Hoy 21 de
marzo tenemos una efeméride de oro, porque se trata de recordar en este día, la
entrega del alma a Dios Nuestro Señor, de uno de los verdaderos héroes del
pueblo católico mexicano. Fray Martín de
Valencia fue un hombre santo y por tanto héroe de la evangelización de los
paganos del centro de nuestro país.
A pedido de
Hernán Cortés al Emperador Carlos, para que se enviaran a la naciente Nueva
España, religiosos santos, que dieran con sus obras pías ejemplo a los indios
para su cristianización.
Llegaron a
la ciudad de México-Tenochtitlán doce religiosos cuyo superior era Fray Martín
de Valencia y sus otros once compañeros. Acertadamente, se les ha llamado “Las doce antorchas de la luz de Cristo”
o “Los doce Apóstoles de México”.
Eran: Fray
Francisco de Soto, Fray Martín de la Coruña, Fray Juan Suárez, Fray Antonio de
Ciudad Rodrigo, Fray Toribio Paredes de Benavente (Motolinía), Fray García de
Cisneros, Fray Luis de Fuensalida, Fray Juan de Ribas, Fray Francisco Jiménez,
lego Fray Andrés de Córdoba, lego Fray Juan de Palos. A quienes Fray Martín de
Valencia les había dicho cuando los reclutó: “Vais no alquilados por ningún precio, como otros, sino como verdaderos
hijos de tan gran Padre, buscando no vuestras propias cosas sino las que son de
Jesucristo….”
El
historiador P. Mariano Cuevas escribió de ellos “Este grupo de hombres verdaderamente espirituales serán considerados
como los padres de la Iglesia mexicana y se constituirán siempre como verdadera
gloria de la Iglesia y de España”
Fray Martín
de Valencia nació en 1474 en la villa de Valencia de Don Juan, Provincia de
León, España. Tomó el hábito en el Monasterio de Mayorga de la provincia de
Santiago desde donde se dirigió a Portugal. Luego en Belvís edificó el
Monasterio de Berrocal, con éste y otras seis casas fundó la Custodia de San
Gabriel en 1516, de la cual fue provincial
En 1523 le
fue entregado el Breve pontificio de mano del Ministro General de la Orden Fray
Francisco de los Ángeles, para pasar a la Nueva España a evangelizar a los
indios. Se embarcaron en San Lucar de Barrameda el 25 de enero de 1524.
Llegaron a Veracruz el 12 de mayo del mismo año, de ahí, siguieron a Tlaxcala y
finalmente llegaron a la ciudad de México en junio de ese año, que ya estaba en
plena construcción como ciudad española del Nuevo Mundo. A la entrada los
esperaban: Hernán Cortés y sus principales capitanes con el Señor vencido
Cuauhtémoc, y sus parientes, ya bautizados cristianos. Estos, se admiraron
mucho de la reverencia que les hizo Cortés, quien bajando del caballo, se arrodilló
para besar los hábitos raídos y polvosos de los doce religiosos descalzos. El
grupo fue alojado con grandes fiestas en el Convento de San Francisco, en esa
época, todavía en construcción.
Fray Martín
fundó, ese mismo año de su llegada, la Provincia del Santo Evangelio de la que
fue doce veces custodio de 1524 a 1530.
También bautizó al Gran cacique de Texcoco Ixtlixóchitl y a sus vasallos. En la
carta que escribió al Emperador don Carlos el 17 de noviembre de 1532 le relata
que han sido bautizados como un millón
doscientos mil nativos. En 1527 estuvo a punto de embarcarse en las naves
que Cortés enviaba al Asia en socorro de las armadas perdidas de Magallanes,
Loaisa y Elcano. Pero los problemas que suscitaba la fundación de pueblos y
doctrinas, no se lo permitieron.
Fray Martín,
fue también fundador de la segunda escuela para indios nobles. No pudo aprender
las lenguas nativas porque carecía de ese talento pero enseñaba con el ejemplo
de su vida. Fundó también el Convento de San Luis de Tlalmanalco.
Era un gran
místico. Se retiraba al campo o vivía en cuevas para alejarse frecuentemente de
mundo orando en solitario. Se cuenta que cuando elegía un árbol frondoso bajo
el cual oraba, venían parvadas de pájaros que lo acompañaban con sus trinos.
También solía encerrarse en una cueva cercana al poblado de Amecameca donde
había un ídolo a quien los chamanes adoraban. Fray Martín decidió que a base de
oraciones cristianas limpiaría la gruta de la presencia del demonio. Después de
muchos días orando, haciendo penitencia
y ayunos, salieron los espíritus malignos lanzando grandes gritos. Los neófitos entraron a ver como estaba
Fray Martín y se sorprendieron viéndolo orar elevado sobre el suelo. Eligió
esa gruta para habitarla por un tiempo.
El 21 de marzo de 1534
vivía en el Convento de Tlalmanalco, ahí
se sintió enfermo, sus fieles lo subieron a unas andas y contra su voluntad, lo
llevaban a la ciudad de México para su cura. En el pueblo de Ayotzingo lo
subieron a una barca para cruzar la laguna, pero sintiéndose fallecer pidió que
lo regresaran a la orilla, en llegando se arrodilló, muriendo en oración.
Su cadáver
fue sepultado en la capilla mayor del Convento de Tlalmanalco donde se exhibía
su cuerpo incorrupto. Los fieles tomaron unas reliquias y las llevaron en
peregrinación a la gruta donde el santo fraile oraba. Pero en 1564 Fray
Gerónimo de Mendieta visitó el convento; escribió que el cuerpo de Fray Martín
de Valencia no aparecía por ningún lado y se ignoraba su paradero.
El Obispo
dio permiso para edificar una capilla en cerro del Sacromonte: parte dentro de
la gruta y parte fuera. Dentro de la capilla se encuentra la imagen de Cristo
yacente que es sacada en peregrinación; al pequeño cerro donde está se le llama
el Sacromonte y tiene una explanada con una hermosa Cruz de piedra. Fray Martín de Valencia es por tanto, un
héroe del pueblo católico mexicano.
Luis
Ozden.
Costa
de Occidente.
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