lunes, 24 de marzo de 2014

Fray Martín de Valencia




Hoy 21 de marzo tenemos una efeméride de oro, porque se trata de recordar en este día, la entrega del alma a Dios Nuestro Señor, de uno de los verdaderos héroes del pueblo católico mexicano. Fray Martín de Valencia fue un hombre santo y por tanto héroe de la evangelización de los paganos del centro de nuestro país.
A pedido de Hernán Cortés al Emperador Carlos, para que se enviaran a la naciente Nueva España, religiosos santos, que dieran con sus obras pías ejemplo a los indios para su cristianización.
Llegaron a la ciudad de México-Tenochtitlán doce religiosos cuyo superior era Fray Martín de Valencia y sus otros once compañeros. Acertadamente, se les ha llamado “Las doce antorchas de la luz de Cristo” o “Los doce Apóstoles de México”.
Eran: Fray Francisco de Soto, Fray Martín de la Coruña, Fray Juan Suárez, Fray Antonio de Ciudad Rodrigo, Fray Toribio Paredes de Benavente (Motolinía), Fray García de Cisneros, Fray Luis de Fuensalida, Fray Juan de Ribas, Fray Francisco Jiménez, lego Fray Andrés de Córdoba, lego Fray Juan de Palos. A quienes Fray Martín de Valencia les había dicho cuando los reclutó: “Vais no alquilados por ningún precio, como otros, sino como verdaderos hijos de tan gran Padre, buscando no vuestras propias cosas sino las que son de Jesucristo….”
El historiador P. Mariano Cuevas escribió de ellos “Este grupo de hombres verdaderamente espirituales serán considerados como los padres de la Iglesia mexicana y se constituirán siempre como verdadera gloria  de la Iglesia y de España”
Fray Martín de Valencia nació en 1474 en la villa de Valencia de Don Juan, Provincia de León, España. Tomó el hábito en el Monasterio de Mayorga de la provincia de Santiago desde donde se dirigió a Portugal. Luego en Belvís edificó el Monasterio de Berrocal, con éste y otras seis casas fundó la Custodia de San Gabriel en 1516, de la cual fue provincial
En 1523 le fue entregado el Breve pontificio de mano del Ministro General de la Orden Fray Francisco de los Ángeles, para pasar a la Nueva España a evangelizar a los indios. Se embarcaron en San Lucar de Barrameda el 25 de enero de 1524. Llegaron a Veracruz el 12 de mayo del mismo año, de ahí, siguieron a Tlaxcala y finalmente llegaron a la ciudad de México en junio de ese año, que ya estaba en plena construcción como ciudad española del Nuevo Mundo. A la entrada los esperaban: Hernán Cortés y sus principales capitanes con el Señor vencido Cuauhtémoc, y sus parientes, ya bautizados cristianos. Estos, se admiraron mucho de la reverencia que les hizo Cortés, quien bajando del caballo, se arrodilló para besar los hábitos raídos y polvosos de los doce religiosos descalzos. El grupo fue alojado con grandes fiestas en el Convento de San Francisco, en esa época, todavía en construcción.
Fray Martín fundó, ese mismo año de su llegada, la Provincia del Santo Evangelio de la que fue doce veces custodio  de 1524 a 1530. También bautizó al Gran cacique de Texcoco Ixtlixóchitl y a sus vasallos. En la carta que escribió al Emperador don Carlos el 17 de noviembre de 1532 le relata que han sido bautizados como un millón doscientos mil nativos. En 1527 estuvo a punto de embarcarse en las naves que Cortés enviaba al Asia en socorro de las armadas perdidas de Magallanes, Loaisa y Elcano. Pero los problemas que suscitaba la fundación de pueblos y doctrinas, no se lo permitieron.
Fray Martín, fue también fundador de la segunda escuela para indios nobles. No pudo aprender las lenguas nativas porque carecía de ese talento pero enseñaba con el ejemplo de su vida. Fundó también el Convento de San Luis de Tlalmanalco.
Era un gran místico. Se retiraba al campo o vivía en cuevas para alejarse frecuentemente de mundo orando en solitario. Se cuenta que cuando elegía un árbol frondoso bajo el cual oraba, venían parvadas de pájaros que lo acompañaban con sus trinos. También solía encerrarse en una cueva cercana al poblado de Amecameca donde había un ídolo a quien los chamanes adoraban. Fray Martín decidió que a base de oraciones cristianas limpiaría la gruta de la presencia del demonio. Después de muchos días  orando, haciendo penitencia y ayunos, salieron los espíritus malignos lanzando grandes gritos. Los neófitos entraron a ver como estaba Fray Martín y se sorprendieron viéndolo orar elevado sobre el suelo. Eligió esa gruta para habitarla por un tiempo.
El 21 de marzo de 1534  vivía en el Convento de Tlalmanalco, ahí se sintió enfermo, sus fieles lo subieron a unas andas y contra su voluntad, lo llevaban a la ciudad de México para su cura. En el pueblo de Ayotzingo lo subieron a una barca para cruzar la laguna, pero sintiéndose fallecer pidió que lo regresaran a la orilla, en llegando se arrodilló, muriendo en oración.
Su cadáver fue sepultado en la capilla mayor del Convento de Tlalmanalco donde se exhibía su cuerpo incorrupto. Los fieles tomaron unas reliquias y las llevaron en peregrinación a la gruta donde el santo fraile oraba. Pero en 1564 Fray Gerónimo de Mendieta visitó el convento; escribió que el cuerpo de Fray Martín de Valencia no aparecía por ningún lado y se ignoraba su paradero.
El Obispo dio permiso para edificar una capilla en cerro del Sacromonte: parte dentro de la gruta y parte fuera. Dentro de la capilla se encuentra la imagen de Cristo yacente que es sacada en peregrinación; al pequeño cerro donde está se le llama el Sacromonte y tiene una explanada con una hermosa Cruz de piedra. Fray Martín de Valencia es por tanto, un héroe del pueblo católico mexicano.

Luis Ozden.

Costa de Occidente.