta el valioso acervo de nuestra Sociedad.

Esa visita fue ocasión para que el longevo músico catalán-mexicano propusiera al presidente regresar a morir a México, contaba en su haber ochenta años. A cambio solicitaba un presupuesto para formar una compañía de conciertos. Surgió de inmediato la oposición de “músicos” que influyeron en Don Porfirio, por lo que Nunó, decepcionado, decidió regresar a la nación anglosajona. Comento: Con que limitada visión actuaron esos corpúsculos de mediocres, incluyendo al propio Porfirio Díaz. De haberse aceptado la propuesta de Nunó, México habría integrado desde los inicios del siglo XX, una orquesta de proyección internacional.


NUESTRO HIMNO NACIONAL MEXICANO

Al cabo de estas reflexiones biográficas acerca de los autores del canto patrio, queda sólo retomar el devenir histórico del Himno:

La noche del 15 de septiembre de 1854, fue interpretado por primera vez en el Teatro Santa Ana, después conocido como Teatro Nacional, ubicado en lo que hoy es el arroyo de la calle Cinco de Mayo, entre las calles de Bolívar y Motolínia. González Bocanegra, con su capacidad de orador, hizo la presentación. En ella, transcrita en el periódico El Siglo XIX, y que comenta Antonio Peñalosa: “…elogia a la par, al indio, al español y al mexicano, y se exalta a la nacionalidad de sus tres grandes cimientos: unión, religión e independencia.”

La soprano Claudina Fiorentini y el tenor Lorenzo Savi, con los coros de la compañía artística de René Mazon y Pedro Carbajal fueron dirigidos por Giovanni Bottesini.

Al día siguiente, 16, con la asistencia del presidente López de Santa Anna, la soprano Steffenone sustituyó a Claudina.

La rebelión del Plan de Ayutla (1° de marzo de 1854), su posterior triunfo, el arribo al poder del partido liberal, la guerra de Tres Años, la intervención francesa y el destino trágico del Segundo Imperio, fuero impedimentos insoslayables para que se interpretara el Canto Nacional por ambos bandos.

No quiero dejar de comentar que una película de índole patriótica de los años cuarenta, muestra a un Pedro Infante, casi moribundo, animando con las notas del Himno a los combatientes mexicanos en la batalla del 5 de Mayo de 1862. Es sólo una libertad novelesca.

Lo que es evidente, la identificación nacionalista de México, fruto positivo e indiscutible de la Revolución. Uno de sus logros, la revaloración del Himno Nacional.

El maestro potosino Julián Carrillo fue comisionado por la recién creada Dirección General de Cultura Estética de la también naciente Secretaría de Educación Pública
–aquí está presente José Vasconcelos–, para realizar un estudio pericial acerca del Himno. Su resultado, fue el rescate de la edición príncipe para canto y piano.

Algo inusual aconteció en 1942. El presidente Manuel Ávila Camacho dispuso que los restos mortales de Jaime Nunó y Roca fueran exhumados de su tumba en Forest Lawn para ser trasladados a su México querido. A la par, los restos de Francisco González Bocanegra fueron nuevamente exhumados para recibir el homenaje tantas veces olvidado. Ambos restos, dentro de dignas urnas, se fundieron, con los mexicanos, como antaño, en sus ideales de ¡Unión y Libertad! en la Plaza de la Constitución.

Ante ellos, el coro magno de la juventud mexicana cantó con majestuosidad el Himno Nacional. Inolvidable acto.

Con la solemnidad del caso, ambas urnas fueron trasladadas al cementerio de Dolores para ser re inhumados, eternamente unidos, en la Rotonda de las Personas Ilustres.

                                   “…un sepulcro para ellos de honor”

El veinte de octubre de 1942, el presidente Manuel Ávila Camacho reglamentó por vez primera el uso del Himno Nacional. Dispuso se entonaran el Coro y las estrofas I, IV, IX y X. Este decreto fue publicado en el Diario Oficial de la Federación en mayo de 1943. Dice en su exposición de motivos:

“Que el Himno Nacional es el canto de la Patria y alma de la nacionalidad, debiendo en consecuencia ser motivo de la respetuosa veneración de todos los habitantes del país.”

No debe de sorprender esta actitud, era Secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, intelectual impregnado de los ideales de José Vasconcelos, de quien fuera su secretario particular.

El presidente Miguel de la Madrid Hurtado, quien en su juventud se había hecho acreedor a un Premio Nacional de Oratoria con el tema del Himno Nacional, promovió ante el Congreso de la Unión, la expedición de la Ley de los Símbolos Nacionales, misma que fue aprobada por unanimidad y publicada en el Diario Oficial de la Federación del 8 de febrero de 1984. En ella se dan los lineamientos que deben regir la interpretación del Himno Nacional.

Dice uno de sus artículos, que es obligatoria la enseñanza del Himno Nacional en todos los planteles de educación preescolar, primaria y secundaria.

Ese mismo Decreto abre la interpretación oficial a cantar las estrofas V y VI:

Voces identificadas por un fanatismo iluso, que tratan de borrar el espíritu de vocación hispánica que nos identifica, han objetado en su cortedad de crítica, la letra y la música nacionales:

Las hacen aparecer como “creadas ambas por extranjeros”. Cuando ellos mismos llevan apellidos de origen peninsular y si les rascamos sus genealogías, escupen al cielo.

Otros objetan que el Himno es bélico y agresivo, obsoleto ante esta New Age. Para ellos les responden sus versos:

Ciña ¡oh Patria! tus sienes de oliva,
de la paz el arcángel divino…”

Es un canto colectivo para vivir en paz. Nada tiene de agresivo; ni contra España ni contra nuestros hermanos iberoamericanos ni contra pueblos extranjeros. Sí. Es expresivo y bélico, cuando dice:

Si a la lid contra hueste enemiga
                                   nos convoca la trompa guerrera,
                                   De Iturbide la sacra bandera
                                   ¡Mexicanos! Valientes seguid.

¿Habrá alguno de nosotros que si a la defensa de un agreste ataque a nuestra integridad soberana, no sigamos el Lábaro de Iguala, que por cierto tiene el lugar de  honor en esta nuestra Sede académica?

Pero confunde la estrofa que alaba a Santa Ana:

                                   Del guerrero inmortal de Zepoala
                                   Te defiende la trompa guerrera
…………………………………….

La reconocida historiadora Guadalupe Jiménez Codinach, da su respuesta:

“En realidad, el oficial mayor del Ministerio de Fomento, Miguel Lerdo de Tejada, era un reconocido liberal, más radical que otros e inspirador de las Leyes de Reforma de 1859 y de la política de Benito Juárez. La letra de Bocanegra no es una ‘loa al dictador’, pero sí nació en el momento en el que se conmemoraba el XXV aniversario del triunfo sobre el general español Isidro Barradas, un 11 de septiembre de 1829, batalla en la que uno de los generales victoriosos fue Santa Ana. A ese hecho se refiere la cuarta estrofa”.

Cuestiono: Si esa batalla fue un triunfo de los mexicanos contra una invasión de los gachupines, ¿Porque México ha olvidado ese logro y la Leyenda Negra contra España no la ha hecho resaltar?

Hay “intelectuales” que pregonan que nuestro Himno es obsoleto, que debe modificar su letra y por consiguiente su música.

Desde esta tribuna les cuestiono: Carecen de identidad Patria. Para ellos es mejor loar a dictaduras transitorias, que incluso han agredido a nuestra amplitud de miras como nación soberana. ¿Acaso la letra del canto de Rouget de L’Isle la consideran obsoleta los franceses, no obstante tener una edad 40 años mayor que nuestro Himno?

Me permito recordar ahora a Claudio Lenck, Cristián Caballero, llamado Manuel Emilio Ortega y Serralde, bisnieto de González Bocanegra. En mi adolescencia y juventud, me hizo recorrer el espectro de nuestra mexicanidad hecho Canto, himno a la manera de los cantores de la Grecia inmortal. Sus programas de radio no les olvido.


Me han dado tema para terminar, con los versos del numen de un sevillano, Gustavo Adolfo Bécquer:

                                   Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.


Centro Histórico de la Ciudad de México, D. F., 28 de septiembre de 2011
Isaac Luis Velázquez y Morales
Presidente de la Academia de Historia de la
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

EDITÓ: Luis Ozden





miércoles, 31 de diciembre de 2014


                         ACADEMIA DE HERNÁN CORTÉS, A.C.
                                                 “Por la difusión de la verdad histórica”

  
                                      

  
                                                          CONFERENCIA TITULADA:

          “POR QUÉ SE TRATA TAN MAL A  HERNÁN  CORTÉS EN LA HISTORIA OFICIAL                                                                                MEXICANA”


   ANTECEDENTES

La doctrina del Destino Manifiesto angloamericano cambió nuestra Historia



Del llamado Mundo Occidental, que en alguna época ya lejana se le llamaba el Mundo Cristiano; solamente ha quedado un área que a pesar de todos los ataques que ha sufrido a mano de sus enemigos interiores, -los judíos mal convertidos y los masones-, y de sus enemigos exteriores,- los protestantes, los musulmanes, comunistas y los paganos -. A causa de todas las destrucciones, de todas las herejías y de todas las traiciones; a pesar también, del peligroso indiferentismo que millones de bautizados tienen en materia religiosa. Solamente, repetimos, ha quedado el Orbe Hispánico, cual reserva maltrecha, pero viva en la Fe de Jesucristo.

Este Orbe Hispánico, reserva espiritual pujante, que al amparo de nuestra generosa cultura católica HISPANO MEDITERRÁNEA, se cobijan todas las razas y sus mezclas, cual síntesis de la humanidad.

Nuestro Mundo Hispánico comenzó a ser atacado desde el mismo día en que los judíos fueron expulsados de los reinos españoles por los Reyes Católicos, y con mayor saña desde el regreso de Cristóbal  Colón a Sevilla, tras la gesta del Descubrimiento.
Los ataques se concretaron en todas las formas posibles: Económicos, políticos, psicológicos, culturales, y después de la Reforma protestante; en ataques terribles a la religión Católica.

La recién inventada imprenta, fue utilizada como arma poderosa de propaganda anti española, creando con los años, la llamada Leyenda Negra.. Leyenda nada más, porque no verdad, con la cual se fijó en la mente de los europeos norteños el estereotipo que aún tienen de nosotros. De entre todos esos pueblos, fueron los ingleses quienes más daño nos han causado. Primero, por su apostasía del catolicismo, haciendo de su país receptáculo de todas las herejías cristianas, y en segundo lugar, por su envidia de la riqueza española.

En la segunda mitad del siglo XVI invadieron ilegalmente la costa norteamericana; utilizando sus numerosos estuarios como guaridas de piratas prestos para asaltar a los galeones españoles que empujados por la corriente del golfo subían hasta el grado 35 para luego enfilar directamente al archipiélago de las Azores.
Después, Inglaterra aumentó la población de estos forajidos vaciando sus cárceles de presidarios y sus calles de prostitutas, llevando, además, esclavos arrancados de África para el cultivo de tabaco, droga muy dañina con la cual inundaron los mercados de Europa.

Mas tarde, a principios del siglo XVII, llegaron los perseguidos de toda laya y fundaron las 13 colonias, todas sectas heréticas salidas unas del anglicanismo y otras de la doctrina puritano calvinista. Estas 13 colonias fueron la simiente de lo que doscientos años después sería la segunda república masónica mundial. (a). Constituida por los revolucionarios angloamericanos en 1776 sobre la base de la Doctrina de la Predestinación Divina ideada por Juan Calvino. La república anglo americana se consolidó en 1783 con la ayuda del rey Carlos III de España y de los reyes Luis XV y Luis XVI de Francia. Una vez libre, dirigió sus ambiciones sobre los territorios norteños del Imperio Español aplicando las directivas de la doctrina política, económica y religiosa llamada:

“La doctrina del Destino Manifiesto angloamericano”

Al oeste del río Mississippi; se encontraba la Nueva España, fundada por Hernán Cortés; un Virreinato tricentenario con enorme territorio, dotado de opulentas minas de plata; con ricas ciudades y pueblos; con sus catedrales y monasterios, con numerosos hospitales y centros de beneficencia; con prósperas haciendas agrícolas y ganaderas, Con sus prestigiados colegios y universidades: grandes centros de ciencia y cultura a la altura de la Europa de finales del siglo XVIII.

La Nueva España, de principios del siglo XIX era un reino de ultramar: con 6 millones de habitantes, de un pueblo compuesto de varias razas, pero buen católico, conducido por la jerarquía de la Iglesia Católica, aunque manca ya, de su fuerte brazo jesuita, pero aún admirable por su fuerte organización social.

El Reino de la Nueva España, era también, la más preciada joya del Imperio Español; desde su capital, México, que administraba lugares tan lejanos como las islas Filipinas, los enclaves pesqueros de Alaska, las dos Floridas , toda Centroamérica y más de cinco millones de kilómetros cuadrados de la América septentrional. Gran tesoro era éste, independizado como IMPERIO MEXICANO de la antigua España, que el 27 de septiembre de 1821 tomó don Agustín de Iturbide en nombre del pueblo mexicano católico, y que con el “Plan de las Tres Garantías: RELIGIÓN, INDEPENDENCIA Y UNIÓN”, hubiese podido remontar el vuelo a los estados superiores para lo cual estaba destinado

La nueva nación angloamericana, siguiendo sus lineamientos anti católicos calvinistas puritanos, y esgrimiendo su arma política mas poderosa: la Masonería, supo aprovechar pérfidamente, la falta de conciencia cultural y religiosa de la clase intelectual mexicana de los siglos XIX y XX, para desarrollar su DESTINO MANIFIESTO sobre la Nueva España, primero, y sobre el México independiente después.

La historia luminosa del Virreinato, ha sido muchas veces despreciada e ignorada por la clase intelectual mexicana, que encandilada desde hace dos siglos por la potencia herética anglosajona del norte; se le entregó perrunamente, hasta el grado de traicionar a su patria, a su cultura hispana y lo que es imperdonable: hasta abjurar y combatir la religión de su pueblo.

Una de las directivas de la doctrina de ese llamado Destino Manifiesto del nuevo pueblo predestinado por Dios para gobernar al Mundo, “el pueblo angloamericano”, ha sido, influir, para tergiversar la enseñanza de la verdadera historia del orbe hispánico, en general, y la de México su vecino inmediato en particular.

Así es que, dentro del paquete impositivo que los gobernantes yanquis dieron a los revolucionarios o insurgentes novo hispanos primero, y a los gobiernos de la República Mexicana después, a cambio de armas y apoyo político. Estaban las siguientes condiciones: adoptar su Constitución herética, proclamar la libertad de cultos  y desconocer la cultura española inventando una historia falsa, que diera impulso al artificioso indigenismo.

Los nuevos gobiernos republicanos mexicanos a la manera yanqui, fomentaron la hispano fobia en todas direcciones; con tal saña, que México es el único país hispanoamericano que tiene en su historia, haber decretado tres expulsiones de españoles; la inmensa mayoría de ellos, hombres productivos con familias mexicanas.

La hispano fobia y los ataques a nuestra Religión Católica han sido, sin duda, de inspiración angloamericana, propagados entre el pueblo por medio de la instrucción oficial de los gobiernos liberales del siglo XIX y por sus descendientes ideológicos, del siglo XX, particularmente por los socialistas y comunistas de los primeros gobiernos revolucionarios del siglo XX y los siguientes 13 sexenios hasta el año 2015.  Todos ellos han dejado en la mente de la mayoría de los mexicanos la falsedad de que México, como entidad social autónoma, ha existido desde los tiempos prehispánicos. Y que la cultura hispana y la religión católica son agregados que fácilmente se pueden "despegar" del alma de los pueblos autóctonos. Los individuos de extracción mayoritariamente indígena del continente hispanoamericano perderían el valor cultural mediterráneo que todavía conservan, y que sus antepasados adquirieron durante los tres siglos de los virreinatos. Sería un desastroso retardo cultural insuperable, por el barniz  de modernismo yanqui que se pretende darles.

Esta ideas erróneas, están todavía sin corregir. Hay que recalcar; que es por falta de grupos de historiadores honestos y dispuestos a investigar la verdad histórica difundiéndola en todas direcciones. 
  
Es por lo tanto, deber de todos los ciudadanos honestos, exponer y difundir la verdadera historia de nuestra cultura hispanoamericana y mediterránea; Auténtico tesoro de la Humanidad.

Es deber también, de todo hispanoamericano honesto hacer un esfuerzo personal por nuestra supervivencia cultural en este mundo globalizado al estilo neo pagano y angloamericano.



PORQUÉ SE CONOCE TAL MAL A HERNÁN  CORTÉS

El primer ataque a nuestra cultura hispánica se produjo en la figura de Hernán Cortés, a poco de la caída del gobierno de don Agustín de Iturbide. El 17 de septiembre del año de 1823, las turbas enloquecidas por un falso patriotismo e instigadas por agentes de la masonería de obediencia yanqui pretendieron profanar los huesos del fundador de la Nueva España, arrastrarlos por las calles y llevarlos finalmente al quemadero de basura de San Lázaro.
¿Porqué ese odio tan repentino?, ¿si no hacía mucho tiempo, el pueblo de la ciudad de México se regocijaba en la Fiesta o desfile del Pendón que Cortés mismo trajera en los días de su conquista? …(Ver anexo 2)

Sabemos con certeza, que ese anti cortesianismo de nuevo cuño era de inspiración extranjera, y adoptado por los incipientes políticos republicanos por conducto de las logias masónicas. Ese acto de barbarie se produjo luego del sermón encendido e indigenista que se pronunció en la catedral de la ciudad de México, con motivo de homenaje y entierro de los restos de los revolucionarios del 1810. El gobierno que presidía el general Mariano Michelena en sustitución del triunvirato elegido por el congreso republicano y bajo la mirada atenta del colombiano Santa María, azuzó  a las tubas con el fin de profanar y destruir de monumento a Cortés  en la Iglesia de Jesús Nazareno.

Don Lucas Alamán Escalada, a la sazón ministro de Relaciones Exteriores, encargado de la administración del Marquesado del Valle y de otros bienes de Cortés, salvó la dignidad de los mexicanos retirando los restos óseos del monumento adosado al muro de la Iglesia de Jesús y escondiéndolos, oportunamente, en lugar secreto.


La fecha clave de la historia mexicana


Dicho lo anterior, vamos a comenzar esta exposición cortesiana con la fecha clave de la historia mexicana: el 13 de agosto de 1521.

Al conquistador, evangelizador y fundador de la Nueva España se le conoce poco y mal por el grueso de la población mexicana. Precisamente su persona es la más calumniada y la más vilipendiada de nuestra historia, por las razones políticas que acabamos de exponer. Si bien, en su vida, el Conquistador tuvo éste muchos enemigos, no  se les puede comparar con la saña de sus enemigos modernos de dentro y de fuera de México.

La historia oficial que se imparte a los escolares en los centros de instrucción pública por medio de los textos llamados gratuitos y en muchos de los colegios particulares; desde la Primaria a la Preparatoria, está llena de información deficiente, de mala fe y los que peor: de odio inoculado por individuos extranjeros, enemigos de nuestra cultura y religión. La historia oficial exagera los humanos defectos del conquistador y fundador, concentrándose en los momentos álgidos de las batallas contra los nativos, y transformando a éstos en inocentes víctimas de la “ferocidad y ambición de los invasores españoles”.
Soslaya por otra parte; el alma medieval de Cortés y de sus capitanes, quienes eran portadores de la civilización hispano cristiana. Que exploraban y conquistaban nuevos pueblos paganos para acrecentar su honra y su hacienda, exponiendo sus vidas sin miedo a la muerte para ganar mayores territorios, y ponerlos a los pies de Cristo Rey y de sus representantes en la tierra: el Papa y el Emperador.

La historia oficial omite también, que Hernán Cortés desde que oyó hablar del fabuloso reino de Acolhuacan, había quedado fascinado por él. Y que una vez puesto los pies en los arenales de la Vera Cruz, comenzó una transformación en su alma, haciendo de su conquista una de la gestas mas grandes de la historia universal.
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Sin olvidar su España nativa, pidió al emperador don Carlos, que estas tierras se llamasen la Nueva España del mar Océano, por la gran similitud a los reinos de Castilla “en sus aires, en sus montañas, en su fauna y en su flora”. Cortés se enamoró del paisaje, del ambiente y de las mujeres indias.

De su relación con doña Marina su inseparable faraute, nació en 1522 su primer hijo varón, llamado por algunos “el primer mexicano”, lo bautizó con el nombre de su padre: Martín. Lo educó con mucho cariño y a su debido tiempo pidió al Papa  Clemente VII que se lo legitimara. Cosa que ocurrió por bula del 16 de abril de 1529.

Niño aún, lo llevó con él a España en 1528, para ponerlo en manos de personas de su confianza proporcionándole una esmerada educación que culminó como paje del príncipe don Felipe, oficial de los tercios españoles, Comendador de la Orden de Santiago y gentilhombre de Cámara del rey Felipe III. Martín casó en España con Bernardina de Porres Agoncillo dama noble cuyos descendientes están  reconocidos en la actualidad y de los cuales la más famosa es la ex reina Fabiola de Bélgica.

Cortés no se olvidó de Malintzin, conocida por todos como doña Marina, y en nombre de la reina doña Juana y su hijo don Carlos, la dotó de tierras, propiedades y cacicazgos, haciéndola rica hembra, buen partido para uno de los principales señores de la nueva nación: el regidor Juan Alonso Jaramillo, años mas tarde alcalde la de incipiente capital novo hispana. Doña Marina tuvo una hija con Juan Jaramillo, bautizada como María y de quien existen aún descendientes.

Sin embargo, después del 13 de agosto de 1521, Cortés dio dinero a su amigo y cuñado Juan Xuárez de Marcaida para traer a Catalina y su familia a Coyoacán, encargo que se cumplió en julio de 1522 cuando arribó ella con sus hermanas, su madre María, amistades y sirvientes cubanos.
Catalina murió a fines de ese mismo año de una enfermedad llamada entonces como mal de madre, especie de angina de pecho que también padecían dos de sus hermanas, quienes andando los años murieron de lo mismo. Catalina Xuárez de Marcaida, recordemos, se había casado con don Hernán en la Isla de Cuba por presiones del gobernador Diego Velásquez.

Don Hernando, pidió en 1523 al emperador que le enviara religiosos santos para consolidar la evangelización de los indios. El emperador le envió 12 de los mejores intelectuales religiosos que había en España.
El grupo pisó tierra en Veracruz el 13 de mayo de 1524, fungía como su director fray Martín de Valencia, siendo  los otros once misioneros:
Martín de la Coruña, Juan Juárez, Francisco de Soto, Antonio García Rodríguez, Toribio de Benavente, García de Cisneros, Luis de Fuensalida, Juan de Palos, Juan de Rivas, Francisco Jiménez y Andrés de Córdoba.

Todos los primeros frailes franciscanos incluyendo a los tres flamencos: fray Pedro de Gante, fray Juan de Tecto y fray Juan de Ayora, se desempeñaron heroicamente en su ministerio evangelizando a los indios, junto a ellos, los hermanos de las otras órdenes religiosas que llegaron sucesivamente a lo largo del siglo XVI, sentaron las bases del acendrado catolicismo del pueblo mexicano.

Durante los cuatro años de su gobierno, Hernán Cortés, organizó el nuevo Reino, fomentó el asentamiento de las familias de los conquistadores, siendo los cientos de ellos, antepasados de decenas de miles de mexicanos de hoy en día.
Para poblar la tierra nuevamente conquistada propició la emigración de nuevos colonos, exploró personalmente y envió a explorar las nuevas tierras en busca de minas de metales preciosos, para que estos fueran la base de la riqueza agrícola y ganadera que formó.
Escribió a su padre don Martín, que a su costa le enviara toda suerte de plantas, árboles y animales para reproducirlos en la nueva tierra.

Por esa época, Cortés, mandó construir el primer hospital en toda forma, de la llamada “tierra firme” americana. Aunque ya existía desde 1520 un hospital itinerante a cargo del padre Bartolomé de Olmedo. Fue esa fundación el edificio que albergó; primero a españoles y mas tarde a todas las castas. El Hospital de Nuestra Señora de la Limpia y Pura Concepción, ahora conocido como el Hospital de Jesús, se fundó en el año de 1524 en el lugar conocido como Huitzilán, hermosa huerta donde según la tradición; Hernán Cortés y Moctezuma se encontraron por primera vez en noviembre de 1519, (esquina de las calles de Pino Suárez y república del Salvador del Centro Histórico de la ciudad de México).

El papa Clemente VII confirmó a Hernán Cortés como Patrono Perpetuo del Hospital para él y sus descendientes. Esta institución es la Obra Pía más antigua que no ha dejado de prestar sus servicios ni un solo día, a lo largo de 486 años en todo el continente americano.

La primitiva capilla del Hospital se convirtió con los años en un templo grande y bien provisto, siendo asiento a fines del siglo XVIII del monumento, obra del arquitecto José del Mazo, donde se colocaron los restos de Cortés en una urna sobre la cual estaba la efigie en busto que el afamado escultor Manuel Tolsá esculpió en bronce dorado.

Cuando el Conquistador regresó a España en 1528 para recibir el justo reconocimiento por sus servicios a la corona, Hernán Cortés a los 43 años de edad estaba en el apogeo de su vida.
En la villa de Béjar celebró su segundo matrimonio, esta vez, con doña Juana de Zúñiga y Ramírez de Arellano, dama de la mas alta nobleza castellana. Pero el fundador de la Nueva España no deseaba establecerse en Extremadura como algunos otros conquistadores, su hacienda y su vida estaban definitivamente en esta tierra, por lo que en compañía de su madre doña Catalina Pizarro Altamirano, de su mujer doña Juana, ya encinta, y de mas de 400 parientes y amigos se embarcaron en varios navíos en pos de su marquesado americano.

De 1530 a 1540, desde la sede del palacio de Cuernavaca, Cortés va a desplegar una intensa actividad en todos los órdenes, aunque con distinto fruto, para explorar, conquistar, construir, fundar, evangelizar; en una palabra: civilizar al nuevo país que andando el tiempo sería México.

En 1540, la inconsecuencia imperial y la envidia de sus enemigos de Cuba, interrumpe la fecunda vida del Conquistador, fundador y poblador. Don Carlos, urge a su súbdito, quien le ha dado más tierras y más súbditos que todos los que le heredaron sus antepasados, a presentarse en la Corte para responder a las numerosas acusaciones, la mayoría infundadas, de sus viejos y nuevos enemigos.

El viejo conquistador obedece, y creyendo que su ausencia de Cuernavaca se limitará a solo un par de años; deja a su familia en Cuernavaca: su esposa la marquesa, sus hijas María, Catalina y Juana al encargo de su primo el licenciado Altamirano, así como a otros hijos suyos reconocidos por la Iglesia y emprende el largo viaje en compañía de su segundo hijo varón, también llamado Martín, de solo 8 años de edad. Don Hernando viaja con su conciencia tranquila, esperanzado de que por falta de pruebas, tal vez, pueda cerrarse de una vez por todas, su Juicio de residencia.

Pero cuando llega a la Corte; el Emperador no lo recibe, porque los celos de sus enemigos han emponzoñado la opinión que del conquistador tenía don Carlos I, quien ahora cree que su famoso vasallo tiene ambiciones de alzarse con la tierra; lo supone inmensamente rico con sus 23 mil vasallos en su enorme marquesado y que no debe regresar a la Nueva España porque es demasiado poderoso. Nada de lo anterior era cierto, como lo demuestra la lealtad que Cortés siempre le mostró siguiendo como un falderillo a la Corte Real, contrayendo cada vez mayores deudas para pagar su costoso tren de vida y siendo ignorado por todos aquellos a quienes había demostrado su amistad.

Al cabo de siete años de vida estéril, iluminados solamente por la creación de su Academia cultural en compañía de algunos de los sabios más célebres de España. Se siente enfermo, percibe que la muerte ronda, por lo que se dirige a Sevilla con ánimo de embarcarse a Nueva España, la tela que él mismo había hilado.

Su salud empeora, por lo que pide a su amigo Juan Alonso Rodríguez de Medina, que le reciba en su casa de la calle Real de Castilleja, frente a Sevilla a la margen derecha del Guadalquivir. Cortés quiere estar en paz para redactar su testamento, quiere morir como buen cristiano, dejando su cuerpo y su alma bien atados.

En la primera cláusula del largo documento manda escribir:

“ En el Nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que son Tres Personas en un solo Dios Verdadero, el cual tengo, creo y confieso por mi verdadero Dios y Redentor, y de la Gloriosísima y Venturada Virgen, Su bendita Madre, Señora y Abogada nuestra..sepan cuantos esta carta de testamento vieren, cómo yo D. Fernando Cortés.......
1.- Primeramente mando, que si muriere en estos reinos de España, mi cuerpo sea puesto e depositado en la Iglesia de la Parroquia donde estuviere  situada la casa donde yo falleciere e allí esté en depósito hasta que sea tiempo e a mi sucesor le parezca de llevar mis huesos a la Nueva España, lo que le encargo e mando que ansí haga dentro de diez años e antes si fuese posible e que los lleven a la mi villa de Coyoacán, e allí de den tierra en el monasterio de monjas que mando hacer y edificar en la dicha mi villa......”

Es de hacer notar que las crónicas de la época relatan con asombro; que cuando se cumplió el tiempo de traer a Nueva España sus restos en 1566. Las autoridades sevillanas afirmaban que era la primera vez en presenciar el traslado de restos de España a las Indias, cuando lo común era en sentido contrario. Esta es la prueba incontrovertible de que el corazón de don Hernando se había quedado para siempre en el país por él fundado.

Por lo tanto, de la exposición histórica que acabamos de hacer,  se puede concluir  que el odio o indiferencia que se tiene, en los historiadores oficiales de México y sus seguidores, por la figura del Fundador de México fue impuesta en ellos por la política protestante y masónica de los gobiernos yanquis.                                                                

Luis G. Pérez de León Rivero
                                                                                                                                                                    Junio de 2008.

CITAS:

(a)....La primera república masónica y puritana la establecieron en Inglaterra Oliver Cromwell y su partido puritano en 1649, después de apresar al rey Carlos I y mandarlo decapitar.

(b)....La segunda república la constituyeron los revolucionarios angloamericanos en 1776, también sobre la base doctrinaria puritana y calvinista, basada en la “Doctrina de la Predestinación. Que 40 años después dio paso a la “Doctrina del Destino Manifiesto angloamericano”.

(1)                Jean Cauvin, (Noyon, Picardía, 10-07-1509, Ginebra, Suiza, 27-05-1564). Su doctrina sobre la Predestinación divina, deriva de su obra Institución cristiana”, donde niega la salvación de todos los hombres por los méritos del divino Sacrificio Cruento de N.S. Jesucristo en el Gólgota. Afirmando que: “la voluntad divina ha dispuesto que Su Gracia irresistible sea solamente para los elegidos”
Los creadores de la República angloamericana, cuya mayoría eran masones y protestantes de ideas calvinistas puritanas, adoptaron esta teología para su Constitución política y para redactar las directivas secretas de su expansión, llamada “El Destino Manifiesto de los angloamericanos”

  
ANEXOS

(1) … LA CAÍDA DEL PODER MESHICA

 Fue el 13 de agosto de 1521, fiesta de San Hipólito, que el héroe del Popocatépetl: Francisco Montaño, alférez del capitán de infantería Gutierre de Badajoz, se abrió paso luchando, hasta colocar sobre lo alto de la pirámide de Tlatelolco, el estandarte de Cortés con su cruz azul sobre fuegos amarillos.
Mientras el capitán de nave: Juan García Holguín, apresaba la canoa en que huía el gran cacique Guatemotzin.
Entonces, el soldado Juan de Mancilla tomó preso al señor de Tenochtitlán, acabándose la guerra.

El la divisa heráldica del fundador de nuestra nación, aparece genialmente resumido el drama de aquel acontecimiento.

“JUDICIUN DOMINE APREHENDIT EOS ET FORTITUDO EJUS
CORROBORAVIT BRACHIUM MEUM”

“EL JUICIO DE DIOS LOS SOMETIÓ Y LA FUERZA DE MI BRAZO LO CONFIRMÓ”

Tan héroe es Cuauhtémoc, joven caudillo vencido, defensor de su ciudad. Como el noble vencedor de ella: Hernán Cortés, quien por su formación medieval para con el vencido, hizo llevar bajo su tienda carmesí al mancebo rey de los meshicas.
Cortés, caballero, le ofreció asiento a su diestra ante el asombro del señor pagano, quien a su manera esperaba la muerte en ese instante.

¡ Sublime y dramática escena, donde se asentó el acta del nacimiento de la Nueva España!

Con la caída del Poder Mishica se destruyó una cultura centenaria, pero casi inmediatamente después, se comenzó a levantar la capital del nuevo país cristiano e hispánico, heredero de la milenaria cultura mediterránea.
  
(2)  … EL PASEO DEL PENDÓN


Desde el 13 de agosto de 1530, el Ayuntamiento de la ciudad de México instituyó la Fiesta del Pendón de la Conquista, recibiendo el honor de portar ese lábaro el caballero don Juan Alonso Jaramillo, primer regidor de la ciudad y viudo de doña Marina – Malintzin - la Dama de la Conquista.  
Cada 13 de agosto, día de San Hipólito, una nutrida muchedumbre compuesta de todas las clases sociales de la Ciudad de México, recorría la capital desde el Palacio virreinal hasta la iglesia de San Hipólito, en el Puente de Alvarado,  para conmemorar y celebrar la caída del Poder Meshica; a cargo de Hernán Cortés, sus capitanes, sus soldados e innumerables escuadrones de guerreros indios, deseosos de poner fin al poder cruel y sanguinario de sus opresores: los cohlúas o meshicas, llamados impropiamente aztecas.

Mientras a todo lo largo de los trescientos años del Virreinato; las autoridades españolas reconocieron la admiración del pueblo novo hispano por la figura de Hernán Cortés, celebrando, año con año, la fiesta llamada Paseo del Pendón.  La última vez que se celebró este desfile fue en el año de 1820, uno antes de la consumación de Independencia por don Agustín de Iturbide.


Luis G. Pérez de León Rivero
Ciudad de Colima, junio del 2008.


BIBLIOGRAFÍA

“Cartas de Relación”…. Hernán Cortés.
“Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”…Bernal Díaz del Castillo.
“Crónica de la Nueva España”……Francisco Cervantes de Salazar.
“Hernán Cortés”…… José Luís Martínez.
“Comentario a las Revoluciones Sociales de México”……Antonio Gibaja y Patrón.
“El Destino Manifiesto angloamericano es de origen calvinista puritano” Luís G. Pérez de León R.


EDICION DE  LUIS OZDEN