miércoles, 31 de diciembre de 2014


                         ACADEMIA DE HERNÁN CORTÉS, A.C.
                                                 “Por la difusión de la verdad histórica”

  
                                      

  
                                                          CONFERENCIA TITULADA:

          “POR QUÉ SE TRATA TAN MAL A  HERNÁN  CORTÉS EN LA HISTORIA OFICIAL                                                                                MEXICANA”


   ANTECEDENTES

La doctrina del Destino Manifiesto angloamericano cambió nuestra Historia



Del llamado Mundo Occidental, que en alguna época ya lejana se le llamaba el Mundo Cristiano; solamente ha quedado un área que a pesar de todos los ataques que ha sufrido a mano de sus enemigos interiores, -los judíos mal convertidos y los masones-, y de sus enemigos exteriores,- los protestantes, los musulmanes, comunistas y los paganos -. A causa de todas las destrucciones, de todas las herejías y de todas las traiciones; a pesar también, del peligroso indiferentismo que millones de bautizados tienen en materia religiosa. Solamente, repetimos, ha quedado el Orbe Hispánico, cual reserva maltrecha, pero viva en la Fe de Jesucristo.

Este Orbe Hispánico, reserva espiritual pujante, que al amparo de nuestra generosa cultura católica HISPANO MEDITERRÁNEA, se cobijan todas las razas y sus mezclas, cual síntesis de la humanidad.

Nuestro Mundo Hispánico comenzó a ser atacado desde el mismo día en que los judíos fueron expulsados de los reinos españoles por los Reyes Católicos, y con mayor saña desde el regreso de Cristóbal  Colón a Sevilla, tras la gesta del Descubrimiento.
Los ataques se concretaron en todas las formas posibles: Económicos, políticos, psicológicos, culturales, y después de la Reforma protestante; en ataques terribles a la religión Católica.

La recién inventada imprenta, fue utilizada como arma poderosa de propaganda anti española, creando con los años, la llamada Leyenda Negra.. Leyenda nada más, porque no verdad, con la cual se fijó en la mente de los europeos norteños el estereotipo que aún tienen de nosotros. De entre todos esos pueblos, fueron los ingleses quienes más daño nos han causado. Primero, por su apostasía del catolicismo, haciendo de su país receptáculo de todas las herejías cristianas, y en segundo lugar, por su envidia de la riqueza española.

En la segunda mitad del siglo XVI invadieron ilegalmente la costa norteamericana; utilizando sus numerosos estuarios como guaridas de piratas prestos para asaltar a los galeones españoles que empujados por la corriente del golfo subían hasta el grado 35 para luego enfilar directamente al archipiélago de las Azores.
Después, Inglaterra aumentó la población de estos forajidos vaciando sus cárceles de presidarios y sus calles de prostitutas, llevando, además, esclavos arrancados de África para el cultivo de tabaco, droga muy dañina con la cual inundaron los mercados de Europa.

Mas tarde, a principios del siglo XVII, llegaron los perseguidos de toda laya y fundaron las 13 colonias, todas sectas heréticas salidas unas del anglicanismo y otras de la doctrina puritano calvinista. Estas 13 colonias fueron la simiente de lo que doscientos años después sería la segunda república masónica mundial. (a). Constituida por los revolucionarios angloamericanos en 1776 sobre la base de la Doctrina de la Predestinación Divina ideada por Juan Calvino. La república anglo americana se consolidó en 1783 con la ayuda del rey Carlos III de España y de los reyes Luis XV y Luis XVI de Francia. Una vez libre, dirigió sus ambiciones sobre los territorios norteños del Imperio Español aplicando las directivas de la doctrina política, económica y religiosa llamada:

“La doctrina del Destino Manifiesto angloamericano”

Al oeste del río Mississippi; se encontraba la Nueva España, fundada por Hernán Cortés; un Virreinato tricentenario con enorme territorio, dotado de opulentas minas de plata; con ricas ciudades y pueblos; con sus catedrales y monasterios, con numerosos hospitales y centros de beneficencia; con prósperas haciendas agrícolas y ganaderas, Con sus prestigiados colegios y universidades: grandes centros de ciencia y cultura a la altura de la Europa de finales del siglo XVIII.

La Nueva España, de principios del siglo XIX era un reino de ultramar: con 6 millones de habitantes, de un pueblo compuesto de varias razas, pero buen católico, conducido por la jerarquía de la Iglesia Católica, aunque manca ya, de su fuerte brazo jesuita, pero aún admirable por su fuerte organización social.

El Reino de la Nueva España, era también, la más preciada joya del Imperio Español; desde su capital, México, que administraba lugares tan lejanos como las islas Filipinas, los enclaves pesqueros de Alaska, las dos Floridas , toda Centroamérica y más de cinco millones de kilómetros cuadrados de la América septentrional. Gran tesoro era éste, independizado como IMPERIO MEXICANO de la antigua España, que el 27 de septiembre de 1821 tomó don Agustín de Iturbide en nombre del pueblo mexicano católico, y que con el “Plan de las Tres Garantías: RELIGIÓN, INDEPENDENCIA Y UNIÓN”, hubiese podido remontar el vuelo a los estados superiores para lo cual estaba destinado

La nueva nación angloamericana, siguiendo sus lineamientos anti católicos calvinistas puritanos, y esgrimiendo su arma política mas poderosa: la Masonería, supo aprovechar pérfidamente, la falta de conciencia cultural y religiosa de la clase intelectual mexicana de los siglos XIX y XX, para desarrollar su DESTINO MANIFIESTO sobre la Nueva España, primero, y sobre el México independiente después.

La historia luminosa del Virreinato, ha sido muchas veces despreciada e ignorada por la clase intelectual mexicana, que encandilada desde hace dos siglos por la potencia herética anglosajona del norte; se le entregó perrunamente, hasta el grado de traicionar a su patria, a su cultura hispana y lo que es imperdonable: hasta abjurar y combatir la religión de su pueblo.

Una de las directivas de la doctrina de ese llamado Destino Manifiesto del nuevo pueblo predestinado por Dios para gobernar al Mundo, “el pueblo angloamericano”, ha sido, influir, para tergiversar la enseñanza de la verdadera historia del orbe hispánico, en general, y la de México su vecino inmediato en particular.

Así es que, dentro del paquete impositivo que los gobernantes yanquis dieron a los revolucionarios o insurgentes novo hispanos primero, y a los gobiernos de la República Mexicana después, a cambio de armas y apoyo político. Estaban las siguientes condiciones: adoptar su Constitución herética, proclamar la libertad de cultos  y desconocer la cultura española inventando una historia falsa, que diera impulso al artificioso indigenismo.

Los nuevos gobiernos republicanos mexicanos a la manera yanqui, fomentaron la hispano fobia en todas direcciones; con tal saña, que México es el único país hispanoamericano que tiene en su historia, haber decretado tres expulsiones de españoles; la inmensa mayoría de ellos, hombres productivos con familias mexicanas.

La hispano fobia y los ataques a nuestra Religión Católica han sido, sin duda, de inspiración angloamericana, propagados entre el pueblo por medio de la instrucción oficial de los gobiernos liberales del siglo XIX y por sus descendientes ideológicos, del siglo XX, particularmente por los socialistas y comunistas de los primeros gobiernos revolucionarios del siglo XX y los siguientes 13 sexenios hasta el año 2015.  Todos ellos han dejado en la mente de la mayoría de los mexicanos la falsedad de que México, como entidad social autónoma, ha existido desde los tiempos prehispánicos. Y que la cultura hispana y la religión católica son agregados que fácilmente se pueden "despegar" del alma de los pueblos autóctonos. Los individuos de extracción mayoritariamente indígena del continente hispanoamericano perderían el valor cultural mediterráneo que todavía conservan, y que sus antepasados adquirieron durante los tres siglos de los virreinatos. Sería un desastroso retardo cultural insuperable, por el barniz  de modernismo yanqui que se pretende darles.

Esta ideas erróneas, están todavía sin corregir. Hay que recalcar; que es por falta de grupos de historiadores honestos y dispuestos a investigar la verdad histórica difundiéndola en todas direcciones. 
  
Es por lo tanto, deber de todos los ciudadanos honestos, exponer y difundir la verdadera historia de nuestra cultura hispanoamericana y mediterránea; Auténtico tesoro de la Humanidad.

Es deber también, de todo hispanoamericano honesto hacer un esfuerzo personal por nuestra supervivencia cultural en este mundo globalizado al estilo neo pagano y angloamericano.



PORQUÉ SE CONOCE TAL MAL A HERNÁN  CORTÉS

El primer ataque a nuestra cultura hispánica se produjo en la figura de Hernán Cortés, a poco de la caída del gobierno de don Agustín de Iturbide. El 17 de septiembre del año de 1823, las turbas enloquecidas por un falso patriotismo e instigadas por agentes de la masonería de obediencia yanqui pretendieron profanar los huesos del fundador de la Nueva España, arrastrarlos por las calles y llevarlos finalmente al quemadero de basura de San Lázaro.
¿Porqué ese odio tan repentino?, ¿si no hacía mucho tiempo, el pueblo de la ciudad de México se regocijaba en la Fiesta o desfile del Pendón que Cortés mismo trajera en los días de su conquista? …(Ver anexo 2)

Sabemos con certeza, que ese anti cortesianismo de nuevo cuño era de inspiración extranjera, y adoptado por los incipientes políticos republicanos por conducto de las logias masónicas. Ese acto de barbarie se produjo luego del sermón encendido e indigenista que se pronunció en la catedral de la ciudad de México, con motivo de homenaje y entierro de los restos de los revolucionarios del 1810. El gobierno que presidía el general Mariano Michelena en sustitución del triunvirato elegido por el congreso republicano y bajo la mirada atenta del colombiano Santa María, azuzó  a las tubas con el fin de profanar y destruir de monumento a Cortés  en la Iglesia de Jesús Nazareno.

Don Lucas Alamán Escalada, a la sazón ministro de Relaciones Exteriores, encargado de la administración del Marquesado del Valle y de otros bienes de Cortés, salvó la dignidad de los mexicanos retirando los restos óseos del monumento adosado al muro de la Iglesia de Jesús y escondiéndolos, oportunamente, en lugar secreto.


La fecha clave de la historia mexicana


Dicho lo anterior, vamos a comenzar esta exposición cortesiana con la fecha clave de la historia mexicana: el 13 de agosto de 1521.

Al conquistador, evangelizador y fundador de la Nueva España se le conoce poco y mal por el grueso de la población mexicana. Precisamente su persona es la más calumniada y la más vilipendiada de nuestra historia, por las razones políticas que acabamos de exponer. Si bien, en su vida, el Conquistador tuvo éste muchos enemigos, no  se les puede comparar con la saña de sus enemigos modernos de dentro y de fuera de México.

La historia oficial que se imparte a los escolares en los centros de instrucción pública por medio de los textos llamados gratuitos y en muchos de los colegios particulares; desde la Primaria a la Preparatoria, está llena de información deficiente, de mala fe y los que peor: de odio inoculado por individuos extranjeros, enemigos de nuestra cultura y religión. La historia oficial exagera los humanos defectos del conquistador y fundador, concentrándose en los momentos álgidos de las batallas contra los nativos, y transformando a éstos en inocentes víctimas de la “ferocidad y ambición de los invasores españoles”.
Soslaya por otra parte; el alma medieval de Cortés y de sus capitanes, quienes eran portadores de la civilización hispano cristiana. Que exploraban y conquistaban nuevos pueblos paganos para acrecentar su honra y su hacienda, exponiendo sus vidas sin miedo a la muerte para ganar mayores territorios, y ponerlos a los pies de Cristo Rey y de sus representantes en la tierra: el Papa y el Emperador.

La historia oficial omite también, que Hernán Cortés desde que oyó hablar del fabuloso reino de Acolhuacan, había quedado fascinado por él. Y que una vez puesto los pies en los arenales de la Vera Cruz, comenzó una transformación en su alma, haciendo de su conquista una de la gestas mas grandes de la historia universal.
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Sin olvidar su España nativa, pidió al emperador don Carlos, que estas tierras se llamasen la Nueva España del mar Océano, por la gran similitud a los reinos de Castilla “en sus aires, en sus montañas, en su fauna y en su flora”. Cortés se enamoró del paisaje, del ambiente y de las mujeres indias.

De su relación con doña Marina su inseparable faraute, nació en 1522 su primer hijo varón, llamado por algunos “el primer mexicano”, lo bautizó con el nombre de su padre: Martín. Lo educó con mucho cariño y a su debido tiempo pidió al Papa  Clemente VII que se lo legitimara. Cosa que ocurrió por bula del 16 de abril de 1529.

Niño aún, lo llevó con él a España en 1528, para ponerlo en manos de personas de su confianza proporcionándole una esmerada educación que culminó como paje del príncipe don Felipe, oficial de los tercios españoles, Comendador de la Orden de Santiago y gentilhombre de Cámara del rey Felipe III. Martín casó en España con Bernardina de Porres Agoncillo dama noble cuyos descendientes están  reconocidos en la actualidad y de los cuales la más famosa es la ex reina Fabiola de Bélgica.

Cortés no se olvidó de Malintzin, conocida por todos como doña Marina, y en nombre de la reina doña Juana y su hijo don Carlos, la dotó de tierras, propiedades y cacicazgos, haciéndola rica hembra, buen partido para uno de los principales señores de la nueva nación: el regidor Juan Alonso Jaramillo, años mas tarde alcalde la de incipiente capital novo hispana. Doña Marina tuvo una hija con Juan Jaramillo, bautizada como María y de quien existen aún descendientes.

Sin embargo, después del 13 de agosto de 1521, Cortés dio dinero a su amigo y cuñado Juan Xuárez de Marcaida para traer a Catalina y su familia a Coyoacán, encargo que se cumplió en julio de 1522 cuando arribó ella con sus hermanas, su madre María, amistades y sirvientes cubanos.
Catalina murió a fines de ese mismo año de una enfermedad llamada entonces como mal de madre, especie de angina de pecho que también padecían dos de sus hermanas, quienes andando los años murieron de lo mismo. Catalina Xuárez de Marcaida, recordemos, se había casado con don Hernán en la Isla de Cuba por presiones del gobernador Diego Velásquez.

Don Hernando, pidió en 1523 al emperador que le enviara religiosos santos para consolidar la evangelización de los indios. El emperador le envió 12 de los mejores intelectuales religiosos que había en España.
El grupo pisó tierra en Veracruz el 13 de mayo de 1524, fungía como su director fray Martín de Valencia, siendo  los otros once misioneros:
Martín de la Coruña, Juan Juárez, Francisco de Soto, Antonio García Rodríguez, Toribio de Benavente, García de Cisneros, Luis de Fuensalida, Juan de Palos, Juan de Rivas, Francisco Jiménez y Andrés de Córdoba.

Todos los primeros frailes franciscanos incluyendo a los tres flamencos: fray Pedro de Gante, fray Juan de Tecto y fray Juan de Ayora, se desempeñaron heroicamente en su ministerio evangelizando a los indios, junto a ellos, los hermanos de las otras órdenes religiosas que llegaron sucesivamente a lo largo del siglo XVI, sentaron las bases del acendrado catolicismo del pueblo mexicano.

Durante los cuatro años de su gobierno, Hernán Cortés, organizó el nuevo Reino, fomentó el asentamiento de las familias de los conquistadores, siendo los cientos de ellos, antepasados de decenas de miles de mexicanos de hoy en día.
Para poblar la tierra nuevamente conquistada propició la emigración de nuevos colonos, exploró personalmente y envió a explorar las nuevas tierras en busca de minas de metales preciosos, para que estos fueran la base de la riqueza agrícola y ganadera que formó.
Escribió a su padre don Martín, que a su costa le enviara toda suerte de plantas, árboles y animales para reproducirlos en la nueva tierra.

Por esa época, Cortés, mandó construir el primer hospital en toda forma, de la llamada “tierra firme” americana. Aunque ya existía desde 1520 un hospital itinerante a cargo del padre Bartolomé de Olmedo. Fue esa fundación el edificio que albergó; primero a españoles y mas tarde a todas las castas. El Hospital de Nuestra Señora de la Limpia y Pura Concepción, ahora conocido como el Hospital de Jesús, se fundó en el año de 1524 en el lugar conocido como Huitzilán, hermosa huerta donde según la tradición; Hernán Cortés y Moctezuma se encontraron por primera vez en noviembre de 1519, (esquina de las calles de Pino Suárez y república del Salvador del Centro Histórico de la ciudad de México).

El papa Clemente VII confirmó a Hernán Cortés como Patrono Perpetuo del Hospital para él y sus descendientes. Esta institución es la Obra Pía más antigua que no ha dejado de prestar sus servicios ni un solo día, a lo largo de 486 años en todo el continente americano.

La primitiva capilla del Hospital se convirtió con los años en un templo grande y bien provisto, siendo asiento a fines del siglo XVIII del monumento, obra del arquitecto José del Mazo, donde se colocaron los restos de Cortés en una urna sobre la cual estaba la efigie en busto que el afamado escultor Manuel Tolsá esculpió en bronce dorado.

Cuando el Conquistador regresó a España en 1528 para recibir el justo reconocimiento por sus servicios a la corona, Hernán Cortés a los 43 años de edad estaba en el apogeo de su vida.
En la villa de Béjar celebró su segundo matrimonio, esta vez, con doña Juana de Zúñiga y Ramírez de Arellano, dama de la mas alta nobleza castellana. Pero el fundador de la Nueva España no deseaba establecerse en Extremadura como algunos otros conquistadores, su hacienda y su vida estaban definitivamente en esta tierra, por lo que en compañía de su madre doña Catalina Pizarro Altamirano, de su mujer doña Juana, ya encinta, y de mas de 400 parientes y amigos se embarcaron en varios navíos en pos de su marquesado americano.

De 1530 a 1540, desde la sede del palacio de Cuernavaca, Cortés va a desplegar una intensa actividad en todos los órdenes, aunque con distinto fruto, para explorar, conquistar, construir, fundar, evangelizar; en una palabra: civilizar al nuevo país que andando el tiempo sería México.

En 1540, la inconsecuencia imperial y la envidia de sus enemigos de Cuba, interrumpe la fecunda vida del Conquistador, fundador y poblador. Don Carlos, urge a su súbdito, quien le ha dado más tierras y más súbditos que todos los que le heredaron sus antepasados, a presentarse en la Corte para responder a las numerosas acusaciones, la mayoría infundadas, de sus viejos y nuevos enemigos.

El viejo conquistador obedece, y creyendo que su ausencia de Cuernavaca se limitará a solo un par de años; deja a su familia en Cuernavaca: su esposa la marquesa, sus hijas María, Catalina y Juana al encargo de su primo el licenciado Altamirano, así como a otros hijos suyos reconocidos por la Iglesia y emprende el largo viaje en compañía de su segundo hijo varón, también llamado Martín, de solo 8 años de edad. Don Hernando viaja con su conciencia tranquila, esperanzado de que por falta de pruebas, tal vez, pueda cerrarse de una vez por todas, su Juicio de residencia.

Pero cuando llega a la Corte; el Emperador no lo recibe, porque los celos de sus enemigos han emponzoñado la opinión que del conquistador tenía don Carlos I, quien ahora cree que su famoso vasallo tiene ambiciones de alzarse con la tierra; lo supone inmensamente rico con sus 23 mil vasallos en su enorme marquesado y que no debe regresar a la Nueva España porque es demasiado poderoso. Nada de lo anterior era cierto, como lo demuestra la lealtad que Cortés siempre le mostró siguiendo como un falderillo a la Corte Real, contrayendo cada vez mayores deudas para pagar su costoso tren de vida y siendo ignorado por todos aquellos a quienes había demostrado su amistad.

Al cabo de siete años de vida estéril, iluminados solamente por la creación de su Academia cultural en compañía de algunos de los sabios más célebres de España. Se siente enfermo, percibe que la muerte ronda, por lo que se dirige a Sevilla con ánimo de embarcarse a Nueva España, la tela que él mismo había hilado.

Su salud empeora, por lo que pide a su amigo Juan Alonso Rodríguez de Medina, que le reciba en su casa de la calle Real de Castilleja, frente a Sevilla a la margen derecha del Guadalquivir. Cortés quiere estar en paz para redactar su testamento, quiere morir como buen cristiano, dejando su cuerpo y su alma bien atados.

En la primera cláusula del largo documento manda escribir:

“ En el Nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que son Tres Personas en un solo Dios Verdadero, el cual tengo, creo y confieso por mi verdadero Dios y Redentor, y de la Gloriosísima y Venturada Virgen, Su bendita Madre, Señora y Abogada nuestra..sepan cuantos esta carta de testamento vieren, cómo yo D. Fernando Cortés.......
1.- Primeramente mando, que si muriere en estos reinos de España, mi cuerpo sea puesto e depositado en la Iglesia de la Parroquia donde estuviere  situada la casa donde yo falleciere e allí esté en depósito hasta que sea tiempo e a mi sucesor le parezca de llevar mis huesos a la Nueva España, lo que le encargo e mando que ansí haga dentro de diez años e antes si fuese posible e que los lleven a la mi villa de Coyoacán, e allí de den tierra en el monasterio de monjas que mando hacer y edificar en la dicha mi villa......”

Es de hacer notar que las crónicas de la época relatan con asombro; que cuando se cumplió el tiempo de traer a Nueva España sus restos en 1566. Las autoridades sevillanas afirmaban que era la primera vez en presenciar el traslado de restos de España a las Indias, cuando lo común era en sentido contrario. Esta es la prueba incontrovertible de que el corazón de don Hernando se había quedado para siempre en el país por él fundado.

Por lo tanto, de la exposición histórica que acabamos de hacer,  se puede concluir  que el odio o indiferencia que se tiene, en los historiadores oficiales de México y sus seguidores, por la figura del Fundador de México fue impuesta en ellos por la política protestante y masónica de los gobiernos yanquis.                                                                

Luis G. Pérez de León Rivero
                                                                                                                                                                    Junio de 2008.

CITAS:

(a)....La primera república masónica y puritana la establecieron en Inglaterra Oliver Cromwell y su partido puritano en 1649, después de apresar al rey Carlos I y mandarlo decapitar.

(b)....La segunda república la constituyeron los revolucionarios angloamericanos en 1776, también sobre la base doctrinaria puritana y calvinista, basada en la “Doctrina de la Predestinación. Que 40 años después dio paso a la “Doctrina del Destino Manifiesto angloamericano”.

(1)                Jean Cauvin, (Noyon, Picardía, 10-07-1509, Ginebra, Suiza, 27-05-1564). Su doctrina sobre la Predestinación divina, deriva de su obra Institución cristiana”, donde niega la salvación de todos los hombres por los méritos del divino Sacrificio Cruento de N.S. Jesucristo en el Gólgota. Afirmando que: “la voluntad divina ha dispuesto que Su Gracia irresistible sea solamente para los elegidos”
Los creadores de la República angloamericana, cuya mayoría eran masones y protestantes de ideas calvinistas puritanas, adoptaron esta teología para su Constitución política y para redactar las directivas secretas de su expansión, llamada “El Destino Manifiesto de los angloamericanos”

  
ANEXOS

(1) … LA CAÍDA DEL PODER MESHICA

 Fue el 13 de agosto de 1521, fiesta de San Hipólito, que el héroe del Popocatépetl: Francisco Montaño, alférez del capitán de infantería Gutierre de Badajoz, se abrió paso luchando, hasta colocar sobre lo alto de la pirámide de Tlatelolco, el estandarte de Cortés con su cruz azul sobre fuegos amarillos.
Mientras el capitán de nave: Juan García Holguín, apresaba la canoa en que huía el gran cacique Guatemotzin.
Entonces, el soldado Juan de Mancilla tomó preso al señor de Tenochtitlán, acabándose la guerra.

El la divisa heráldica del fundador de nuestra nación, aparece genialmente resumido el drama de aquel acontecimiento.

“JUDICIUN DOMINE APREHENDIT EOS ET FORTITUDO EJUS
CORROBORAVIT BRACHIUM MEUM”

“EL JUICIO DE DIOS LOS SOMETIÓ Y LA FUERZA DE MI BRAZO LO CONFIRMÓ”

Tan héroe es Cuauhtémoc, joven caudillo vencido, defensor de su ciudad. Como el noble vencedor de ella: Hernán Cortés, quien por su formación medieval para con el vencido, hizo llevar bajo su tienda carmesí al mancebo rey de los meshicas.
Cortés, caballero, le ofreció asiento a su diestra ante el asombro del señor pagano, quien a su manera esperaba la muerte en ese instante.

¡ Sublime y dramática escena, donde se asentó el acta del nacimiento de la Nueva España!

Con la caída del Poder Mishica se destruyó una cultura centenaria, pero casi inmediatamente después, se comenzó a levantar la capital del nuevo país cristiano e hispánico, heredero de la milenaria cultura mediterránea.
  
(2)  … EL PASEO DEL PENDÓN


Desde el 13 de agosto de 1530, el Ayuntamiento de la ciudad de México instituyó la Fiesta del Pendón de la Conquista, recibiendo el honor de portar ese lábaro el caballero don Juan Alonso Jaramillo, primer regidor de la ciudad y viudo de doña Marina – Malintzin - la Dama de la Conquista.  
Cada 13 de agosto, día de San Hipólito, una nutrida muchedumbre compuesta de todas las clases sociales de la Ciudad de México, recorría la capital desde el Palacio virreinal hasta la iglesia de San Hipólito, en el Puente de Alvarado,  para conmemorar y celebrar la caída del Poder Meshica; a cargo de Hernán Cortés, sus capitanes, sus soldados e innumerables escuadrones de guerreros indios, deseosos de poner fin al poder cruel y sanguinario de sus opresores: los cohlúas o meshicas, llamados impropiamente aztecas.

Mientras a todo lo largo de los trescientos años del Virreinato; las autoridades españolas reconocieron la admiración del pueblo novo hispano por la figura de Hernán Cortés, celebrando, año con año, la fiesta llamada Paseo del Pendón.  La última vez que se celebró este desfile fue en el año de 1820, uno antes de la consumación de Independencia por don Agustín de Iturbide.


Luis G. Pérez de León Rivero
Ciudad de Colima, junio del 2008.


BIBLIOGRAFÍA

“Cartas de Relación”…. Hernán Cortés.
“Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”…Bernal Díaz del Castillo.
“Crónica de la Nueva España”……Francisco Cervantes de Salazar.
“Hernán Cortés”…… José Luís Martínez.
“Comentario a las Revoluciones Sociales de México”……Antonio Gibaja y Patrón.
“El Destino Manifiesto angloamericano es de origen calvinista puritano” Luís G. Pérez de León R.


EDICION DE  LUIS OZDEN



jueves, 20 de noviembre de 2014


                                 DE SANTIAGO DE QUERÉTARO 
                                 A SANTIAGO DE COMPOSTELA

                                             



                                               ACADEMIA DE HERNÁN CORTÉS A.C.
                                                    “Por la difusión de la verdad histórica”

PREÁMBULO A LA CONFERENCIA
SOBRE FRAY ANTONIO DE MONROY E HIJAR

Es necesario recalcar que la nación que actualmente es México nació como resultado de la conquista cortesiana de principios del siglo XVI. Con la caída del poder culhúa el 13 de agosto de 1521 se escribió el acta de nacimiento de la Nueva España del Mar Océano.
Los pueblos nativos del Continente recientemente descubierto, que habían vivido, desde el alba de los tiempos, aislados y ajenos a la comunicación con las otras civilizaciones del mundo, sumergidos en la niebla de su sangriento paganismo, guerreando unos con otros en un caos de cientos de lenguas, culturas y tradiciones; quedaron, en su derrota, organizados de modo como reza la divisa latina del escudo de Hernán Cortés:

“JUDICIUM DOMINI APREHENDIT EOS, ET FORTITUDO EJUS CORROBORAVIT BRACHIEUM MEUM”

“EL JUICIO DE DIOS LOS SOMETIÓ Y LA FUERZA DE MI BRAZO LO CONFIRMÓ”

Los aborígenes perdieron su mundo, pero con eso, dieron paso a los vencedores que impusieron en este continente la más preciosa cultura que hasta entonces, la humanidad había creado: LA CRISTIANDAD.
Entre la muerte y la valentía, con la sangre de los héroes que participaron en aquel acontecimiento, nació un país inédito: LA NUEVA ESPAÑA, que durante los siglos XVI, XVII y XVIII fue formando sintéticamente lo que vendría a ser el estado mexicano de principios del siglo XIX.

Por tres siglos floreció el Virreinato de la América Septentrional, potencia religiosa, económica y civilizadora, que otrora había administrado territorios y pueblos tan diversos como la cuenca caribeña desde Venezuela hasta Yucatán, desde la Florida, las planicies y cordilleras norteamericanas, hasta las costas del océano pacífico, y Alaska hasta las islas de la especiería principalmente las cientos de islas Filipinas.

Esa Nueva España, tierra de enlace entre oriente y occidente, y cuyas naves construidas en los astilleros de Tehuantepec, Huatulco, Acapulco, Manzanillo, Barra de Navidad y Chametla surcaron el llamado Mar del Sur haciendo de él un mar novohispano.

Los hombres y mujeres que construyeron la civilización y dieron impulso al crecimiento del continente hispano fueron muchísimos. En nuestras pláticas del Real Club España se han mencionado solamente a algunos. Pero, poco a poco hemos de ir desvelando las vidas ejemplares de quienes por su valía merecen ser recordados:

EN LOS DÍAS EN QUE EL IMPERIO ESPAÑOL DOMINABA AL MUNDO, CUANDO MÉJICO Y ESPAÑA ERAN UNA SOLA NACIÓN Y CUANDO SU FUERTE MONEDA, LA DE OCHO REALES TENÍA GRABADA LA DIVISA “UTRAQUE UNUM”, AMBOS UNO; DOS PALABRAS QUE RESUMÍAN EL IDEAL IMPERIAL.

NACIÓ EN LA VILLA DE SANTIAGO DE QUERÉTARO DE LA NUEVA ESPAÑA DEL MAR OCEANO, UN NIÑO PRODIGIO, QUE ANDANDO EL TIEMPO SERÍA UNA DE LAS GLORIAS DE ESTE IMPERIO.

ESE NOVOHISPANO NO SUBIÓ A LOS ALTARES, AÚN CUANDO SUS MÉRITOS LOS TENÍA PROBADOS, POR FALTA DE PROMOCIÓN, PERO SU OBRA QUEDÓ IMPRESA EN EL ALMA DE CUANTAS PERSONAS LO TRATARON, Y TAMBIÉN EN LAS EDIFICACIONES QUE MANDÓ CONSTRUIR, ASÍ COMO EN LOS MATERIALES DE LOS NUMEROSOS OBJETOS DE ARTE CON QUE ADORNÓ EL SANTUARIO DEL PATRÓN DE ESPAÑA EN SANTIAGO DE COMPOSTELA.

SU VIDA LA REPARTIÓ POR IGUAL ENTRE LAS ESPAÑAS, LA NUEVA Y LA ANTIGUA.


UN PERSONAJE QUE MERECE SER RECORDADO

DE SANTIAGO DE QUERÉTARO

6 DE JULIO DE 1634

A SANTIAGO DE COMPOSTELA

7 NOVIEMBRE DE 1715


FRAY ANTONIO DE MONROY E HIJAR
Insigne Arzobispo de Santiago de Compostela, Galicia, en los Reinos de España

COMENTARIOS

Comenzamos nuestro relato a la vista de la catedral compostelana, como peregrino xacobeo.

Cuando entre las brumas otoñales, se divisan las puntas de las torres compostelanas, la emoción es grande.
A los deseos de estar ya, dentro de la catedral se unen los innumerables recuerdos del Camino, en sus cientos de kilómetros desde las faldas de la cordillera pirenaica.
No es aún mediodía, la multitud acude al llamado de las campanas y va entrando por el Portal de la Gloria, cumpliendo el rito de tocar la columna con la mano y con la frente.
Luego, caminando por la nave derecha, los peregrinos hacen fila para subir por la escalerilla hacia el camarín del Apóstol.
Con un gesto de amor y un mundo de deseos, los devotos saludamos al santo abrazando su esclavina de plata repujada, con rica pedrería incrustada. Muy pocos peregrinos mexicanos y menos aún, los que no lo son, saben que la plata que han tocado e incluso besado, llegó hasta allá de las minas novohispanas. No, como el quinto del Rey, sino como ofrenda generosa de uno de sus más ilustres arzobispos:

“EL ILUSTRÍSIMO Y REVERENDÍSIMO SEÑOR MAESTRO DOCTOR DON FRAY ANTONIO DE MONROY E HIJAR, del Orden de Predicadores, doctor en Sagrada Theología, Cathedrático en la Real Universidad de México, Rector del Collegio de Porta Coeli, y Prior del Real Convento de Sancto Domingo de dicha ciudad, Procurador de la Curia Romana de su Provincia de Santiago, Maestro General de todo el universal Orden de Predicadores, Obispo assistente de la Santidad del Señor Innocencio XI. Electo Obispo de la Puebla de los Angeles, y de Michoacán. Miembro del Consejo de su Magestad, Señor y Arzobispo de Santiago de Galicia, Limosnero Mayor del Rey Nuestro Señor y Protonotario Mayor del Reino de León”.
Así reza la placa conmemorativa al pié de su mausoleo.
Tantos honores y títulos, merecido homenaje; eran para a un criollo de la Nueva España, producto americano de cuatro generaciones descendientes de conquistadores y colonizadores españoles del siglo XVI. Fruto de la civilización que ya se había asentado en el Nuevo Mundo.

SU FAMILIA


Fray Antonio de Monroy e Híjar, nació en la ciudad de Santiago de Querétaro de la Nueva España del Mar Océano, el 6 de julio de 1634. Fue bautizado en la Parroquia del Señor Santiago el 25 del mismo mes, fiesta del Santo. Era tercer hijo del gobernador de la villa don Antonio de Monroy y Figueroa y de su legítima mujer doña María de Hijar y Figueroa, ambos descendientes de los primeros conquistadores de Nueva España, siendo su madrina doña Luisa de Monroy y Figueroa.

Ya desde la cuna, fray Antonio estuvo rodeado del ambiente santiaguino, pues sus padres se casaron en la misma parroquia de Santiago, cuando Querétaro era todavía un pequeño asentamiento, el 23 de febrero de 1631.

Un siglo antes, Santiago Apóstol ayudado por un eclipse de sol, se había aparecido a los guerreros cristianos encabezados por treinta caciques otomíes recientemente bautizados – entre ellos Nicolás de San Luis Montañez, Fernando de Tapia (Conín), su hijo Diego y Juan de la Cruz, que eran los jefes -, dándoles la victoria sobre los paganos chichimecas en los llanos de Querétaro, el 25 de julio de 1531. Propiciando con esto, la fundación de la primera población española de la región.

Del matrimonio de los padres del Arzobispo, nacieron 10 hijos, siete de los cuales abrazaron la vida religiosa, cuatro varones y tres hermanas. Su hermano el Mayorazgo don José Antonio de Monroy e Hijar y sus otras dos hermanas doña Ángela y doña María fundaron familias con numerosa descendencia.

Tanto su padre, el capitán don Antonio de Monroy y Figueroa como su madre doña María de Hijar y Figueroa eran de origen noble y poseían una cuantiosa fortuna.

El Maestro fray José de Sarabia y Lezama, Regente de la Minerva en Roma y uno de los biógrafos del Arzobispo, escribe de él:

“La línea paterna se descubre sin vapor clarísima hasta el Marqués del Valle, Hernán Cortés, y por la materna asciende hasta encontrar con los duques de Feria e Hijar, descendientes de los reyes de Aragón.
Cristóbal de Salamanca , rebisabuelo de V.Ilma., natural de Palencia, fue primo segundo de don Hernán Cortés, con quien partió a la conquista de la Nueva España”.

“La señora doña María de Hijar, natural de la Nueva Guadalajara, era descendiente de los primeros conquistadores de la Nueva Galicia y su genealogía se remonta a don Juan Fernández de Hijar, Señor de Riglos y Sellán de Aragón”.( * ) Nota: .Al final del artículo aparece el esquema genealógico de Fray Antonio .

SU VIDA EN NUEVA ESPAÑA
Del 6 de julio de 1634 al año de 1674.

El deseo de vestir el hábito de los dominicos causó no poco disgusto a sus padres, si bien Antonio no era el Mayorazgo, éstos querían para su bien dotado vástago, una vida acorde con su posición social y económica dentro de las principales familias del Reino. Pero el joven criollo, sentía ya muy fuerte su vocación por el estudio y la disciplina religiosa.

Viene aquí a propósito una anécdota que consigna uno de sus biógrafos: el padre fray Secundino Martín Rodríguez.

DE CÓMO LE VINO SU VOCACIÓN:

“Cuando tenía unos diecinueve años, en una ocasión estando solo en su aposento haciendo sus habituales oraciones, sintió un vivo deseo de asomarse por la ventana del palacio familiar en la ciudad de México, en ese momento pasaban por la calle dos religiosos de nuestro padre Santo Domingo que caminaban con suma compostura y modestia. Escena que llamó poderosamente su atención. Esa noche meditó sobre su salvación, pues quería seguir un camino cierto, aunque no fuese el más sencillo.
Al día siguiente y a la misma hora cuando oraba de nuevo, sintió que alguien le llamaba desde la calle. Volvió su rostro a través de la ventana y vio pasar de nuevo a los dos religiosos dominicos que esta vez ocultaron sus rostros.
Al anochecer estando muy inquieto sin poder conciliar el sueño, se incorporó de su cama, y notó un extraño resplandor junto a la pequeña librería, apareciendo fugazmente la efigie de Santo Domingo de Guzmán. Al día siguiente tan pronto amaneció y sin pensarlo más, fue a entrevistarse con el Prior de la Orden solicitando su ingreso.”

Pasado algún tiempo, el joven bachiller hijo de tan opulenta y cristiana familia, así como de tanta inteligencia y virtudes, fue aceptado el 26 de julio de 1653, después de fungir durante siete meses como profesor sustituto de la cátedra de Filosofía en la Real y Pontificia Universidad de México.

En 1655 recibió las órdenes menores y el subdiaconado para la ciudad de Oaxaca y al año siguiente, de manos del obispo de Valladolid en Michoacán, recibió el diaconado. Por tanto, su carrera religiosa iba a gran velocidad, por lo que el 23 de septiembre de 1656, a los 22 años de su edad es ordenado sacerdote por el Arzobispo de la capital de Nueva España, don Mateo Sagade Bugueiro.
Y antes de cumplir los treinta años, el 24 de febrero de l663, recibió el doctorado en Teología por la Real y Pontificia Universidad de México, siendo socio del Padre Provincial Fray Luis de Orduña en el convento de Santo domingo, prestigioso centro de cultura de la capital del Reino.

Durante los tres años siguientes fue un brillante profesor y el 20 de julio de 1666 elegido por unanimidad, Rector de su querido Colegio de Porta Coelli.

La estrella de Fray Antonio de Monroy continuó en ascenso, así como su popularidad entre los hermanos religiosos por lo que en 1671, lo eligieron Prior de Santo Domingo y  Vicario Provincial.

Esos fueron años felices, su padre don Antonio era Regidor de la ciudad de México, su madre, el centro de la sociedad novohispana y todos los miembros de su familia iban ocupando sus lugares definitivos en la vida religiosa y laica del más rico virreinato de la América.

Las letras y las artes florecían, la evangelización de los indios comenzaba a dar sus frutos, las enormes propiedades, agrícolas y ganaderas producían buenas rentas, las ciudades y villas siguían construyéndose, y de los astilleros salían las naves más modernas de la época. Las minas, esas minas de plata, producían montones de barras, pesos y monedas.

En ese entonces eran tropel los españoles que se habían enriquecido, explotando la mano de obra esclava, pero en cambio, se había generado riqueza, y las piezas de 8 reales eran aceptadas con codicia en todo el orbe.
Había paz en el Reino, no existía el ejército, solamente las guarniciones y milicias que están atentas en las costas, para detener las incursiones de los piratas anglosajones, ávidos de rapiña.

Las exploraciones territoriales casi han concluido y la obra de España se iba consolidando para hacer del XVII, el siglo de oro americano.

La familia Monroy e Hijar poseía enormes riquezas. Había abundancia y felicidad para todos los que la rodeaban. Eran cuantiosas las donaciones caritativas para los monasterios y parroquias, para hospitales y colegios.
Sin embargo en los siguientes dos años, la vida de Fray Antonio va a cambiar radicalmente.

El 27 de noviembre de 1673, el Consejo provincial de Nueva España, le nombra Procurador y Definidor de la Provincia en el Capítulo General de loa dominicos a celebrarse en Roma en 1676 para elegir al futuro Maestro general de la Orden.

En 1674, fray Antonio, tiene la pena de perder a su madre poco antes de su salida a los Reinos de España de viaje a Roma para cumplir con el encargo de su Orden.Acababa de cumplir los 40 años de edad.

Existe una referencia en la Crónica de la Universidad de México, del año 1674 donde se asienta que el Padre Antonio de Monroy pide licencia al Arzobispo Fray Payo Enríquez de Rivera para viajar a los Reinos de Castilla en la flota de don Pedro Corvete, Caballero de la orden de Santiago, y en compañía de un criado. Su cátedra de Teología había quedado a cargo del Padre Nicolás Medina.

AMISTAD CON EL PAPA INOCENCIO XI
(Nació en 1611, Papa de 1676 a 1689)

Dios te puso y escogió”

El padre Fray Antonio de Monroy e Hijar, permaneció en la corte de Madrid de 1674 a 1676 pasando a Roma a finales de este último año.

En Roma, por mucho tiempo, los religiosos italianos habían acaparado el puesto de Maestro general de la Orden dominica. La disciplina se había relajado y los dominicos en Europa preocupados mayormente por ganar títulos, se dedicaban al magisterio con preferencia a su labor misionera y defensora de los pobres.
Solamente los jóvenes misioneros españoles seguían pasando por Nueva España en camino a las Filipinas, la China y el Japón, para salvar almas del extremo Oriente. Fray Antonio los había visto muchas veces en la ciudad de México y había aprobado su celo misionero.
La relajación de las costumbres de los religiosos dominicos era evidente y en la segunda mitad del siglo XVII, era necesaria una renovación administrativa.

Llegó la fiesta de Pentecostés del año de 1677, y al convento de la Minerva de Roma iban llegando los procuradores venidos de todo el mundo católico, para elegir Maestro General de la Orden de Santo Domingo.
Una vez reunido el Capítulo, el Cardenal Altieri, a nombre del Papa Inocencio XI iba presentando a cada uno de los 59 votantes.
El Procurador de la Orden en Nueva España fray Antonio de Monroy acaparó la atención de sus hermanos dominicos, por su don de gentes, talento y sabiduría. Su discurso de presentación en elegante latín, así como su agraciada personalidad habían causado estupenda impresión entre todos.
Antes de la votación se habían definido claramente dos bandos que deseaban a uno de sus nacionales para Maestro General.

Españoles y franceses, - los eternos rivales – presentaron sus candidatos poniendo a Su Santidad el Papa, quien presidía la reunión, en un serio problema. Entonces, Fray Tomás Rocaberti el anterior Maestro General se levantó para proponer al novohispano Fray Antonio de Monroy que tan bien había sido recibido.

Monroy, quien pertenecía al mundo hispano de América, era como una corriente de aire fresco en la enrarecida atmósfera del Viejo Mundo. El Sumo Pontífice, aprobó sin reservas su candidatura y Fray Antonio de Monroy fue elegido por mayoría. Éste, sorprendido y apenado, causó estupor entre los asistentes al dirigirse al Cardenal Altieri y luego a Su Santidad. pidiéndo su inmediata renuncia.

Según la relación de Fray Leandro López de Lima, asistente a la elección testifica que: “El Papa Inocencio XI puso su mano en el hombro de fray Antonio, quien permanecía arrodillad,o y le aconsejó:

“Hijo, Dios te escogió y puso en la silla de tu Padre Santo Domingo; y pues Dios te puso y escogió, El te dará virtud y fuerzas para que puedas cumplir con la obligación de Maestro General de tu Orden”.

El elegido bajó la cabeza a los pies de la Suprema Autoridad de la Iglesia y asintiendo al superior mandato repitió:

“Pues Vuestra Santidad me asegura que Dios me eligió y me dará fuerzas y virtud para cumplir con la obligación en que me puso, yo acepto el Oficio de Maestro General de mi Orden”.

Seguramente, entonces, el pensamiento del nuevo Maestro General, habría volado a su Convento de Santo Domingo, a su Colegio de Porta Coelli, a su familia y amigos, a su Nueva España querida.

Éstos no eran sus planes, ahora no podría regresar a su tierra. Quizás, más adelante en un viaje de visita, pero, ¿Cuándo?

Se sentía atado, sofocado, y en la primera oportunidad, pensó, iría a España a ver al Rey, para pedirle su renuncia al Magisterio.

CONSEJERO DEL REY CARLOS II, “el Hechizado”
(Nació en 1661y murió en 1700 )

Ese año de 1677, el joven príncipe Carlos de Habsburgo había llegado a la mayoría de edad, 16 años, por lo que ahora se sentaría en el trono con toda autoridad.

Huérfano de Felipe IV a los cinco años de edad y dejado por su madre Mariana de Austria en manos de preceptores, el niño real deforme y enfermizo, pero de una viva inteligencia, había crecido carente de afecto.

Su desconfianza y timidez no le permitían hacer amistades, el monstruoso prognatismo así como sus piernas temblorosas que le obligaban a caminar apoyándose a las paredes; hacían de él, una patética sombra transparente de sus gloriosos antepasados.

Cuando fray Antonio de Monroy había visitado la Corte recién llegado de América y había sido presentado al, entonces heredero, se acercó a él con amorosa amistad, hablándole de la Nueva España, de su trabajo misionero entre los indios y de su Cátedra de Teología. Carlos quedó muy complacido e impresionado con la confianza que demostraba el dominico, sintiendo consuelo y aliento en sus palabras. Desde entonces quedó sellada una gran amistad entre el Rey y su súbdito, que duraría por el resto de la corta vida del monarca.

Años más tarde, su Majestad le concedió los honores de ser su Capellán, de ser Caballero Cubierto, Grande de España de primera clase, Notario mayor del Reino de León, Limosnero mayor y Juez de su Real Casa y Capilla. Dignidades que ningún criollo americano había recibido hasta entonces.

El literato y científico novohispano don Carlos Sigüenza y Góngora, dice, en su libro “Las Glorias de Querétaro”: “Que el Rey don Carlos II escribía familiarmente y a menudo al Maestro Monroy, consultándole varios negocios de la Corona, y en una ocasión mereció un Decreto todo de su letra, en que mandaba que ningún de los Tribunales conociera las causas de su santo Arzobispo”.

Todo hombre tiene enemigos, pero todo hombre recto y santo, tiene legión de ellos. Y el novohispano los comenzó a tener en el partido francés de su Orden, contrario a los intereses de España.

La estricta disciplina que imponía a todos por igual fue el pretexto, y los franceses comenzaron a intrigar para destituirlo, influyendo con el Papa para que éste le diera un obispado en América o le aconsejara visitar alguna Provincia, alejarlo de Roma y mientras tanto, poner un Vicario francés en su lugar.

Monroy vio la oportunidad para renunciar al generalato y pidió a Carlos II su intervención. Enterado el Rey de estos sucesos, escribió al Papa una carta el 24 de octubre de 1780, apoyando a su amigo y mostrando su disgusto por la preferencia del sumo pontífice hacia Luis XIV. La voz del rey de España aún contaba mucho aunque fuera la del “Hechizado”.

Los franceses se aplacaron, pero fray Antonio insistía en renunciar. Su pensamiento volvía con frecuencia al recuerdo de su Colegio de Porta Coelli, del que había sido Rector. ¡Qué hermosos años, aquellos!, cuándo todo marchaba sobre ruedas.

Entonces en septiembre de 1681, Carlos II creyendo halagar a su amigo y  como si leyese su pensamiento; le ofreció el Obispado de Michoacán que había quedado vacante por traslado al Arzobispado de México del eminente obispo gallego don Francisco Ulloa de Aguiar y Seixas.

Sorpresivamente, a fray Antonio de Monroy  no le agradó el ofrecimiento, e insistió en renunciar a todo para retirase a la vida privada. El asunto quedó pendiente, pero el rey Carlos, conociendo los problemas que su amigo Fray Antonio, tenía como General de los dominicos con el bando francés, pensó en recomendarlo con el Papa para hacerlo Cardenal.

Entonces, se presentó una situación favorable a una salida digna: Quedó vacante la sede arzobispal de ¡Santiago de Galicia!,  el tercer centro de peregrinación de la Cristiandad:

El padre Secundino Martín O.P. dice en su bien documentado libro:

“El Rey Carlos II se fijó en el General de la Orden de Santo Domingo Fr. Antonio de Monroy y lo presentó al Sumo Pontífice Inocencio XI que no dudó un momento en admitir la propuesta regia y elevarle a la alta dignidad de Arzobispo de Santiago de Compostela, aunque para ello tuviese que dejar el Generalato de su Orden. Sin embargo el mismo Pontífice le mandó que, dimitido del cargo, siguiese gobernando hasta que fuera elegido el nuevo General, como así se cumplió”.


EL PALIO ARZOBISPAL DE COMPOSTELA
De l685 a 1715

Su Santidad Inocencio XI impuso el Palio Arzobispal a Fray Antonio el 11 de julio de 1685 en el Vaticano. Y Monroy tuvo que esperar en Roma un año para estar presente en la elección del nuevo General, que pese a la oposición de los españoles, resultó elegido el padre francés Monsieur Cloche.

Al fin libre de su obligación como gobernante dominico, el nuevo Arzobispo se dirigió a la Corte de Madrid para estar un tiempo cerca de Carlos II.

Carlos II de Habsburgo estaba casado desde el año de 1676 con María Luisa de Orleans sobrina del rey de Francia Luís XIV, y prima suya, en “Hechizado” no tenía hijos, ni hermanos menores, éstos tres, habían muerto en la infancia por debilidad. Su hermana mayor Margarita, inmortalizada por el pintor Diego Velázquez en el cuadro de las “Meninas”, también había fallecido. La Corte de Madrid veía con pena la inminente desaparición de la rama primogénita de los Habsburgo, por tanto era apremiante que el rey tuviese descendencia. Hay que recordar que el rey Carlos II era consecuencia de cinco generaciones de matrimonios consanguíneos muy cercanos. Su padre Felipe IV y su madre Mariana de Austria eran tío y sobrina.
La Corte madrileña se empeñaba en que su extraño Rey de 25 años de edad, se comportara con normalidad, cosa imposible dadas las condiciones físicas tan deplorables que presentaba, por lo que algunos estaban firmemente convencidos de que el Rey estaba hechizado y había la necesidad de intentar exorcizarlo. Algunas personas en la Corte creían seriamente que Carlos era víctima de los enemigos de España que intentaban aniquilar a la dinastía.
Entretanto, el Rey se negaba reiteradamente a dejarse exorcizar, pero cuando su amigo dominico volvió a su lado, entonces pensó que tal vez Monroy  pudiera hacer algo a ese respecto, por lo que permitió que solamente él dirigiera la operación.
Tres fueron los intentos del Arzobispo, quien a pesar de su santidad no pudo ahuyentar a ningún demonio, pues no los había. La incapacidad del rey para reproducirse era resultado de la exagerada endogamia y ningún exorcismo le daría la fertilidad.

A principio de noviembre del año 1686 Fray Antonio de Monroy se alejó de Madrid para dirigirse a su nueva Arquidiócesis, tomando posesión en la Catedral de Santiago precisamente el 12 de diciembre, fiesta de la Patrona de México. En su pensamiento bullía otra vez la idea de la renuncia, pues la innata humildad de Fray Antonio rechazaba los honores de su alto puesto.

Sin embargo, en Nueva España, la noticia del nombramiento había llegado y muchos de los ricos parientes del Arzobispo Monroy, orgullo de su familia, no tardaron en pedir licencia al virrey para visitarlo en Galicia.

Fray Antonio, al tomar posesión de su arquidiócesis, encontró las finanzas en muy precario estado. Recortó sus gastos y sus primeros años fueron muy austeros. Sin embargo, la buena administración que ejerció y su extremo ascetismo mejoraron la economía, tanto que se pudo destinar una buena cantidad para obras de caridad.

Las grandes responsabilidades que tenía, por el clima tan húmedo y los constantes ayunos, deterioraron su salud. Así que envió al Rey en dos ocasiones más, su petición de renuncia.

Don Carlos II lo desanimó a ella y le prometió ayuda financiera. Además, le comunicó que estaba por contraer nupcias nuevamente, esta vez con doña Mariana de Neuburg, princesa alemana, y que le preparara una gran recepción en la Coruña y en la ciudad de Santiago, una visita a la tumba del Apóstol. También había dispuesto que Fray Antonio velara su matrimonio en la catedral de Valladolid, como que así sucedió.

En cuanto a su desempeño como arzobispo de Santiago de Compostela; la administración de su Ilustrísima, era óptima, por lo que pudo hacer en aquel entonces, muchas obras de caridad remediando en gran medida los estragos del hambre y de las epidemias que no fueron pocas.

En 1699 todo marchaba sobre ruedas en su arquidiócesis compostelana cuando ese año, quedó vacante la diócesis de la Puebla de los Angeles, segunda ciudad del Reino de la Nueva España.
Fray Antonio de Monroy vio la oportunidad. Pidió oficialmente al Papa ese puesto para regresar a su patria y tal vez con ello, mejorar su salud.
Pero enterados de la petición, “El pueblo, el Cabildo y todos en la ciudad de Santiago, suplicaron al Rey, que no les quitasen tan grande y benemérito Prelado, a cuya súplica accedió su Majestad. La decisión se celebró en todo aquél Arzobispado, con demostraciones de júbilo. El Arzobispo Monroy permanecería en Galicia”. Cuenta don Carlos de Sigüenza y Góngora, en su libro Las glorias de Querétaro”.

Un año después de estos sucesos, el 1 de noviembre de 1700, su gran amigo el Rey moría, a los 39 años de su edad, esta muerte dejó en el ánimo de Fray Antonio una enorme tristeza y la certidumbre de que se acercaban cambios drásticos en la historia de España.

FELIPE V, “El Animoso”.
Rey de 1700 a 1724 y 1724 a 1746

Las guerras de Sucesión que se presentaron entre los principales tronos de Europa, por la muerte de Carlos, sin heredero a la Corona del vasto imperio español, enfrentaron principalmente a los antiguos enemigos: Austria y Francia, quienes además tenían derechos dinásticos en España, por sus estrechos vínculos con la rama primogénita de los Habsburgo.

La rama segunda de la católica Casa de Austria, contra la cristianísima Casa de Borbón, mas Habsburgo que francesa por la sangre.

Ya en los años anteriores al deceso del Hechizado, habían comenzado las presiones de su tío y cuñado, Luis XIV, el Rey Sol, para testar el Imperio a favor de uno de sus numerosos nietos.
El rey más poderoso de Europa salió vencedor y el Testamento de Carlos II, fue a favor de Felipe de Anjou, uno de los hijos de Luis, Gran Delfín de Francia, hijo también de María Teresa de Austria, hermanastra de Carlos.

El biógrafo de Fray Antonio, Padre Secundino Martín, escribe en su libro: “Cuando Felipe V ocupó el Trono de España en 1701, el P. Fr. Antonio de Monroy contaba ya quince años de Arzobispo de Santiago de Compostela; y era sobradamente conocido y querido en la Corte, le cayó bien al nuevo monarca Felipe V quien pronto lo tuvo en la mayor estimación aconsejándose de él cuando lo necesitaba”.

Pero la salud de Monroy iba empeorando, estaba paralítico de medio cuerpo, a veces sentía que le llegaba la muerte, pidiendo al rey Felipe V le concediera su renuncia.
En ese año de 1702 hubo un hecho que signaría una fuerte amistad del Arzobispo con el nuevo Rey.

“VALE SU ILUSTRÍSIMA DE MEDIO CUERPO, MÁS QUE MUCHOS DE CUERPO ENTERO”
Varios sucesos en que intervino el Arzobispo Monroy.

Se acercaba al puerto de Vigo una Flota procedente de Nueva España con un importante cargamento de oro y plata, destinada a la Corona.
No había podido entrar a Cádiz por la presencia de los ingleses en las inmediaciones, así que decidió recalar en Galicia. Pero advertidos los antiguos piratas, - ahora llamados Marina inglesa – y sus aliados holandeses, se aprestaron a apoderarse del tesoro.

En el puerto se encontraban algunos barcos franceses al mando del marqués de Chateureaud que trataron de proteger el cargamento, sin éxito por la superioridad numérica de los anglosajones.

Entonces, sorpresivamente españoles y franceses hundieron los barcos con todo el oro y la plata, burlando al enemigo, pero quedando las tripulaciones desamparadas. Intervino nuestro santo prelado, acogiendo a todos los náufragos en los edificios religiosos de Santiago, proporcionando manutención así como de el posterior traslado a sus lugares de origen.

Poco tiempo después en 1704 y por una traición, la Plaza de Gibraltar cayó en poder de estos piratas, Felipe V quiso recuperarla y, Fray Antonio le envió gruesas sumas de dinero para ayudarlo. Además, el Arzobispo de Santiago tenía ya a punto un regimiento de Caballería, llamado de la Estrella, para lo que se ofreciese, pagándolo de su cuenta. Gibraltar no se pudo recuperar por lo inexpugnable del Peñón.

Felipe V, envió una carta de agradecimiento, que se conserva en el Archivo de Compostela, al Arzobispo Monroy, diciendo que pocos magnates españoles habían hecho algo semejante para el Rey y para la Patria.

Y en cuanto a su tercera petición de renuncia, el rey le contestó: Siga en su, Arzobispado, Ilustrísimo Señor, que vale su persona más de medio cuerpo, que muchos de cuerpo entero”.


JUAN FRANCISCO ALBANI, CLEMENTE XI
Papa de 1700 a 1721

Cuatro Papas supieron de las virtudes de Fray Antonio.

Inocencio XI, Alejandro VIII, Inocencio XII y Clemente XI, con todos los cuales conservó inmejorables relaciones, pero este último sería causa involuntaria de su deceso.

Llevando ya nueve años como Rey  de España, Felipe V no había resuelto definitivamente su corona, las guerras de Sucesión no terminaban, y para colmo, el nuevo Papa propuso a Carlos de Austria  para el trono de Isabel la Católica.

El Papa Clemente escribió a la Corte de Madrid:

“Nos, reconocemos a Don Carlos de Austria como Rey Católico de los españoles, sin perjuicio de otro, y de manera que los derechos de los pretendientes quedaran en pié”

Felipe de Borbón, montó en cólera, expulsó al Nuncio y decretó que los españoles rompieran toda relación con el Sumo Pontífice. Entonces, Fray Antonio no pudo quedarse callado ante tal exabrupto que de llevarse a efecto; significaría un cisma más en la Iglesia como los había habido en Europa.

La peligrosa situación mereció una larga carta de Arzobispo al secretario del Rey, cuyo tenor viril y de heroica valentía, puede resumirse en esta frase:

“La espada de Dios es la que me espanta, no la del Rey”.

Fray Antonio de Monroy escribió otras dos cartas al rey, protestando por su intención de confiscar los bienes de la Iglesia, Cartas que posteriormente le costarían al Arzobispo grandes disgustos.

Veamos cuales fueron las consecuencias de esas cartas:


AÑO DE 1715


“El invierno gallego se acercaba presuroso, la lluvia se hacía más molesta y las brumas envolvían a Santiago. En el Palacio arzobispal un hombre languidecía.

Uno de sus biógrafos, José Saravia y Lezama escribió:

“El aposento era de regulares dimensiones, bastante sombrío,  poca era la decoración. Más se parecía a la celda de un pobre monje, que a la de un arzobispo custodio del santo patrón de España. Cerca de una ventana y bajo un pesado dosel, estaba colocado el lecho de Fray Antonio”.

“El colchón, desnivelado por el peso del doliente, que hacía poco más o menos diez años, la ocupaba con harta frecuencia. Este lecho era incómodo, “vestido” con sábanas percudidas y mal remendadas, que su dueño, en un acto de humildad había compuesto durante sus largas vigilias”.

El arzobispo de Santiago estaba tullido, sus piernas no le obedecían más, se veía obligado a permanecer postrado todo el tiempo.

Hasta ahora la lucidez de su mente y su fe indestructible en Dios, le había mantenido alerta y con cierta fuerza física, pero ese día se sentía desfallecer.

Con voz débil había llamado a su asistente y éste, a sus hermanos de la Orden. Esa mañana había recibido todos los auxilios espirituales y alguien colocó el crucifijo en sus manos.

Con la vista recorrió su dormitorio, posándola brevemente sobre las pinturas colgadas en los muros. Aparte de un crucifijo de marfil, estaban: Santo Domingo de Guzmán , Santa Rosa y San Luis Beltrán, juntos en un muro. En otro espacio y sin acompañantes: Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe, pintura que había mandado traer desde México cuando fue electo General de su Orden.

Un poco más lejos, estaban San Pío V, Inocencio XI y Clemente XI, el Papa actual. ¡Su Beatitud Clemente! ¡Cómo me ha costado defenderte!, pensó el doliente.

¿No acaso esta agonía era resultado del disgusto que sentía Fray Antonio por la sentencia en contra de su dignidad de Arzobispo? Por la injusta Auditoría que la Corona había lanzado contra él.

Sentencia que cuestionaba la administración económica del palacio arzobispal por sus muchos parientes.

Durante más de 40 años de la vida de fray Antonio por Europa, fueron numerosos los parientes y amigos que le acompañaron en diversas épocas. Se sabe especialmente de su hermano Andrés, también dominico como él, así como su sobrino fray Antonio de Villaseñor y Monroy, quien le dedicó una sentida oración fúnebre a pocas semanas de su muerte.

Fray Antonio de Monroy sabía, que era solamente un pretexto para atacarlo. Pues  el golpe venía de más atrás y de lo más alto, cuando escribió a Felipe V, defendiendo a la cabeza de la Iglesia y al pueblo español.
Esta auditoría a sus finanzas en el estado de postración que la enfermedad le tenía y su mucha edad le impedían defenderse con energía, era la venganza del primer rey  Borbón, así como la felonía de sus consejeros franceses quienes pretendían, con artimañas, enemistar a la Iglesia española con el Papa Clemente XI. Ellos querían repetir lo que el impío rey de Inglaterra había hecho casi doscientos años antes con su propia Iglesia.

¡Eso no podía repetirse en España!,  y por no callar, había escrito unas cartas.

¡Esas tres cartas dirigidas al Rey!......Escritas con erudición y talento, pero con pasión por España y por la unidad religiosa con su Pastor. España, no debía seguir el ejemplo de los obispos apóstatas franceses que habían atacado al Papa y al Rey Felipe II, durante el Concilio de Trento.

Esas tres cartas, duras pero justas, llenas de hidalga valentía española. Eran la causa de este golpe fatal, que sus ochenta y un años de edad y su debilidad física no podían soportar.

El arzobispo entrecerró los ojos y sintió cómo un cálido rocío envolvía su persona y al decir de los hermanos que entonaban letanías, sonrosó su rostro.
Entonces su pensamiento se alejó en el tiempo y el espacio. Eran las seis y media de la fría y oscura tarde del 7 de noviembre, vísperas de los Santos de su Orden del año de 1715, cuando a su Ilustrísima le faltaron las fuerzas, entregando su alma al Creador, a la  edad de ochenta y un años, cuatro meses y un día. Había sido Arzobispo de Santiago de Compostela por 30 años y 5 meses.


SU OBRA:

Dejaré al Señor Santiago tan rico y compuesto que no lo reconocerá ni su madre que lo parió”.


Fray Antonio quiso emular en todo a su Padre Santo Domingo de Guzmán: Por su humildad y caridad con los pobres sobre todo. Su afán misionero no decayó mientras su salud se lo permitió, su paciencia y consejos para todos, sin distinción de clases, así como su valiosa ayuda aún a la Corona, fueron una constante en su larga vida.
Cuando Fray Antonio tomó posesión de su sede encontró que si bien la Catedral Compostelana era el mayor centro de peregrinación de España, su estado de conservación, tanto interior como exterior, dejaba mucho que desear.

El sentido de la grandeza que tenía Fray Antonio, no podía ignorar su estado lamentable y, sus biógrafos cuentan una graciosa anécdota ocurrida en esa ocasión:

Cuando el arzobispo vio la estatua del Señor Santiago  en su estado original, de piedra desnuda y sin adornos comentó: “Van ustedes a ver que pronto dejaré al Señor Santiago, tan rico y compuesto que no le reconocerá ni su madre que lo parió”.

Por otro lado, las rentas del Arzobispado y las suyas propias habían aumentado considerablemente, por lo que ya había suficiente dinero para muchas obras de arte que proyectó y llevó a cabo con los años.

El Padre Santiago Rodríguez en su libro “Dominico gloria de Querétaro”, dice:

“A la Catedral de Santiago, su Esposa, la hermoseó y la enriqueció con esplendidez y cariño, invirtiendo en ella sumas enormes, que a él le parecían siempre poco para satisfacer el amor tan grande que por ella y por su Amo el Apóstol sentía”

Enumerar todas las obras que Monseñor Monroy dejó, haría a una larga lista, por esta razón nos limitaremos a citar las más importantes, sin embargo en un anexo nos proponemos enumerar todas las conocidas.

A principios del siglo XVIII, mandó traer de México más de cuarenta y cuatro arrobas de plata – más de media tonelada -, para diversos adornos del interior de la Catedral.

Comenzando por:

+ La magnífica esclavina engarzada de joyas, el resplandor de la estatua del Santo y el revestimiento del sillón de madera.
+ Los frontales de plata repujada en el altar mayor de la Catedral
+ El revestimiento de plata de las rejas de hierro.
+ Los innumerables candelabros y candiles.
+ El grandioso Órgano de la Catedral, donativo personal de Monroy.
+ Un Botafumeiro de plata que permaneció ahí hasta que las tropas de Napoleón se lo robaron.
+ Una Custodia de plata dorada con baldaquín ricamente enjoyada, que actualmente se puede ver en Sala del Tesoro, frente a un cuadro de la Virgen de Guadalupe, enmarcada en plata.
+ La restauración de muchas casas de monjas y religiosos que estaban en ruinas.
+ Obras nuevas en el Palacio arzobispal y otros edificios.
+La hermosa capilla de la Virgen del Pilar, dentro de la catedral, donde está su Cenotafio y sus Restos. Esta Capilla que su Ilustrísima la había comprado para su privacidad, pues cuando podía hacerlo, iba a rezar en soledad y paz. Merece una descripción aparte y detallada. Pero ahora, solamente diremos que es frontera de la escalera por la cual, los peregrinos suben al Camrín del Apóstol. Está al fondo de la nave lateral derecha  y pasando el Crucero.
Toda la Capilla dedicada a la Virgen del Pilar, es lujosa, quizás ostentosa, en enorme contraste con la personalidad humilde de Fray Antonio.

Ahí dentro, bajo el arco sepulcral, puede leerse su epitafio en latín, que los padres Secundino Martín O.P. y Santiago Rodríguez O.P. tradujeron así:

A Dios, Al Santísimo, Al Grande

Detente, viajero, lee y llora

“Llora al Prelado insigne arrebatado a la vida; pero no, antes bien canta al Príncipe santo, al portento del Nuevo Mundo. Al gran Prelado que en vida fue espejo de todos y llenó con sus hechos y con su fama ambos mundos. El Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. D. Fray Antonio de Monroy, mejicano, de la sagrada familia de Predicadores, Prefecto General de toda la Orden, después Arzobispo dignísimo de esta alma Iglesia que gobernó por espacio de treinta años, cinco meses y tres días. El que casi desde niño fue el primero entre los Doctores Mexicanos; y ya adulto pareció más que hombre. Está encerrado en este pequeño sarcófago. Roma pregona su ingenio fecundo, elocuente, su humildad grande, su prudencia, equidad, misericordia, magnificencia. Y en Compostela hablan hasta las cosas mudas; y sin embargo ved que yace aquí el que amparó a todos y restauró todas las cosas: a todos: huérfanos, viudas, ascetas, sacerdotes, soldados, pobres, a todos, nacionales y extranjeros. Todas las cosas: templos, capillas, hospitales, conventos y la música sagrada. Para todos, magnífico, munífico, solo para sí estrecho y parco. Muchas veces dudaron sus mayordomos si distribuyó más de lo que recibió.
Adornó a su Esposa, la dotó y la enriqueció con preciosas alhajas, con una maravillosa imagen, con una fiesta solemne a la Virgen de Guadalupe de México y al morir dio por apoyo al templo del gran Santiago, para que jamás caiga, ni se conmueva, la protectora columna de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. Instituyó la fiesta del Buen Ladrón, para que se arrepientan los ladrones. Ensalces todos a aquél a quien pocos conseguirán parecerse.

“Murió el siete de noviembre del año de 1715. Seis lustros llevó sobre sus hombros el Gobierno de la Diócesis de Compostela aquel extraordinario héroe americano. Con ambas manos la sostuvo. Dejó al morir en lugar suyo la Columna de la Virgen. Cante ya la sonora fama: Plus Ultra.

Lo anteriormente dicho es un resumen de su vida.

Agregaremos nosotros que Fray Antonio, cuando salió de Nueva España camino de Roma en 1674, en lo que parecía un corto viaje. Seguramente no pensó que esa ausencia de su patria, sería para siempre.

Honores, Poder, Gloria y Riquezas, todo lo obtuvo sin desearlo, pero su constante impulso de regresar a su tierra, para vivir en su celda del Convento de Santo Domingo de México, quedó incumplido.
Luis Gonzalo Pérez de León Rivero.
Ciudad de México,3 de junio del 2006.

                                                                                                                            EDITÓ: LUIS OZDEN 

Bibliografía

+ Fuentes Domínguez Gregorio
    “Santiago, sus monumentos y su arte”

+ Lafuente Modesto
   “Historia General de España”

+ Martín O.P. Secundino
   “Fray Antonio de Monroy”

+ Enciclopedia de México

+ Nueva Enciclopedia Sopena

+ Rodríguez O.P. Santiago
“Dominico gloria de Querétaro”

+ Sarabia y Lezama José
“Biografía de su Ilustrísima, Fray Antonio de Monroy

+ Sigüenza y Góngora Carlos
“Glorias e Querétaro