Entre el 7 y 14 de
julio de 1520 se desarrollaron varios sucesos, muy dispares en las
consecuencias relativas a la Conquista de Hernán Cortés sobre las huestes de
los mexicas o cohlúas. Desde que el Conquistador y sus compañeros entraron en
guerra declarada por la supervivencia de uno de los contrarios: El Poder meshica o los Conquistadores españoles y sus aliados
indios; Hernán Cortés y sus capitanes y soldados, unidos a los numerosos
escuadrones enemigos de los mexicas, especialmente totonacas y tlaxcaltecas o
el Poder cohlúa que con sus
guerreros en bloque les mostraba la ofensiva. Por lo tanto, la decisiva batalla
de Otumba, fue el parte aguas que
delimitó nitidamente los dos bandos de la guerra.
Para esta
exposición de los hechos voy a seguir la relación que de ella hace el soldado
cronista Bernal Díaz del Castillo
(1) en su “Historia de la Verdadera
Conquista de la Nueva España”, para lo cual seguiré el Capítulo 128 de la
versión paleográfica de don Genaro García
en 1904, al códice autógrafo de 1568, llamado el manuscrito de Guatemala. No he cambiado el texto ni
el lenguaje, únicamente la ortografía, para dar mayor facilidad a la lectura de
su Relación.
(1) Asiento
algunas notas genealógicas de Bernal Díaz del Castillo. Según don Edgar Juan
Aparicio, Marqués de Vistabella. Del tercer tomo del Códice autónomo, 1568, que
el Gobierno del Estado de Chiapas, México, publicó en 1992.
La familia Díaz
del Castillo es originaria del valle de Toranzo en donde tuvieron su primer
solar hidalgo, pasando después a establecerse en Medina del Campo (Cerca de la
ciudad de Valladolid, España).
Bernal
Díaz del Castillo era hijo de don Francisco Díaz del
Castillo, llamado el “Galán”, natural y Regidor de Medina del Campo, y de su
mujer doña María Díez Rejón. Nació en Medina del Campo hacia el año de 1496,
pasó al Nuevo Continente en 1514 acompañando a Pedrarias Dávila para reforzar
la conquista de Vasco Núñez de Balboa en el Darién. Después pasó a Cuba desde
donde acompañó a Francisco Fernández de Córdoba y Juan de Grijalva en las dos
expediciones previas a la de Hernán Cortés y la conquista del Poder Cohlúa.
Estando también en las expediciones a Yucatán, Honduras y Guatemala, donde
finalmente se asentó. Casó por segunda vez con doña Teresa Becerra hija del
conquistador Bartolomé Becerra, tuvo varios hijos, entre ellos a Francisco
quien fue su ayudante en la escritura de la Relación Verdadera de la Conquista
de Nueva España, porque Bernal en 1568 cuando la relató, estaba prácticamente
ciego. Murió Bernal, casi a sus noventa años e1 3 de febrero de 1584. En la
ciudad Antigua de Guatemala y sus restos quedaron sepultados en la Catedral. Existe
un digno monumento a su persona, con un busto de bronce y el escudo de sus
armas en la ciudad capital de Guatemala. Otro busto más modesto se le ha
levantado en el centro histórico de
Medina del Campo, España.
También, he de
advertir que cuando Bernal Díaz del Castillo escribe México y mexicanos, se está refiriendo a la casta cohlúa de los que
gobernaban y vivían en la isleta de Meshico-Tenochtitlan, capital del poderoso reino
al que estaban sometidas las demás tribus y poblados alrededor de las lagunas
del altiplano; ninguno de estos se llamaban a sí mismos como “meshicas” ni mucho menos la voz
españolizada “mexicanos” que usa Bernal en toda su Relación. Muchos lectores
han confundido el significado que le da Bernal Díaz, al término “mexicano” con
el que se refiere a los pobladores de todo el Anáhuac. De ninguna manera hay
que entenderlo así. Los meshica eran solamente los pobladores de la capital, y
el término “azteca” que algunos les
dan, ni siquiera era conocido por ellos.
La ciudad de
Meshico y sus pobladores componían la élite religiosa y política que detentaba
el poder de ese Estado dictatorial, que
podríamos llamarlo como imperial a la manera de los antiguos romanos, porque sus
jefes eran elegidos por la élite cohlúa. Aunque la diferencia esencial con el
concepto de Imperio o emperador, es que los jefes máximos de los meshica eran dos en el gobierno, como el
“Hueitlatoani” (El que habla más fuerte, el que manda más) y su gemelo el
Cihuatl-cúatl; el Gemelo o cuate que todo gobernante máximo de los
meshica debía tener.
ANTECEDENTES
Bernal describe en
su amena historia los antecedentes del encuentro y choque de Otumba:
“Y con cinco
indios tlaxcaltecas que atinaban el camino de Tlaxcala, sin ir por camino nos
guiaban con mucho concierto, hasta que llegábamos a unos caserías de un cerro que
estaban y ahí, junto a un adoratorio como fortaleza a donde nos reparamos.
Quiero tornar a decir que íbamos seguidos de los mexicanos (sic) que con
flechas y varas y pedradas que con sus ondas nos tiraban, y como nos cercaban,
dando siempre en nosotros es cosa de espantar……. Y mataban muchos de nosotros
que nos defendíamos”.
“En aquel Cu (templete
para los sacrificios) e Fortaleza nos
albergamos y se curaron los heridos…..pues de comer, ni por pensamiento…… y en
aquel adoratorio, después de ganar la gran ciudad de Meshico hicimos una
iglesia que se dice Nuestra Señora de
los Remedios, muy devota, y van agora, en romería muchos vecinos y señoras
para hacer novenas…… qué lástima era ver curar y apretar con algunos paños nuestras
heridas, y como habían resfriado y estaban hinchadas, dolían.”
“Pues más de
llorar fue de los caballeros y esforzados soldados que faltaban, los de Cortés
y los de Narváez…… el Juan Velázquez de León, su mujer doña Elvira, Francisco
de Saucedo, Francisco de Morla, el buen jinete Lares y el astrólogo Blas Botello.”
Tornemos a decir
como allí quedaron en las puentes muertos, ansí los hijos e hijas de Moctezuma,
como los prisioneros que traíamos, y el Cacamatzin señor de Texcoco y otros
Reyes de provincias……. Y estábamos pensando en lo que por delante teníamos, y
era que todos estábamos heridos y no escaparon sino 23 caballos, y de los tiros
y artillería, y pólvora no sacamos ninguno, las ballestas fueron pocas….y lo
peor de todo era que no sabíamos la voluntad que habíamos de hallar en nuestros
amigos de Tlaxcala. Además de esto, siempre cercados de mexicanos(sic)……
acordamos nos salir de allí, a media noche, y con los tlaxcaltecas, nuestros
guías por delante, con muy buen concierto, caminar los heridos en medio y los
cojos con bordones, y algunos que no podían andar y estaban muy malos, a ancas
de caballos cojos que eran para batallar. Y los de a caballo que no estaban
heridos adelante.
E a un lado y a
otro repartidos, y de esta manera todos nosotros, los que más sanos estábamos,
haciendo rostro y cara a los mexicanos, y los tlaxcaltecas heridos dentro del
cuerpo de nuestro escuadrón, porque los mexicanos(sic) les iban siempre picando, con grandes voces y
gritos….. y decían allá: iréis donde no quede ninguno de vosotros con vida…….
He de escribir el
contento que recibíamos de ver viva a nuestra doña Marina y nuestra Doña Luisa
la hija de Xicoténcatl, que las escaparon en las puentes unos de los
tlaxcaltecas, y también una mujer (española) que se decía María de Estrada, que no teníamos otra mujer de Castilla sino
aquella, y los que las escaparon, y salieron primero de las puentes, fueron
unos hijos del Xicoténcatl, hermanos de Doña Luisa, y quedaron muertas las más
de nuestras naborías (las servidoras) que nos habían dado en Tlaxcala y la
ciudad de México.
Y siempre los
mexicanos(sic) siguiéndonos y como se juntaban muchos y procuraban de nos
matar, y nos comenzaban a cercar y tiraban tantas piedras con hondas que
mataron a dos de nuestros soldados e hirieron a muchos de los nuestros en un
paso malo……….Y también nosotros matamos a algunos de ellos a estocadas…..y así
dormimos en aquellas casas y comimos un caballo que mataron.
LA
GRAN BATALLA
E poco más de una
legua de allí, ya que creíamos ir en salvo, vuelven nuestros corredores de
campo que iban descubriendo y dicen que están los campos llenos de guerreros
mexicanos(sic) aguardándonos…...
E cuando lo oímos
bien que teníamos temor, pero no para desmayar ni dejar de encontrarnos con
ellos y pelear hasta morir…. Y allí reparamos un poco, y se dio orden de como
se había de entrar E salir los de a
caballo, a media rienda, y que no se parasen a lancear, sino las lanzas por
rostros hasta romper sus escuadrones. E que a todos los soldados, las estocadas
que les diésemos, les pasáramos las entrañas, y que hiciésemos de manera que
vengásemos muy bien nuestras muertes y heridas por manera de que, si Dios fuese servido, escapásemos con las vidas y
después de nos encomendar a Dios, e a Santa María muy de corazón, e invocando
al nombre del Señor Santiago, desde que vimos que nos comenzaban a cercar.
De cinco en cinco de a caballo, rompieron contra ellos y todos nosotros
juntamente…….
Oh que cosa era de
ver esto, tan temerosa y rompida (sic) batalla, como andábamos tan revueltos
con ellos, pie con pie y qué cuchilladas y estocadas les dábamos, y conque
furia los perros peleaban, y que herir y matar hacían en nosotros, con sus
lanzas y macanas y espadas de dos manos, y los de caballo, como era el campo
llano, como alanceaban a su placer, entrando y saliendo. Y aunque estaban heridos ellos y sus caballos no dejaban de batallar
muy como varones esforzados, pues todos nosotros los que no teníamos caballo,
parece ser que a todos se ponía doblado esfuerzo, que aunque estábamos heridos
y de refresco teníamos otras heridas, no curábamos de las apretar por no nos
parar a ello que no había lugar, sino con grandes ánimos apechugábamos con
ellos a darles estocadas.
Pues quiero decir
cómo Cortés y Cristóbal de Olid y Gonzalo de Sandoval, y Gonzalo Domínguez y un
Juan de Salamanca los cuales andaban de una parte a otra y aunque bien heridos,
rompían los escuadrones, y las palabras e Cortés decía a los que andábamos
envueltos con ellos, que la estocada o cuchillada que diésemos fuera en señores
señalados, porque todos traían grandes penachos de oro y ricas armas e divisas,
pues ver cómo nos esforzaba el valiente y animoso Sandoval e decía: ¡Ea señores! ¡Que hoy es el día que hemos
de vencer, tened esperanza en Dios que saldremos de aquí vivos para algún buen
fin!, E a nuestros soldados que los
herían e los mataban eran muchos.
Y dejemos esto, y
volvamos a Cortés y Cristóbal de Olid y Sandoval y Gonzalo Domínguez y otros
soldados que aquí no nombro. Y Juan de Salamanca y todos los soldados poníamos
grande ánimo a Cortés para pelear, y
esto Nuestro Señor Jesucristo e Nuestra Señora la Virgen Santa María, nos lo
ponía en corazón, y el señor Santiago que ciertamente nos ayudaba. Y quiso
Dios que llegó Cortés con los capitanes ya por mí memorados que andaban en su
compañía. A la parte donde andaba con su gran escuadrón el general de los
mexicanos (sic) con su bandera tendida con ricas armas de oro y con grandes
penachos de argentería, y (desde) que lo vio Cortés, con otros muchos mexicanos(sic)
que eran principales, que todos traían grandes penachos, dijo a Gonzalo de
Sandoval y a Cristóbal de Olid y Gonzalo Domínguez, y a los demás capitanes: ¡Ea señores rompamos contra
ellos y no quede ninguno de ellos sin herida! Y encomendándose a Dios arremetió
Cortés…..y dio un encuentro con el caballo al capitán mexicano (sic) que le
hizo abatir su bandera, que aún no había caído del encuentro que Cortés le dio.
Fue
Juan de Salamanca, ya por mi nombrado, que andaba con Cortés en una buena yegua
hovera que le dio una buena lanzada y le quitó el rico penacho que traía, e se
lo dio luego a Cortés diciendo pues…… que era suyo…..que
lo encontró primero y lo hizo abatir su bandera y le hizo perder el brío de
pelear con sus gentes…… Desde obra de tres años su Majestad se lo dio por Armas
(escudo heráldico) al Salamanca, y lo tienen sus descendientes en sus
reposteros.
Pero
volvamos a nuestra batalla que nuestro Señor Dios fue servido, que muerto aquel
capitán, que traía la bandera mexicana (sic), y otros muchos que ahí murieron,
aflojó su batallar. Y todos los seguían los de a
caballo, y ni teníamos hambre ni sed,
sino que parecía que no habíamos pasado ningún mal ni trabajo, seguíamos la
victoria matando e hiriendo, pues nuestros amigos los de Tlaxcala estaban
hechos unos leones y con sus espadas y montantes, y otras armas que allí
apañaron lo hacían muy bien y esforzadamente…..
Ya
vueltos los de a caballo de seguir la victoria, dimos muchas gracias a Dios que
escapamos de tan gran multitud de gente. Porque no se había visto ni hallado en
todas las Indias, en batalla que se haya dado tan gran número de guerreros
juntos porque allí estaba la flor de México (sic) y de Texcoco
y de todos los pueblos que están alrededor de la Laguna y otros muchos sus
comarcanos, y los de Otumba y los de Saltocan.
Ya con pensamiento
que de aquella vez no había de quedar “roso
ni velloso” de nosotros. Pues, que armas que traían….. e divisas y todos
los más, capitanes y personas principales.
Allí donde fue
esta reñida y nombrada batalla, allí
junto se puede decir, donde Dios nos escapó con las vidas, estaba un
pueblo que se dice Otumba, la cual batalla tienen muy bien pintada, en retratos
tallada, los mexicanos(sic) y tlaxcaltecas entre otras muchas batallas que con
los mexicanos(sic) hubimos hasta que ganamos a México(sic).
Y
tengan atención los curiosos lectores que esto leyeran;
que cuando entramos al socorro de Pedro de Alvarado en México (sic) fuimos por
todos sobre más de mil e trescientos soldados, con los de a caballo que fueron
97 y ochenta ballesteros, y otro tanto escopeteros, a más de dos mil
tlaxcaltecas y metimos mucha artillería.
Y fue nuestra entrada en México (sic), día
del Señor San Juan (24 de junio) de mil e quinientos veinte años (1520), e fue nuestra salida huyendo a diez del mes
de julio (10 de julio de 1520) del dicho año.
Y
fue esta batalla de Otumba a catorce del mes de julio (14 de julio de 1520)
E quiero dar otra
cuenta que tantos nos mataron, ansí en México como en puentes e calzadas, como
en todos los reencuentros y en esta de Otumba, y los que mataron por los
caminos, digo que en obra de cinco días fueron muertos y sacrificados sobre
ochocientos y setenta soldados, con setenta y dos que mataron en un pueblo que
se dice Tuxtepec, y cinco mujeres de Castilla, todos estos eran los de
Narváez…..y mataron sobre mil tlaxcaltecas.
E Cortés nos dijo
que éramos pocos, que no quedábamos sino
cuatrocientos e cuarenta con veinte caballos y doce ballesteros y siete
escopeteros y no teníamos pólvora y todos heridos y cojos y mancos y que
mirásemos muy bien cómo nuestro Señor Jesucristo servido de escaparnos con las
vidas por lo cual siempre le hemos de dar muchas gracias y loores, y que
volvimos otra vez a disminuirnos en el número y copia de los soldados que con
él pasamos y que primero entramos en México (sic) cuatrocientos soldados y que
nos rogaba que en Tlaxcala no les hiciéramos enojo ni les tomásemos ninguna
cosa y esto dio a entender a los de Narváez porque no estaban acostumbrados a
ser sujetos a capitanes en las guerras como nosotros, y más dijo que tenía
esperanza en Dios que (a los de Tlaxcala) los hallaríamos buenos y muy leales.
Pero si otra cosa fuese, la que Dios no permita, que nos han de contrariar. Que
debíamos andar los puños con corazones fuertes y brazos vigorosos y que para
eso, fuésemos muy bien apercibidos.
Y con nuestros
corredores de Campo adelante, llegamos a una fuente que estaba en una
ladera, y allí estaban unas como cercas y mamparas de tiempos viejos. Nuestros
amigos tlaxcaltecas dijeron que allí partían términos entre los mexicanos (sic)
y ellos, y de buen reposo nos paramos a nos lavar y a comer de la miseria
que traíamos.
Luego, comenzamos a marchar y fuimos a un
pueblo de tlaxcaltecas que se dice Gualtipan donde nos recibieron y nos daban
de comer, más no tanto, sino se lo pagábamos con algunas piezas de oro y
chalchihuis (3) que llevábamos algunos de nosotros, no nos lo daban de balde, y
allí estuvimos un día curando nuestras heridas y de nuestros caballos.
(3) Chalchihuitl o
chalchihuites eran pedrezuelas de un mineral verde parecido a las esmeraldas,
entre los indios eran piezas de gran valor religioso y económico. Los que
pertenecían a la élite mexica las usaban como joyas.
DISCURSO
DE MATZICATZIN
En la cabecera de
Tlaxcala vinieron mase Escaçi
(Matzicatzin) y Xico tenga (Xicoténcatl) el Viejo y otros muchos caciques y
principales y todos los más, los vecinos de Guaxoçingo (Huajotzingo) y como
llegaron a aquel pueblo fueron a abrazar a Cortés y todos nuestros capitanes y
soldados, y llorando algunos de ellos dijeron a Cortés: ¡Oh Malinche, y como
nos pesa de vuestro mal y de todos vuestros hermanos y de los muchos de los
nuestros que con vosotros han muerto. Ya os lo habíamos dicho muchas veces que
no os fiaseis de gente mexicana (sic) porque un día u otro os habían de dar
guerra, no me quisisteis creer, ya hecho es, no se puede al presente más que
curaros y daros de comer, en nuestras casas estáis. Descansa e iremos luego a
nuestro pueblo y os aposentaréis. Y no
pienses Malinche, que has hecho poco en escapar con las vidas, de aquella tan
fuerte ciudad, con sus puentes. Y yo te digo, que si antes os teníamos por muy
esforzados, agora os tengo en mucho más.
Bien sé, que
llorarán muchas mujeres e indios de estos nuestros pueblos, las muertes de sus
hijos y maridos y hermanos y parientes, no te congoges por ello, y mucho debes
a tus dioses que te han aportado aquí y salido de tanta multitud de guerreros
que os aguardaban en lo de Otumba, que cuatro días había que lo supe que os
esperaban para os matar, yo quería ir en vuestra busca con treinta mil
guerreros de los nuestros e no pude salir a causa de que no estábamos juntos y
los andaban juntando.
Cortés y todos
nuestros capitanes los abrazamos y le dijimos que se teníamos en mucho, y
Cortés les dio a todos los principales joyas de oro y piedras que todavía se
escaparon, cada cual soldado lo que pudo y ansí mismo dimos, algunos de
nosotros a nuestros conocidos de lo que teníamos,
Pues qué fiesta y
que alegría mostraron con doña Luisa y doña Marina desque las vieron en
salvamento, y qué llorar y tristeza tenían por los demás indios que no venían y
quedaron muertos. En especial el Mase Escaçi por su hija doña Elvira y lloraba
la muerte de Juan Velázquez de León a quien la dio.
Y de esta manera
fuimos a la cabecera de Tlaxcala con todos los caciques. Cortés y los caciques
se aposentaron en las casas de Mase Escaçi. Y Xicontega dio sus aposentos a
Pedro de Alvarado. Allí nos curamos y tornamos a convalecer, y aún se murieron
cuatro soldados y a otros que las heridas no se les habían sanado. Y dejarlo
aquí, y diré lo que más pasamos.
Bernal
Díaz del Castillo, capítulo CXXVIII.
UNA
ACLARACIÓN Y ALGUNAS REFLEXIONES
Respecto a la
aclaración, he de decir que en la fecha de la Batalla de Otumba hay
discrepancia entre los historiadores, no se ha querido aclarar imparcialmente
ese hecho histórico, como muchos otros en nuestra historia nacional. En este pequeño texto me he propuesto seguir
la información que escribió el soldado Cronista Bernal Díaz del Castillo, que
los investigadores tenemos de él, la amena veracidad de un soldado que vivió,
participó y sufrió los pormenores de esa gesta única y primordial para nuestro
país, en los momentos de su nacimiento. La
fecha de la Batalla de Otumba que hemos
tomado de sus apuntes, es el 14 de julio
de 1520. Bernal a sus 24 años de
edad era soldado de a pie, porque
durante todos esos primeros años de la Conquista no tuvo el dinero suficiente para comprarse un caballo.
Comparativamente con nuestra época los caballos eran mucho más caros que los
automóviles para los jóvenes del tercer milenio.
En cuanto a las Reflexiones, primero hay que hacer
notar, cuando leemos lo referente a la Batalla de Otumba, que humanamente era
imposible obtener la victoria de un total de unos seiscientos españoles y poco menos de mil tlaxcaltecas, contra los
numerosos escuadrones aliados de los mexicas. De poco hubieran valido los
caballos y los tiros ante la avalancha de guerreros enemigos.
Por tanto, he de afirmar sin ambages que en los hechos
históricos, debe ser tomado en cuenta lo
imponderable, lo sobrenatural y no quedarse en lo meramente material y
naturalista de la historia humana.
Por la descripción
de Bernal vemos que la Fe cristiana
era, en los soldados españoles, parte integrante de sus personas. Antes de
entrar en batalla se encomendaban a Dios,
a la Virgen María y a los santos, para que les dieran la victoria sobre
Satanás quien tenía bajo su poder a los habitantes nativos del Nuevo Mundo.
LA
HISTORIA DISTORSIONADA QUE SE ENSEÑA
Es de lamentar la enseñanza parcial y distorsionada por
materialista, que los pobres niños
de las escuelas primerias y secundarias reciben de sus profesores “laicos”, más bien ateos y picados
de ideas marxistas, que desprecian con
soberbia a Cristo y a su Doctrina, Fe de la mayoría del pueblo mexicano.
Un ejemplo muy
difundido de lo anteriormente expuesto, es la mentira y mala voluntad que ha
difundido desde hace casi doscientos años, el Partido Liberal Mexicano sobre el
pueblo católico: Como es, la supuesta traición de los tlaxcaltecas a su “raza
mexicana”.
La gran mayoría de
los mexicanos actuales, que por su nociva inercia, juzgan de esa manera al
pueblo tlaxcalteca y a los indios que se unieron a los soldados de Hernán
Cortés; llaman traidores a los
tlaxcaltecas. La enseñanza de la Historia, deformada, como hemos expuesto,
pasa por alto el odio por generaciones, de
todas las tribus indígenas, sometidas al Poder Mexica. Ya no podían
soportar la explotación de la élite que desde
Meshico-Tenochtitlan ejercía cruel y despiadadamente sobre los tlaxcaltecas y
otros pueblos comarcanos. Los Tlaxcaltecas, después de su heroica defensa ante el paso por su tierra de Cortés
con sus tropas y aliados totonacos, viendo que no podían hacerle frente;
decidieron en común acuerdo, sus cuatro caciques mayores, “hacer generación con los recién
llegados españoles, ofreciendo a sus doncellas para que tuvieran hijos de los
teúles principales, y así vengarse del Poder Mexica” con esto demostraron ser más inteligentes que
sus enemigos ancestrales.
Como premio por su
lealtad a la Corona Española, ésta, los nombró en conjunto: PUEBLO HIDALGO, los
exentó de varios impuestos, les dio la primera Diócesis de toda Tierra Firme,
permisos para que sus caciques viajaran a España, y que acompañaran a los
españoles en todos sus descubrimientos y conquistas. A Sudamérica, al Norte de
América y a las Islas Filipinas, donde los tlaxcaltecas fundaron colonias.
Solamente la
investigación y la difusión de La Verdad Histórica por medio de la enseñanza a
los niños y jóvenes mexicanos y, desde luego, a los hispanoamericanos también,
los hará conscientes de su cristianismo, de su cultura mediterránea y de la
Historia.
LUIS OZDEN
luisozden@gmail.com