jueves, 20 de noviembre de 2014


                                 DE SANTIAGO DE QUERÉTARO 
                                 A SANTIAGO DE COMPOSTELA

                                             



                                               ACADEMIA DE HERNÁN CORTÉS A.C.
                                                    “Por la difusión de la verdad histórica”

PREÁMBULO A LA CONFERENCIA
SOBRE FRAY ANTONIO DE MONROY E HIJAR

Es necesario recalcar que la nación que actualmente es México nació como resultado de la conquista cortesiana de principios del siglo XVI. Con la caída del poder culhúa el 13 de agosto de 1521 se escribió el acta de nacimiento de la Nueva España del Mar Océano.
Los pueblos nativos del Continente recientemente descubierto, que habían vivido, desde el alba de los tiempos, aislados y ajenos a la comunicación con las otras civilizaciones del mundo, sumergidos en la niebla de su sangriento paganismo, guerreando unos con otros en un caos de cientos de lenguas, culturas y tradiciones; quedaron, en su derrota, organizados de modo como reza la divisa latina del escudo de Hernán Cortés:

“JUDICIUM DOMINI APREHENDIT EOS, ET FORTITUDO EJUS CORROBORAVIT BRACHIEUM MEUM”

“EL JUICIO DE DIOS LOS SOMETIÓ Y LA FUERZA DE MI BRAZO LO CONFIRMÓ”

Los aborígenes perdieron su mundo, pero con eso, dieron paso a los vencedores que impusieron en este continente la más preciosa cultura que hasta entonces, la humanidad había creado: LA CRISTIANDAD.
Entre la muerte y la valentía, con la sangre de los héroes que participaron en aquel acontecimiento, nació un país inédito: LA NUEVA ESPAÑA, que durante los siglos XVI, XVII y XVIII fue formando sintéticamente lo que vendría a ser el estado mexicano de principios del siglo XIX.

Por tres siglos floreció el Virreinato de la América Septentrional, potencia religiosa, económica y civilizadora, que otrora había administrado territorios y pueblos tan diversos como la cuenca caribeña desde Venezuela hasta Yucatán, desde la Florida, las planicies y cordilleras norteamericanas, hasta las costas del océano pacífico, y Alaska hasta las islas de la especiería principalmente las cientos de islas Filipinas.

Esa Nueva España, tierra de enlace entre oriente y occidente, y cuyas naves construidas en los astilleros de Tehuantepec, Huatulco, Acapulco, Manzanillo, Barra de Navidad y Chametla surcaron el llamado Mar del Sur haciendo de él un mar novohispano.

Los hombres y mujeres que construyeron la civilización y dieron impulso al crecimiento del continente hispano fueron muchísimos. En nuestras pláticas del Real Club España se han mencionado solamente a algunos. Pero, poco a poco hemos de ir desvelando las vidas ejemplares de quienes por su valía merecen ser recordados:

EN LOS DÍAS EN QUE EL IMPERIO ESPAÑOL DOMINABA AL MUNDO, CUANDO MÉJICO Y ESPAÑA ERAN UNA SOLA NACIÓN Y CUANDO SU FUERTE MONEDA, LA DE OCHO REALES TENÍA GRABADA LA DIVISA “UTRAQUE UNUM”, AMBOS UNO; DOS PALABRAS QUE RESUMÍAN EL IDEAL IMPERIAL.

NACIÓ EN LA VILLA DE SANTIAGO DE QUERÉTARO DE LA NUEVA ESPAÑA DEL MAR OCEANO, UN NIÑO PRODIGIO, QUE ANDANDO EL TIEMPO SERÍA UNA DE LAS GLORIAS DE ESTE IMPERIO.

ESE NOVOHISPANO NO SUBIÓ A LOS ALTARES, AÚN CUANDO SUS MÉRITOS LOS TENÍA PROBADOS, POR FALTA DE PROMOCIÓN, PERO SU OBRA QUEDÓ IMPRESA EN EL ALMA DE CUANTAS PERSONAS LO TRATARON, Y TAMBIÉN EN LAS EDIFICACIONES QUE MANDÓ CONSTRUIR, ASÍ COMO EN LOS MATERIALES DE LOS NUMEROSOS OBJETOS DE ARTE CON QUE ADORNÓ EL SANTUARIO DEL PATRÓN DE ESPAÑA EN SANTIAGO DE COMPOSTELA.

SU VIDA LA REPARTIÓ POR IGUAL ENTRE LAS ESPAÑAS, LA NUEVA Y LA ANTIGUA.


UN PERSONAJE QUE MERECE SER RECORDADO

DE SANTIAGO DE QUERÉTARO

6 DE JULIO DE 1634

A SANTIAGO DE COMPOSTELA

7 NOVIEMBRE DE 1715


FRAY ANTONIO DE MONROY E HIJAR
Insigne Arzobispo de Santiago de Compostela, Galicia, en los Reinos de España

COMENTARIOS

Comenzamos nuestro relato a la vista de la catedral compostelana, como peregrino xacobeo.

Cuando entre las brumas otoñales, se divisan las puntas de las torres compostelanas, la emoción es grande.
A los deseos de estar ya, dentro de la catedral se unen los innumerables recuerdos del Camino, en sus cientos de kilómetros desde las faldas de la cordillera pirenaica.
No es aún mediodía, la multitud acude al llamado de las campanas y va entrando por el Portal de la Gloria, cumpliendo el rito de tocar la columna con la mano y con la frente.
Luego, caminando por la nave derecha, los peregrinos hacen fila para subir por la escalerilla hacia el camarín del Apóstol.
Con un gesto de amor y un mundo de deseos, los devotos saludamos al santo abrazando su esclavina de plata repujada, con rica pedrería incrustada. Muy pocos peregrinos mexicanos y menos aún, los que no lo son, saben que la plata que han tocado e incluso besado, llegó hasta allá de las minas novohispanas. No, como el quinto del Rey, sino como ofrenda generosa de uno de sus más ilustres arzobispos:

“EL ILUSTRÍSIMO Y REVERENDÍSIMO SEÑOR MAESTRO DOCTOR DON FRAY ANTONIO DE MONROY E HIJAR, del Orden de Predicadores, doctor en Sagrada Theología, Cathedrático en la Real Universidad de México, Rector del Collegio de Porta Coeli, y Prior del Real Convento de Sancto Domingo de dicha ciudad, Procurador de la Curia Romana de su Provincia de Santiago, Maestro General de todo el universal Orden de Predicadores, Obispo assistente de la Santidad del Señor Innocencio XI. Electo Obispo de la Puebla de los Angeles, y de Michoacán. Miembro del Consejo de su Magestad, Señor y Arzobispo de Santiago de Galicia, Limosnero Mayor del Rey Nuestro Señor y Protonotario Mayor del Reino de León”.
Así reza la placa conmemorativa al pié de su mausoleo.
Tantos honores y títulos, merecido homenaje; eran para a un criollo de la Nueva España, producto americano de cuatro generaciones descendientes de conquistadores y colonizadores españoles del siglo XVI. Fruto de la civilización que ya se había asentado en el Nuevo Mundo.

SU FAMILIA


Fray Antonio de Monroy e Híjar, nació en la ciudad de Santiago de Querétaro de la Nueva España del Mar Océano, el 6 de julio de 1634. Fue bautizado en la Parroquia del Señor Santiago el 25 del mismo mes, fiesta del Santo. Era tercer hijo del gobernador de la villa don Antonio de Monroy y Figueroa y de su legítima mujer doña María de Hijar y Figueroa, ambos descendientes de los primeros conquistadores de Nueva España, siendo su madrina doña Luisa de Monroy y Figueroa.

Ya desde la cuna, fray Antonio estuvo rodeado del ambiente santiaguino, pues sus padres se casaron en la misma parroquia de Santiago, cuando Querétaro era todavía un pequeño asentamiento, el 23 de febrero de 1631.

Un siglo antes, Santiago Apóstol ayudado por un eclipse de sol, se había aparecido a los guerreros cristianos encabezados por treinta caciques otomíes recientemente bautizados – entre ellos Nicolás de San Luis Montañez, Fernando de Tapia (Conín), su hijo Diego y Juan de la Cruz, que eran los jefes -, dándoles la victoria sobre los paganos chichimecas en los llanos de Querétaro, el 25 de julio de 1531. Propiciando con esto, la fundación de la primera población española de la región.

Del matrimonio de los padres del Arzobispo, nacieron 10 hijos, siete de los cuales abrazaron la vida religiosa, cuatro varones y tres hermanas. Su hermano el Mayorazgo don José Antonio de Monroy e Hijar y sus otras dos hermanas doña Ángela y doña María fundaron familias con numerosa descendencia.

Tanto su padre, el capitán don Antonio de Monroy y Figueroa como su madre doña María de Hijar y Figueroa eran de origen noble y poseían una cuantiosa fortuna.

El Maestro fray José de Sarabia y Lezama, Regente de la Minerva en Roma y uno de los biógrafos del Arzobispo, escribe de él:

“La línea paterna se descubre sin vapor clarísima hasta el Marqués del Valle, Hernán Cortés, y por la materna asciende hasta encontrar con los duques de Feria e Hijar, descendientes de los reyes de Aragón.
Cristóbal de Salamanca , rebisabuelo de V.Ilma., natural de Palencia, fue primo segundo de don Hernán Cortés, con quien partió a la conquista de la Nueva España”.

“La señora doña María de Hijar, natural de la Nueva Guadalajara, era descendiente de los primeros conquistadores de la Nueva Galicia y su genealogía se remonta a don Juan Fernández de Hijar, Señor de Riglos y Sellán de Aragón”.( * ) Nota: .Al final del artículo aparece el esquema genealógico de Fray Antonio .

SU VIDA EN NUEVA ESPAÑA
Del 6 de julio de 1634 al año de 1674.

El deseo de vestir el hábito de los dominicos causó no poco disgusto a sus padres, si bien Antonio no era el Mayorazgo, éstos querían para su bien dotado vástago, una vida acorde con su posición social y económica dentro de las principales familias del Reino. Pero el joven criollo, sentía ya muy fuerte su vocación por el estudio y la disciplina religiosa.

Viene aquí a propósito una anécdota que consigna uno de sus biógrafos: el padre fray Secundino Martín Rodríguez.

DE CÓMO LE VINO SU VOCACIÓN:

“Cuando tenía unos diecinueve años, en una ocasión estando solo en su aposento haciendo sus habituales oraciones, sintió un vivo deseo de asomarse por la ventana del palacio familiar en la ciudad de México, en ese momento pasaban por la calle dos religiosos de nuestro padre Santo Domingo que caminaban con suma compostura y modestia. Escena que llamó poderosamente su atención. Esa noche meditó sobre su salvación, pues quería seguir un camino cierto, aunque no fuese el más sencillo.
Al día siguiente y a la misma hora cuando oraba de nuevo, sintió que alguien le llamaba desde la calle. Volvió su rostro a través de la ventana y vio pasar de nuevo a los dos religiosos dominicos que esta vez ocultaron sus rostros.
Al anochecer estando muy inquieto sin poder conciliar el sueño, se incorporó de su cama, y notó un extraño resplandor junto a la pequeña librería, apareciendo fugazmente la efigie de Santo Domingo de Guzmán. Al día siguiente tan pronto amaneció y sin pensarlo más, fue a entrevistarse con el Prior de la Orden solicitando su ingreso.”

Pasado algún tiempo, el joven bachiller hijo de tan opulenta y cristiana familia, así como de tanta inteligencia y virtudes, fue aceptado el 26 de julio de 1653, después de fungir durante siete meses como profesor sustituto de la cátedra de Filosofía en la Real y Pontificia Universidad de México.

En 1655 recibió las órdenes menores y el subdiaconado para la ciudad de Oaxaca y al año siguiente, de manos del obispo de Valladolid en Michoacán, recibió el diaconado. Por tanto, su carrera religiosa iba a gran velocidad, por lo que el 23 de septiembre de 1656, a los 22 años de su edad es ordenado sacerdote por el Arzobispo de la capital de Nueva España, don Mateo Sagade Bugueiro.
Y antes de cumplir los treinta años, el 24 de febrero de l663, recibió el doctorado en Teología por la Real y Pontificia Universidad de México, siendo socio del Padre Provincial Fray Luis de Orduña en el convento de Santo domingo, prestigioso centro de cultura de la capital del Reino.

Durante los tres años siguientes fue un brillante profesor y el 20 de julio de 1666 elegido por unanimidad, Rector de su querido Colegio de Porta Coelli.

La estrella de Fray Antonio de Monroy continuó en ascenso, así como su popularidad entre los hermanos religiosos por lo que en 1671, lo eligieron Prior de Santo Domingo y  Vicario Provincial.

Esos fueron años felices, su padre don Antonio era Regidor de la ciudad de México, su madre, el centro de la sociedad novohispana y todos los miembros de su familia iban ocupando sus lugares definitivos en la vida religiosa y laica del más rico virreinato de la América.

Las letras y las artes florecían, la evangelización de los indios comenzaba a dar sus frutos, las enormes propiedades, agrícolas y ganaderas producían buenas rentas, las ciudades y villas siguían construyéndose, y de los astilleros salían las naves más modernas de la época. Las minas, esas minas de plata, producían montones de barras, pesos y monedas.

En ese entonces eran tropel los españoles que se habían enriquecido, explotando la mano de obra esclava, pero en cambio, se había generado riqueza, y las piezas de 8 reales eran aceptadas con codicia en todo el orbe.
Había paz en el Reino, no existía el ejército, solamente las guarniciones y milicias que están atentas en las costas, para detener las incursiones de los piratas anglosajones, ávidos de rapiña.

Las exploraciones territoriales casi han concluido y la obra de España se iba consolidando para hacer del XVII, el siglo de oro americano.

La familia Monroy e Hijar poseía enormes riquezas. Había abundancia y felicidad para todos los que la rodeaban. Eran cuantiosas las donaciones caritativas para los monasterios y parroquias, para hospitales y colegios.
Sin embargo en los siguientes dos años, la vida de Fray Antonio va a cambiar radicalmente.

El 27 de noviembre de 1673, el Consejo provincial de Nueva España, le nombra Procurador y Definidor de la Provincia en el Capítulo General de loa dominicos a celebrarse en Roma en 1676 para elegir al futuro Maestro general de la Orden.

En 1674, fray Antonio, tiene la pena de perder a su madre poco antes de su salida a los Reinos de España de viaje a Roma para cumplir con el encargo de su Orden.Acababa de cumplir los 40 años de edad.

Existe una referencia en la Crónica de la Universidad de México, del año 1674 donde se asienta que el Padre Antonio de Monroy pide licencia al Arzobispo Fray Payo Enríquez de Rivera para viajar a los Reinos de Castilla en la flota de don Pedro Corvete, Caballero de la orden de Santiago, y en compañía de un criado. Su cátedra de Teología había quedado a cargo del Padre Nicolás Medina.

AMISTAD CON EL PAPA INOCENCIO XI
(Nació en 1611, Papa de 1676 a 1689)

Dios te puso y escogió”

El padre Fray Antonio de Monroy e Hijar, permaneció en la corte de Madrid de 1674 a 1676 pasando a Roma a finales de este último año.

En Roma, por mucho tiempo, los religiosos italianos habían acaparado el puesto de Maestro general de la Orden dominica. La disciplina se había relajado y los dominicos en Europa preocupados mayormente por ganar títulos, se dedicaban al magisterio con preferencia a su labor misionera y defensora de los pobres.
Solamente los jóvenes misioneros españoles seguían pasando por Nueva España en camino a las Filipinas, la China y el Japón, para salvar almas del extremo Oriente. Fray Antonio los había visto muchas veces en la ciudad de México y había aprobado su celo misionero.
La relajación de las costumbres de los religiosos dominicos era evidente y en la segunda mitad del siglo XVII, era necesaria una renovación administrativa.

Llegó la fiesta de Pentecostés del año de 1677, y al convento de la Minerva de Roma iban llegando los procuradores venidos de todo el mundo católico, para elegir Maestro General de la Orden de Santo Domingo.
Una vez reunido el Capítulo, el Cardenal Altieri, a nombre del Papa Inocencio XI iba presentando a cada uno de los 59 votantes.
El Procurador de la Orden en Nueva España fray Antonio de Monroy acaparó la atención de sus hermanos dominicos, por su don de gentes, talento y sabiduría. Su discurso de presentación en elegante latín, así como su agraciada personalidad habían causado estupenda impresión entre todos.
Antes de la votación se habían definido claramente dos bandos que deseaban a uno de sus nacionales para Maestro General.

Españoles y franceses, - los eternos rivales – presentaron sus candidatos poniendo a Su Santidad el Papa, quien presidía la reunión, en un serio problema. Entonces, Fray Tomás Rocaberti el anterior Maestro General se levantó para proponer al novohispano Fray Antonio de Monroy que tan bien había sido recibido.

Monroy, quien pertenecía al mundo hispano de América, era como una corriente de aire fresco en la enrarecida atmósfera del Viejo Mundo. El Sumo Pontífice, aprobó sin reservas su candidatura y Fray Antonio de Monroy fue elegido por mayoría. Éste, sorprendido y apenado, causó estupor entre los asistentes al dirigirse al Cardenal Altieri y luego a Su Santidad. pidiéndo su inmediata renuncia.

Según la relación de Fray Leandro López de Lima, asistente a la elección testifica que: “El Papa Inocencio XI puso su mano en el hombro de fray Antonio, quien permanecía arrodillad,o y le aconsejó:

“Hijo, Dios te escogió y puso en la silla de tu Padre Santo Domingo; y pues Dios te puso y escogió, El te dará virtud y fuerzas para que puedas cumplir con la obligación de Maestro General de tu Orden”.

El elegido bajó la cabeza a los pies de la Suprema Autoridad de la Iglesia y asintiendo al superior mandato repitió:

“Pues Vuestra Santidad me asegura que Dios me eligió y me dará fuerzas y virtud para cumplir con la obligación en que me puso, yo acepto el Oficio de Maestro General de mi Orden”.

Seguramente, entonces, el pensamiento del nuevo Maestro General, habría volado a su Convento de Santo Domingo, a su Colegio de Porta Coelli, a su familia y amigos, a su Nueva España querida.

Éstos no eran sus planes, ahora no podría regresar a su tierra. Quizás, más adelante en un viaje de visita, pero, ¿Cuándo?

Se sentía atado, sofocado, y en la primera oportunidad, pensó, iría a España a ver al Rey, para pedirle su renuncia al Magisterio.

CONSEJERO DEL REY CARLOS II, “el Hechizado”
(Nació en 1661y murió en 1700 )

Ese año de 1677, el joven príncipe Carlos de Habsburgo había llegado a la mayoría de edad, 16 años, por lo que ahora se sentaría en el trono con toda autoridad.

Huérfano de Felipe IV a los cinco años de edad y dejado por su madre Mariana de Austria en manos de preceptores, el niño real deforme y enfermizo, pero de una viva inteligencia, había crecido carente de afecto.

Su desconfianza y timidez no le permitían hacer amistades, el monstruoso prognatismo así como sus piernas temblorosas que le obligaban a caminar apoyándose a las paredes; hacían de él, una patética sombra transparente de sus gloriosos antepasados.

Cuando fray Antonio de Monroy había visitado la Corte recién llegado de América y había sido presentado al, entonces heredero, se acercó a él con amorosa amistad, hablándole de la Nueva España, de su trabajo misionero entre los indios y de su Cátedra de Teología. Carlos quedó muy complacido e impresionado con la confianza que demostraba el dominico, sintiendo consuelo y aliento en sus palabras. Desde entonces quedó sellada una gran amistad entre el Rey y su súbdito, que duraría por el resto de la corta vida del monarca.

Años más tarde, su Majestad le concedió los honores de ser su Capellán, de ser Caballero Cubierto, Grande de España de primera clase, Notario mayor del Reino de León, Limosnero mayor y Juez de su Real Casa y Capilla. Dignidades que ningún criollo americano había recibido hasta entonces.

El literato y científico novohispano don Carlos Sigüenza y Góngora, dice, en su libro “Las Glorias de Querétaro”: “Que el Rey don Carlos II escribía familiarmente y a menudo al Maestro Monroy, consultándole varios negocios de la Corona, y en una ocasión mereció un Decreto todo de su letra, en que mandaba que ningún de los Tribunales conociera las causas de su santo Arzobispo”.

Todo hombre tiene enemigos, pero todo hombre recto y santo, tiene legión de ellos. Y el novohispano los comenzó a tener en el partido francés de su Orden, contrario a los intereses de España.

La estricta disciplina que imponía a todos por igual fue el pretexto, y los franceses comenzaron a intrigar para destituirlo, influyendo con el Papa para que éste le diera un obispado en América o le aconsejara visitar alguna Provincia, alejarlo de Roma y mientras tanto, poner un Vicario francés en su lugar.

Monroy vio la oportunidad para renunciar al generalato y pidió a Carlos II su intervención. Enterado el Rey de estos sucesos, escribió al Papa una carta el 24 de octubre de 1780, apoyando a su amigo y mostrando su disgusto por la preferencia del sumo pontífice hacia Luis XIV. La voz del rey de España aún contaba mucho aunque fuera la del “Hechizado”.

Los franceses se aplacaron, pero fray Antonio insistía en renunciar. Su pensamiento volvía con frecuencia al recuerdo de su Colegio de Porta Coelli, del que había sido Rector. ¡Qué hermosos años, aquellos!, cuándo todo marchaba sobre ruedas.

Entonces en septiembre de 1681, Carlos II creyendo halagar a su amigo y  como si leyese su pensamiento; le ofreció el Obispado de Michoacán que había quedado vacante por traslado al Arzobispado de México del eminente obispo gallego don Francisco Ulloa de Aguiar y Seixas.

Sorpresivamente, a fray Antonio de Monroy  no le agradó el ofrecimiento, e insistió en renunciar a todo para retirase a la vida privada. El asunto quedó pendiente, pero el rey Carlos, conociendo los problemas que su amigo Fray Antonio, tenía como General de los dominicos con el bando francés, pensó en recomendarlo con el Papa para hacerlo Cardenal.

Entonces, se presentó una situación favorable a una salida digna: Quedó vacante la sede arzobispal de ¡Santiago de Galicia!,  el tercer centro de peregrinación de la Cristiandad:

El padre Secundino Martín O.P. dice en su bien documentado libro:

“El Rey Carlos II se fijó en el General de la Orden de Santo Domingo Fr. Antonio de Monroy y lo presentó al Sumo Pontífice Inocencio XI que no dudó un momento en admitir la propuesta regia y elevarle a la alta dignidad de Arzobispo de Santiago de Compostela, aunque para ello tuviese que dejar el Generalato de su Orden. Sin embargo el mismo Pontífice le mandó que, dimitido del cargo, siguiese gobernando hasta que fuera elegido el nuevo General, como así se cumplió”.


EL PALIO ARZOBISPAL DE COMPOSTELA
De l685 a 1715

Su Santidad Inocencio XI impuso el Palio Arzobispal a Fray Antonio el 11 de julio de 1685 en el Vaticano. Y Monroy tuvo que esperar en Roma un año para estar presente en la elección del nuevo General, que pese a la oposición de los españoles, resultó elegido el padre francés Monsieur Cloche.

Al fin libre de su obligación como gobernante dominico, el nuevo Arzobispo se dirigió a la Corte de Madrid para estar un tiempo cerca de Carlos II.

Carlos II de Habsburgo estaba casado desde el año de 1676 con María Luisa de Orleans sobrina del rey de Francia Luís XIV, y prima suya, en “Hechizado” no tenía hijos, ni hermanos menores, éstos tres, habían muerto en la infancia por debilidad. Su hermana mayor Margarita, inmortalizada por el pintor Diego Velázquez en el cuadro de las “Meninas”, también había fallecido. La Corte de Madrid veía con pena la inminente desaparición de la rama primogénita de los Habsburgo, por tanto era apremiante que el rey tuviese descendencia. Hay que recordar que el rey Carlos II era consecuencia de cinco generaciones de matrimonios consanguíneos muy cercanos. Su padre Felipe IV y su madre Mariana de Austria eran tío y sobrina.
La Corte madrileña se empeñaba en que su extraño Rey de 25 años de edad, se comportara con normalidad, cosa imposible dadas las condiciones físicas tan deplorables que presentaba, por lo que algunos estaban firmemente convencidos de que el Rey estaba hechizado y había la necesidad de intentar exorcizarlo. Algunas personas en la Corte creían seriamente que Carlos era víctima de los enemigos de España que intentaban aniquilar a la dinastía.
Entretanto, el Rey se negaba reiteradamente a dejarse exorcizar, pero cuando su amigo dominico volvió a su lado, entonces pensó que tal vez Monroy  pudiera hacer algo a ese respecto, por lo que permitió que solamente él dirigiera la operación.
Tres fueron los intentos del Arzobispo, quien a pesar de su santidad no pudo ahuyentar a ningún demonio, pues no los había. La incapacidad del rey para reproducirse era resultado de la exagerada endogamia y ningún exorcismo le daría la fertilidad.

A principio de noviembre del año 1686 Fray Antonio de Monroy se alejó de Madrid para dirigirse a su nueva Arquidiócesis, tomando posesión en la Catedral de Santiago precisamente el 12 de diciembre, fiesta de la Patrona de México. En su pensamiento bullía otra vez la idea de la renuncia, pues la innata humildad de Fray Antonio rechazaba los honores de su alto puesto.

Sin embargo, en Nueva España, la noticia del nombramiento había llegado y muchos de los ricos parientes del Arzobispo Monroy, orgullo de su familia, no tardaron en pedir licencia al virrey para visitarlo en Galicia.

Fray Antonio, al tomar posesión de su arquidiócesis, encontró las finanzas en muy precario estado. Recortó sus gastos y sus primeros años fueron muy austeros. Sin embargo, la buena administración que ejerció y su extremo ascetismo mejoraron la economía, tanto que se pudo destinar una buena cantidad para obras de caridad.

Las grandes responsabilidades que tenía, por el clima tan húmedo y los constantes ayunos, deterioraron su salud. Así que envió al Rey en dos ocasiones más, su petición de renuncia.

Don Carlos II lo desanimó a ella y le prometió ayuda financiera. Además, le comunicó que estaba por contraer nupcias nuevamente, esta vez con doña Mariana de Neuburg, princesa alemana, y que le preparara una gran recepción en la Coruña y en la ciudad de Santiago, una visita a la tumba del Apóstol. También había dispuesto que Fray Antonio velara su matrimonio en la catedral de Valladolid, como que así sucedió.

En cuanto a su desempeño como arzobispo de Santiago de Compostela; la administración de su Ilustrísima, era óptima, por lo que pudo hacer en aquel entonces, muchas obras de caridad remediando en gran medida los estragos del hambre y de las epidemias que no fueron pocas.

En 1699 todo marchaba sobre ruedas en su arquidiócesis compostelana cuando ese año, quedó vacante la diócesis de la Puebla de los Angeles, segunda ciudad del Reino de la Nueva España.
Fray Antonio de Monroy vio la oportunidad. Pidió oficialmente al Papa ese puesto para regresar a su patria y tal vez con ello, mejorar su salud.
Pero enterados de la petición, “El pueblo, el Cabildo y todos en la ciudad de Santiago, suplicaron al Rey, que no les quitasen tan grande y benemérito Prelado, a cuya súplica accedió su Majestad. La decisión se celebró en todo aquél Arzobispado, con demostraciones de júbilo. El Arzobispo Monroy permanecería en Galicia”. Cuenta don Carlos de Sigüenza y Góngora, en su libro Las glorias de Querétaro”.

Un año después de estos sucesos, el 1 de noviembre de 1700, su gran amigo el Rey moría, a los 39 años de su edad, esta muerte dejó en el ánimo de Fray Antonio una enorme tristeza y la certidumbre de que se acercaban cambios drásticos en la historia de España.

FELIPE V, “El Animoso”.
Rey de 1700 a 1724 y 1724 a 1746

Las guerras de Sucesión que se presentaron entre los principales tronos de Europa, por la muerte de Carlos, sin heredero a la Corona del vasto imperio español, enfrentaron principalmente a los antiguos enemigos: Austria y Francia, quienes además tenían derechos dinásticos en España, por sus estrechos vínculos con la rama primogénita de los Habsburgo.

La rama segunda de la católica Casa de Austria, contra la cristianísima Casa de Borbón, mas Habsburgo que francesa por la sangre.

Ya en los años anteriores al deceso del Hechizado, habían comenzado las presiones de su tío y cuñado, Luis XIV, el Rey Sol, para testar el Imperio a favor de uno de sus numerosos nietos.
El rey más poderoso de Europa salió vencedor y el Testamento de Carlos II, fue a favor de Felipe de Anjou, uno de los hijos de Luis, Gran Delfín de Francia, hijo también de María Teresa de Austria, hermanastra de Carlos.

El biógrafo de Fray Antonio, Padre Secundino Martín, escribe en su libro: “Cuando Felipe V ocupó el Trono de España en 1701, el P. Fr. Antonio de Monroy contaba ya quince años de Arzobispo de Santiago de Compostela; y era sobradamente conocido y querido en la Corte, le cayó bien al nuevo monarca Felipe V quien pronto lo tuvo en la mayor estimación aconsejándose de él cuando lo necesitaba”.

Pero la salud de Monroy iba empeorando, estaba paralítico de medio cuerpo, a veces sentía que le llegaba la muerte, pidiendo al rey Felipe V le concediera su renuncia.
En ese año de 1702 hubo un hecho que signaría una fuerte amistad del Arzobispo con el nuevo Rey.

“VALE SU ILUSTRÍSIMA DE MEDIO CUERPO, MÁS QUE MUCHOS DE CUERPO ENTERO”
Varios sucesos en que intervino el Arzobispo Monroy.

Se acercaba al puerto de Vigo una Flota procedente de Nueva España con un importante cargamento de oro y plata, destinada a la Corona.
No había podido entrar a Cádiz por la presencia de los ingleses en las inmediaciones, así que decidió recalar en Galicia. Pero advertidos los antiguos piratas, - ahora llamados Marina inglesa – y sus aliados holandeses, se aprestaron a apoderarse del tesoro.

En el puerto se encontraban algunos barcos franceses al mando del marqués de Chateureaud que trataron de proteger el cargamento, sin éxito por la superioridad numérica de los anglosajones.

Entonces, sorpresivamente españoles y franceses hundieron los barcos con todo el oro y la plata, burlando al enemigo, pero quedando las tripulaciones desamparadas. Intervino nuestro santo prelado, acogiendo a todos los náufragos en los edificios religiosos de Santiago, proporcionando manutención así como de el posterior traslado a sus lugares de origen.

Poco tiempo después en 1704 y por una traición, la Plaza de Gibraltar cayó en poder de estos piratas, Felipe V quiso recuperarla y, Fray Antonio le envió gruesas sumas de dinero para ayudarlo. Además, el Arzobispo de Santiago tenía ya a punto un regimiento de Caballería, llamado de la Estrella, para lo que se ofreciese, pagándolo de su cuenta. Gibraltar no se pudo recuperar por lo inexpugnable del Peñón.

Felipe V, envió una carta de agradecimiento, que se conserva en el Archivo de Compostela, al Arzobispo Monroy, diciendo que pocos magnates españoles habían hecho algo semejante para el Rey y para la Patria.

Y en cuanto a su tercera petición de renuncia, el rey le contestó: Siga en su, Arzobispado, Ilustrísimo Señor, que vale su persona más de medio cuerpo, que muchos de cuerpo entero”.


JUAN FRANCISCO ALBANI, CLEMENTE XI
Papa de 1700 a 1721

Cuatro Papas supieron de las virtudes de Fray Antonio.

Inocencio XI, Alejandro VIII, Inocencio XII y Clemente XI, con todos los cuales conservó inmejorables relaciones, pero este último sería causa involuntaria de su deceso.

Llevando ya nueve años como Rey  de España, Felipe V no había resuelto definitivamente su corona, las guerras de Sucesión no terminaban, y para colmo, el nuevo Papa propuso a Carlos de Austria  para el trono de Isabel la Católica.

El Papa Clemente escribió a la Corte de Madrid:

“Nos, reconocemos a Don Carlos de Austria como Rey Católico de los españoles, sin perjuicio de otro, y de manera que los derechos de los pretendientes quedaran en pié”

Felipe de Borbón, montó en cólera, expulsó al Nuncio y decretó que los españoles rompieran toda relación con el Sumo Pontífice. Entonces, Fray Antonio no pudo quedarse callado ante tal exabrupto que de llevarse a efecto; significaría un cisma más en la Iglesia como los había habido en Europa.

La peligrosa situación mereció una larga carta de Arzobispo al secretario del Rey, cuyo tenor viril y de heroica valentía, puede resumirse en esta frase:

“La espada de Dios es la que me espanta, no la del Rey”.

Fray Antonio de Monroy escribió otras dos cartas al rey, protestando por su intención de confiscar los bienes de la Iglesia, Cartas que posteriormente le costarían al Arzobispo grandes disgustos.

Veamos cuales fueron las consecuencias de esas cartas:


AÑO DE 1715


“El invierno gallego se acercaba presuroso, la lluvia se hacía más molesta y las brumas envolvían a Santiago. En el Palacio arzobispal un hombre languidecía.

Uno de sus biógrafos, José Saravia y Lezama escribió:

“El aposento era de regulares dimensiones, bastante sombrío,  poca era la decoración. Más se parecía a la celda de un pobre monje, que a la de un arzobispo custodio del santo patrón de España. Cerca de una ventana y bajo un pesado dosel, estaba colocado el lecho de Fray Antonio”.

“El colchón, desnivelado por el peso del doliente, que hacía poco más o menos diez años, la ocupaba con harta frecuencia. Este lecho era incómodo, “vestido” con sábanas percudidas y mal remendadas, que su dueño, en un acto de humildad había compuesto durante sus largas vigilias”.

El arzobispo de Santiago estaba tullido, sus piernas no le obedecían más, se veía obligado a permanecer postrado todo el tiempo.

Hasta ahora la lucidez de su mente y su fe indestructible en Dios, le había mantenido alerta y con cierta fuerza física, pero ese día se sentía desfallecer.

Con voz débil había llamado a su asistente y éste, a sus hermanos de la Orden. Esa mañana había recibido todos los auxilios espirituales y alguien colocó el crucifijo en sus manos.

Con la vista recorrió su dormitorio, posándola brevemente sobre las pinturas colgadas en los muros. Aparte de un crucifijo de marfil, estaban: Santo Domingo de Guzmán , Santa Rosa y San Luis Beltrán, juntos en un muro. En otro espacio y sin acompañantes: Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe, pintura que había mandado traer desde México cuando fue electo General de su Orden.

Un poco más lejos, estaban San Pío V, Inocencio XI y Clemente XI, el Papa actual. ¡Su Beatitud Clemente! ¡Cómo me ha costado defenderte!, pensó el doliente.

¿No acaso esta agonía era resultado del disgusto que sentía Fray Antonio por la sentencia en contra de su dignidad de Arzobispo? Por la injusta Auditoría que la Corona había lanzado contra él.

Sentencia que cuestionaba la administración económica del palacio arzobispal por sus muchos parientes.

Durante más de 40 años de la vida de fray Antonio por Europa, fueron numerosos los parientes y amigos que le acompañaron en diversas épocas. Se sabe especialmente de su hermano Andrés, también dominico como él, así como su sobrino fray Antonio de Villaseñor y Monroy, quien le dedicó una sentida oración fúnebre a pocas semanas de su muerte.

Fray Antonio de Monroy sabía, que era solamente un pretexto para atacarlo. Pues  el golpe venía de más atrás y de lo más alto, cuando escribió a Felipe V, defendiendo a la cabeza de la Iglesia y al pueblo español.
Esta auditoría a sus finanzas en el estado de postración que la enfermedad le tenía y su mucha edad le impedían defenderse con energía, era la venganza del primer rey  Borbón, así como la felonía de sus consejeros franceses quienes pretendían, con artimañas, enemistar a la Iglesia española con el Papa Clemente XI. Ellos querían repetir lo que el impío rey de Inglaterra había hecho casi doscientos años antes con su propia Iglesia.

¡Eso no podía repetirse en España!,  y por no callar, había escrito unas cartas.

¡Esas tres cartas dirigidas al Rey!......Escritas con erudición y talento, pero con pasión por España y por la unidad religiosa con su Pastor. España, no debía seguir el ejemplo de los obispos apóstatas franceses que habían atacado al Papa y al Rey Felipe II, durante el Concilio de Trento.

Esas tres cartas, duras pero justas, llenas de hidalga valentía española. Eran la causa de este golpe fatal, que sus ochenta y un años de edad y su debilidad física no podían soportar.

El arzobispo entrecerró los ojos y sintió cómo un cálido rocío envolvía su persona y al decir de los hermanos que entonaban letanías, sonrosó su rostro.
Entonces su pensamiento se alejó en el tiempo y el espacio. Eran las seis y media de la fría y oscura tarde del 7 de noviembre, vísperas de los Santos de su Orden del año de 1715, cuando a su Ilustrísima le faltaron las fuerzas, entregando su alma al Creador, a la  edad de ochenta y un años, cuatro meses y un día. Había sido Arzobispo de Santiago de Compostela por 30 años y 5 meses.


SU OBRA:

Dejaré al Señor Santiago tan rico y compuesto que no lo reconocerá ni su madre que lo parió”.


Fray Antonio quiso emular en todo a su Padre Santo Domingo de Guzmán: Por su humildad y caridad con los pobres sobre todo. Su afán misionero no decayó mientras su salud se lo permitió, su paciencia y consejos para todos, sin distinción de clases, así como su valiosa ayuda aún a la Corona, fueron una constante en su larga vida.
Cuando Fray Antonio tomó posesión de su sede encontró que si bien la Catedral Compostelana era el mayor centro de peregrinación de España, su estado de conservación, tanto interior como exterior, dejaba mucho que desear.

El sentido de la grandeza que tenía Fray Antonio, no podía ignorar su estado lamentable y, sus biógrafos cuentan una graciosa anécdota ocurrida en esa ocasión:

Cuando el arzobispo vio la estatua del Señor Santiago  en su estado original, de piedra desnuda y sin adornos comentó: “Van ustedes a ver que pronto dejaré al Señor Santiago, tan rico y compuesto que no le reconocerá ni su madre que lo parió”.

Por otro lado, las rentas del Arzobispado y las suyas propias habían aumentado considerablemente, por lo que ya había suficiente dinero para muchas obras de arte que proyectó y llevó a cabo con los años.

El Padre Santiago Rodríguez en su libro “Dominico gloria de Querétaro”, dice:

“A la Catedral de Santiago, su Esposa, la hermoseó y la enriqueció con esplendidez y cariño, invirtiendo en ella sumas enormes, que a él le parecían siempre poco para satisfacer el amor tan grande que por ella y por su Amo el Apóstol sentía”

Enumerar todas las obras que Monseñor Monroy dejó, haría a una larga lista, por esta razón nos limitaremos a citar las más importantes, sin embargo en un anexo nos proponemos enumerar todas las conocidas.

A principios del siglo XVIII, mandó traer de México más de cuarenta y cuatro arrobas de plata – más de media tonelada -, para diversos adornos del interior de la Catedral.

Comenzando por:

+ La magnífica esclavina engarzada de joyas, el resplandor de la estatua del Santo y el revestimiento del sillón de madera.
+ Los frontales de plata repujada en el altar mayor de la Catedral
+ El revestimiento de plata de las rejas de hierro.
+ Los innumerables candelabros y candiles.
+ El grandioso Órgano de la Catedral, donativo personal de Monroy.
+ Un Botafumeiro de plata que permaneció ahí hasta que las tropas de Napoleón se lo robaron.
+ Una Custodia de plata dorada con baldaquín ricamente enjoyada, que actualmente se puede ver en Sala del Tesoro, frente a un cuadro de la Virgen de Guadalupe, enmarcada en plata.
+ La restauración de muchas casas de monjas y religiosos que estaban en ruinas.
+ Obras nuevas en el Palacio arzobispal y otros edificios.
+La hermosa capilla de la Virgen del Pilar, dentro de la catedral, donde está su Cenotafio y sus Restos. Esta Capilla que su Ilustrísima la había comprado para su privacidad, pues cuando podía hacerlo, iba a rezar en soledad y paz. Merece una descripción aparte y detallada. Pero ahora, solamente diremos que es frontera de la escalera por la cual, los peregrinos suben al Camrín del Apóstol. Está al fondo de la nave lateral derecha  y pasando el Crucero.
Toda la Capilla dedicada a la Virgen del Pilar, es lujosa, quizás ostentosa, en enorme contraste con la personalidad humilde de Fray Antonio.

Ahí dentro, bajo el arco sepulcral, puede leerse su epitafio en latín, que los padres Secundino Martín O.P. y Santiago Rodríguez O.P. tradujeron así:

A Dios, Al Santísimo, Al Grande

Detente, viajero, lee y llora

“Llora al Prelado insigne arrebatado a la vida; pero no, antes bien canta al Príncipe santo, al portento del Nuevo Mundo. Al gran Prelado que en vida fue espejo de todos y llenó con sus hechos y con su fama ambos mundos. El Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. D. Fray Antonio de Monroy, mejicano, de la sagrada familia de Predicadores, Prefecto General de toda la Orden, después Arzobispo dignísimo de esta alma Iglesia que gobernó por espacio de treinta años, cinco meses y tres días. El que casi desde niño fue el primero entre los Doctores Mexicanos; y ya adulto pareció más que hombre. Está encerrado en este pequeño sarcófago. Roma pregona su ingenio fecundo, elocuente, su humildad grande, su prudencia, equidad, misericordia, magnificencia. Y en Compostela hablan hasta las cosas mudas; y sin embargo ved que yace aquí el que amparó a todos y restauró todas las cosas: a todos: huérfanos, viudas, ascetas, sacerdotes, soldados, pobres, a todos, nacionales y extranjeros. Todas las cosas: templos, capillas, hospitales, conventos y la música sagrada. Para todos, magnífico, munífico, solo para sí estrecho y parco. Muchas veces dudaron sus mayordomos si distribuyó más de lo que recibió.
Adornó a su Esposa, la dotó y la enriqueció con preciosas alhajas, con una maravillosa imagen, con una fiesta solemne a la Virgen de Guadalupe de México y al morir dio por apoyo al templo del gran Santiago, para que jamás caiga, ni se conmueva, la protectora columna de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. Instituyó la fiesta del Buen Ladrón, para que se arrepientan los ladrones. Ensalces todos a aquél a quien pocos conseguirán parecerse.

“Murió el siete de noviembre del año de 1715. Seis lustros llevó sobre sus hombros el Gobierno de la Diócesis de Compostela aquel extraordinario héroe americano. Con ambas manos la sostuvo. Dejó al morir en lugar suyo la Columna de la Virgen. Cante ya la sonora fama: Plus Ultra.

Lo anteriormente dicho es un resumen de su vida.

Agregaremos nosotros que Fray Antonio, cuando salió de Nueva España camino de Roma en 1674, en lo que parecía un corto viaje. Seguramente no pensó que esa ausencia de su patria, sería para siempre.

Honores, Poder, Gloria y Riquezas, todo lo obtuvo sin desearlo, pero su constante impulso de regresar a su tierra, para vivir en su celda del Convento de Santo Domingo de México, quedó incumplido.
Luis Gonzalo Pérez de León Rivero.
Ciudad de México,3 de junio del 2006.

                                                                                                                            EDITÓ: LUIS OZDEN 

Bibliografía

+ Fuentes Domínguez Gregorio
    “Santiago, sus monumentos y su arte”

+ Lafuente Modesto
   “Historia General de España”

+ Martín O.P. Secundino
   “Fray Antonio de Monroy”

+ Enciclopedia de México

+ Nueva Enciclopedia Sopena

+ Rodríguez O.P. Santiago
“Dominico gloria de Querétaro”

+ Sarabia y Lezama José
“Biografía de su Ilustrísima, Fray Antonio de Monroy

+ Sigüenza y Góngora Carlos
“Glorias e Querétaro