POR MARISA VEGA MIJARES
La expedición de Cortés se inicia en octubre de 1518.
Las
instrucciones que llevaba de Diego Velásquez a la sazón gobernador de
Cuba eran: nombrar capitanes para los navíos; rescatar unos cristianos
que sabía cautivos en Yucatán; asentar en las cartas de los pilotos la
situación de los puertos y provincias donde estuvieren; requerir a los
indios para la servidumbre real; plantear la conquista pacifica; conocer
las creencias religiosas de los indios e informarlos de la religión
verdadera; rescatar oro y piedras; no dormir en la tierra y al llegar a
Santa María de las Nieves frente a Ulúa, mandar una embarcación con
relación de todo lo que se hubiere rescatado. Lo nombra justicia mayor y
capitán general de la armada. No se preveía hacer establecimiento
alguno.
Cortés escribió cinco cartas de relación. La
primera extraviada, fue escrita en la Villa Rica de la Veracruz y se le
ha remplazado con la llamada “Carta del Cabildo” fechada el 10 de julio
de 1519. Esta carta dirigida al rey, relata brevemente los principales
acontecimientos ocurridos desde su salida de Cuba a mediados de febrero
de 1519, hasta su llegada a San Juan de Ulúa y la fundación de la Villa
Rica de la Vera Cruz, pues su intención no era solo rescatar, si no
también poblar, al tiempo que se niega a regresar con lo rescatado a
Cuba para que Diego Velásquez lo goce él solo, pidiendo además que lo
destituya del cargo de gobernador. La Carta iba acompañada además con
los presentes que les había dado Moctezuma.
Diego de Coria, su paje de cámara y amanuense, al
ser entrevistado por Francisco Cervantes de Salazar para su “Crónica de
la Nueva España” casi cuarenta años después de la conquista, recordaría
que pasó en julio de 1519, noches enteras escribiendo tanto la carta
perdida (1ª.) como la “Carta del Cabildo”.
Cortés y sus
hombres desembarcaron en Chalchicueyacan, cerca de la moderna Veracruz
el jueves santo de 1519. Por consejo del piloto Antón de Alaminos se
pusieron en la nao capitana los estandartes reales. Dos canoas grandes
con indios mexicanos les hicieron saber que eran bien venidos del señor
Moctezuma. Desembarcaron al día siguiente el viernes santo de la Cruz en
unos arenales altos, e hicieron chozas con ramas y madera para Cortés,
capitanes y soldados. El sábado santo llegó gente de Moctezuma, que
trajeron hachas y adobaron las chozas de Cortés y los ranchos que más
cerca hallaron y les pusieron unas mantas grandes encima. El domingo de
resurrección por órdenes de Moctezuma, los embajadores Pinotl
(Pitalpitoque) y Tentlitl (Tendile) se presentaron en el real de los
españoles acompañados de muchos indios con presentes en joyas de oro,
ropa de algodón, pluma y comida, a lo que Cortés correspondió con
modestos presentes: cuentas torcidas, una silla de caderas con
entalladuras de taracea, unas piedras margarita, un sartal de diamantes
torcidos y una gorra carmesí con una medalla de oro de San Jorge. Y les manifestó su intención de entrevistarse con Moctezuma.
Tentlitl,
traía consigo pintores y mandó pintar al natural la cara y cuerpo de
Cortés y de todos los capitanes y soldados, a Marina, Aguilar, navíos,
velas, caballos, lebreles, tiros, pelotas y todo el ejército y se
despidió diciendo que volvería.
Pinotl se quedó mientras tanto
en el campamento de españoles en sitio aparte, proveyendo a Cortés y a
sus capitanes de comida, a la semana se presentó nuevamente Tentlitl con
más de cien indios cargados con más presentes: un disco de oro del
tamaño de una rueda de carreta, otra mayor de plata, muchas piezas de
orfebrería de oro muy fino, plumas verdes y cargas de ropa de algodón. Y
con ellos venía un mexicano que en rostro, facciones y cuerpo se
parecía a Cortés.
Volvió a quedar con ellos Pinotl aunque
la comida ya no era tan abundante y por tercera ocasión regreso
Tentlitl con más regalos: diez cargas de mantas de pluma, piedras verdes
llamadas chalchihuis y más piezas de orfebrería y con la advertencia de
Moctezuma que no podrían verlo y que no enviaran más mensajeros a
México.
Moctezuma ya tenía conocimiento de hombres
blancos y barbados que andaban en casas sobre el agua, desde las
exploraciones de Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, pero al
enterarse del desembarco, no podía comer ni dormir sino que estaba
triste y suspiraba muchas veces. Envió adivinos para que mirasen si les
podían hacer algún encantamiento o hechicería para que enfermasen y
muriesen pero ninguna cosa les aprovechó ni tuvo efecto. Mandó llamar a
todos los pintores y les rogó le dijesen si sabían alguna cosa, o si sus
antepasados les habían dejado alguna relación con pinturas o efigies
parecidas a lo que mostraban las imágenes que fueron tomadas por sus
pintores. Desde antes de que aparecieran los españoles había pronósticos
que le auguraban la pérdida de su reino: resucitó una mujer después de
cuatro días; oíanse voces de mujer que decía, ya nos perdemos ¡oh hijos,
dónde os llevaré! ; tomóse un ave que tenía un espejo en la cabeza
donde se veía el cielo y gentes armadas y a caballo; hombres de dos
cabezas; la aparición de cometas; se activó el volcán Popocatépetl;
creció el nivel de la laguna; cayó un rayo en el adoratorio de
Xiuhtecuhtli; se incendió el techo de paja del altar de Huitzilopochtli.
Y la leyenda de que su dios Quetzalcóatl volvería, y que era un dios
blanco, tal como se le presentaban los españoles.
Y qué
decir de Quintalbor, ¿quién le iba a decir a este personaje que su señor
Moctezuma lo mandaba llamar para irse en la embajada que enviaba
presentes a los españoles? ¡por ser la copia indígena del jefe de los
hombres blancos que estaban en la costa! Y en el real de los españoles
que no lo dejaban en paz, lo llamaban Cortés por su parecido, así que,
“Cortés acá y Cortés acullá....” (dicho por Bernal). En la despedida le
regalaron al doble de Cortés, dos camisas de Holanda unas cuentas
azules y otras cosillas, dice Bernal que Quintalbor adoleció en el
camino, no sabemos si enfermó o de plano se murió antes de llegar a
Tenochtitlán y no era para menos.
En las playas frente a
San Juan de Ulúa se formó un campamento. Este hecho era contrario a las
instrucciones que había dado Diego Velásquez de sólo rescatar y volverse
a Cuba, mas no poblar. En el real se formaron dos bandos: los que
dándose cuenta de la riqueza de la tierra querían poblar para obtener
privilegios y mercedes reales, que estaban del lado de Cortés y los
partidarios de Velásquez que pedían el regreso a Cuba con todo lo
rescatado. Como no todos estaban de acuerdo con quedarse, Cortés, para
guardar las apariencias, mandó pregonar el regreso a Cuba para el día
siguiente, sabiendo que su gente -que era la mayoría- lo impediría, pues
ya tenía secretamente concertado con sus amigos: Alonso Hernández
Portocarrero; los hermanos Alvarado; Cristóbal de Olid; Alonso de Ávila;
Juan de Escalante; Francisco de Lugo y Bernal, formar un ayuntamiento
para independizarse de la autoridad de Diego Velásquez y pedirlo por
capitán general y justicia mayor.
La simple voluntad de
quedarse no era suficiente; para legalizarse tenían que fundar un
ayuntamiento, de no hacerlo así, Cortés y sus hombres incurrían en el
delito de lesa majestad, eran transgresores a la autoridad establecida
por el rey como lo era Diego Velásquez. El Ayuntamiento de Villa Rica,
fundado por Cortés y sus soldados, representó la voz de la mayoría que
reasumía su soberanía y se convertía en autoridad suprema solo sujeta
por tradición al monarca.
En Castilla, el consejo
ciudadano es el origen del ayuntamiento, es la asamblea de vecinos
legalmente establecida bajo un principio de autoridad que en sus
orígenes escoge a sus representantes, elige autoridades y se rige por
sus propias leyes. Los símbolos de poder están representados en las
varas de justicia, la picota y la horca. Por tanto, en las playas de la
Vera Cruz, se juntaron en cabildo: alcaldes y oficiales nuevos, tomaron
las varas de justicia y posesión de sus oficios según se acostumbraba
en las villas y lugares de Castilla.
El nombramiento de
capitán general que le había dado Velásquez a Cortés se anulaba y es
este Ayuntamiento constituido ya en autoridad, quien lo nombra de común
acuerdo Capitán General y Justicia Mayor de ese territorio, a su cargo
quedaría la administración y defensa de la Villa; dictar ordenanzas;
impartir justicia en primera instancia y repartir tierras y solares. Es a
través de esta forma que Cortés legalizó su alzamiento.
“Y luego ordenamos de hacer y fundar e poblar una villa que se nombró
La Villa Rica de la Vera Cruz, porque desembarcamos en Viernes Santo de
la Cruz,... y rica por aquel caballero que se llegó a Cortés y le dijo
que mirase las tierras ricas, e fundada la villa hicimos alcaldes y
regidores, y fueron los primeros alcaldes Alonso Hernández Puertocarrero
y Francisco de Montejo...se puso una picota en la plaza y fuera de la
villa una horca, y señalamos por capitán para las entradas a Pedro de
Alvarado, y maestre de campo a Cristóbal de Olí, y alguacil mayor a Joan
de Escalante, y tesorero Gonzalo Mejía, y contador Alonso de Ávila, y
alférez a Fulano Corral... y alguacil del real a Ochoa, vizcaíno, y a un
Alonso Romero....después de lo cual otro día siguiente entramos en
nuestro cabildo y
ayuntamiento; y estando así juntos enviamos
llamar al dicho capitán Fernando Cortés y le pedimos en nombre de
vuestras reales altezas que nos mostrase los poderes y instrucciones que
el dicho Diego Velásquez le había dado...el cual envió por ellos y no
los mostró...y que por haber ya expirado no podía usar de justicia ni de
capitán de allí adelante”. “Pareciéndonos... que para la pacificación y
concordia de entre nosotros y para nos gobernar bien,... le proveímos
de justicia y alcalde mayor del cual recibimos juramento que en tal caso
se requiere...lo recibimos en su real nombre en nuestro ayuntamiento y
cabildo...y ansí está y estará hasta tanto vuestras majestades provean
lo que más a su servicio convenga”.
Cortés como alcalde
mayor da nombramientos de alcaldes ordinarios a Alonso Hernández
Portocarrero y Francisco de Montejo, como regidor a Bernardino Vásquez
de Tapia y como escribano a Diego de Godoy, los demás puestos quedaron
tal cual se formo el ayuntamiento. Cada cabildo español tenía poderes
judiciales y políticos no sólo en la cercanía inmediata sino por muchas
leguas a la redonda, así entre 1519 y 1520 todo México era gobernado
teóricamente desde la Vera Cruz.
Las ciudades de Castilla
mandaban dos procuradores a la Corte. Cortés decide nombrar a
Portocarrero y a Montejo como representantes ante la corona de la recién
fundada Villa. Buscaba con esto el reconocimiento de la ciudad y
negociar cédulas y mercedes reales. Que sabía más que garantizado con el
envío de los presentes de Moctezuma y de todo lo rescatado.
Mientras
Cortés fundaba su Villa, a Velásquez le llegó el nombramiento de
gobernador y adelantado de tierra firme, pero ya era tarde, los
procuradores a pesar de las trabas del obispo Fonseca encargado de los
asuntos de las Indias y favorable a Velásquez, llegaron en marzo de 1520
a Tordesillas donde Carlos se detuvo a visitar a su madre la reina loca
Doña Juana y allí recibió a los emisarios de Cortés y a principios de
abril pudo ver en Valladolid las cartas y los presentes.
Bernal
dice de Carlos V “después que vio y entendió fue tanto el contento que
mostró, y los Duques y marqueses y condes y otros caballeros que estaban
en su real corte, que en otra cosa no hablaban por algunos días sino de
Cortés y de todos nosotros”.1
Los presentes enviados por
Moctezuma fueron exhibidos para la admiración de la Corte ambulante, en
ciudades españolas y de ahí pasaron a las flamencas, donde se exhibió
en la sala del Palacio del Ayuntamiento de Bruselas. El pintor alemán
Alberto Durero viajó por estos días a Flandes y tuvo oportunidad de
admirarlos; anotando en su diario: “A lo largo de mi vida, nada he
visto que regocije tanto mi corazón como estas cosas. Entre ellas he
encontrado objetos maravillosamente artísticos, y he admirado los
sutiles ingenios de los hombres de estas tierras extrañas. Me siento
incapaz de expresar mis sentimientos”2
A fines de junio y
principios de julio de 1521, mientras Cortés ponía sitio a la ciudad de
Tenochtitlán, Diego Velásquez promovió una información contra Cortés
para remitirlas al Consejo de Indias, estas primeras acusaciones serán
la base para en 1529 formarle el juicio de residencia.
Pero
el tesoro de Moctezuma surtió su efecto, el quince de octubre de 1522
Carlos V por Real Cedula daba el nombramiento a Cortés de Gobernador y
Capitán General de la Nueva España. Velásquez enfermó y murió pocos años
después, maldiciendo el día en que se le ocurrió nombrar a Cortés
capitán general de la armada.
Estando en los
arenales de Veracruz, lejos de lugares poblados y en sitio insalubre
(vorazmente hostigados por los mosquitos conocidos como “chaquistes”,
pequeñitos capaces de atravesar la ropa, que no tenían miedo a las armas
de fuego ni a los caballos ni por supuesto comprendían lo mucho que
importunaban a los descendientes de Quetzálcóatl), Cortés envió a
Francisco de Montejo costa arriba, para buscar un puerto más seguro y
buen sitio para poblar. Montejo llegó hasta el río Pánuco pero dadas las
corrientes no pudo pasar, por lo que tornó de regreso a San Juan de
Ulúa, dando relación que a doce leguas de allí habían visto un pueblo
como fortaleza, llamado Quiahuiztlán y que cerca de aquel lugar había un
puerto que le parecía al piloto podrían estar seguros los navíos. A
este puerto le pusieron el nombre de Bernal por parecerse a otro de
España.
Ida la tercera y última embajada de Moctezuma, se
acercaron cinco indios a la playa con rostro alegre y que hablaban una
lengua diferente, los totonacas, le daban la bien venida de parte del
señor de Cempoala. Cortés los trató bien y les dio algunas cosas de
rescate y les mostró armas y caballos. Mandó ir al puerto que decía
Montejo para tener los barcos al abrigo del peñol, subiendo a los barcos
los bastimentos más pesados y él se fue caminando por tierra, pasaron
el río donde después se poblaría La Antigua en balsas y canoas y
llegaron a Cempoala siendo recibidos por 20 señores principales con
ramilletes de flores lindamente artificiados “que es costumbre antigua
entre los indios recibir con esta caricia” y le dijeron que el cacique
los esperaba en su aposento que por ser hombre grueso y pesado no salía a
recibirlos. Cempoala ubicada entre dos ríos y bautizada inicialmente
como Sevilla era un paraíso, gente alegre, variedad de frutas, pastos de
caza y mercado diario. Las paredes de las casas recién encaladas le
parecieron a un soldado de los corredores de a caballo que eran de plata
y volvió a galope a contar la nueva, pero luego se entendió el equívoco
y “fue muy reída la broma”.
Torquemada amonesta
diciendo: “y bien pienso que con la imaginación que llevaban y buenos
deseos de dineros todo se les antojaba plata y oro, no siéndolo todo lo
que reluce, como dice el proverbio; y esto es así, que a cada uno se le
antojan las cosas de aquel color engañoso que se las representa la
propia pasión, y esta fue la causa por la que la naturaleza como tan
diestra y discreta en sus operaciones ordenó que las niñas de los ojos,
que son las que hacen la vista, no
tuviesen color ninguno en sí mismas, porque a tener alguno le parecieran de aquel todas las cosas que vieran”
En
Cempoala los alojaron por quince días, al día siguiente de ser
recibidos fueron a pláticas con el cacique que se puso a llorar porque
su pueblo estaba sujeto a Moctezuma que les exigía tributos. Cortés
ofreció ayuda y se despidió tomando rumbo al puerto de Bernal donde
habían anclado las naves. De camino pasaron al poblado de Quiahuiztlán
ubicada en un cerro alto, también tributarios de Moctezuma, encontraron
en el sitio solo 15 hombres que el cacique los había dejado para recibir
a los españoles. Al día siguiente estando con Cortés los principales de
Quiahuiztlán llegó el señor de Cempoala sobre hombros de muchos indios
y volvió a llorar su desgracia. Estando en pláticas los caciques y
Cortés les llegaron a avisar, que estaban los recaudadores de tributos
de Moctezuma cosa que les causó tanto miedo que dejaron a Cortés solo,
para salir corriendo a recibirlos y estos los amonestaron por aposentar a
los españoles y les pidieron para resarcir el agravio 20 prisioneros.
Como dice Fernando Benítez estos emisarios eran diferentes a los amables
embajadores que conocieron en Veracruz, su poder era enorme, Moctezuma
no necesitaba de un ejército para hacerse sentir en sus territorios,
cinco hombres le bastaban para que el cacique gordo saliera corriendo
servilmente a recibirlos.
Cortés al enterarse ordenó se
pusiera bajo prisión a los embajadores y a palos los aprehendieron y
ataron. A uno, más bravo que los demás, que no se dejaba, más palos le
tocaron. Los totonacas ya estaban avalentonados con el apoyo de sus
nuevos aliados, querían sacrificarlos. En la noche Cortés soltó
secretamente a dos de ellos, diciéndoles que el no sabía que los habían
aprendido y que fueran con su señor Moctezuma a decirle que eran sus
amigos y servidores. A la mañana Cortés echo la culpa a los cempoaltecas
de haberlos dejado escapar, los cempoaltecas no sabían qué hacer y
pensaron decirle a Moctezuma que los españoles los obligaron a
apresarlos, y los tres prisioneros restantes que fueron llevados a los
barcos, le dijeron a Cortes que desconfiara de los cempoaltecas que
siempre le habían dado problemas a su señor. Todos se echaban la culpa y
Cortés sacaba el mejor provecho.
El ayuntamiento ya
estaba fundado en papel, es decir jurídicamente, más de no de hecho así
que decide bajar a fundar de facto su villa frente al puerto de Bernal.
Bernal:
“y acordamos de fundar La Villa Rica de la Vera Cruz en unos llanos a
media legua del pueblo que se dice Quiahuiztlán y trazada iglesia y
plaza y atarazanas, y todas las cosas que convenían para ser villa, e
hicimos una fortaleza y desde los cimientos, y en acabarla de tener alta
para enmaderar y hechas troneras y cubos y barbacanas, dimos tanta
prisa, que desde Cortés que comenzó el primero a sacar tierra a cuestas y
piedras para ahondar los cimientos, como todos los capitanes y
soldados, a la continúa, entendíamos de ello, y trabajábamos por
acabarla de presto, los unos en los cimientos, y otros en hacer las
tapias, y otros en acarrear agua, y en las caleras, en hacer ladrillos y
tejas, y en buscar comida; otros en la madera, los herreros en la
clavazón, porque teníamos dos herreros, y de esta manera
trabajamos en ello a la continua desde el mayor hasta el menor, y los
indios que nos ayudaban, de manera que ya estaba hecha la iglesia y
casas y casi la fortaleza”3
En la construcción de la
Villa ayudaron los indios de Quiahuiztlán y los de Cempoala, los cuales
cortaron ramas, madera y trajeron piedras para hacer las casas.
Fray
Juan de Torquemada añade a los datos que nos da Bernal, el trazo de un
contrafuerte o castillo, todo de tapia para lo que pudiera ofrecerse en
el discurso de la guerra y para poder recibir socorros. Y la
construcción de la casa de regimiento, casa de munición y el reparto de
solares.
El instituto de antropología de la Universidad
Veracruzana en 1951, inició la exploración de las ruinas a cargo del
maestro Alfonso Medellín Zenil, esta exploración quedo centrada en la
fortaleza, con cimientos y bajos muros de piedra, continuados con
madera. Eran cuatro crujías delimitando un gran patio, con cuatro
torreones uno en cada esquina, formando aspas. Seguramente el trazo de
esta primera villa fue reticular y partían de la plaza central los
edificios importantes.
En la villa quedó como alguacil
mayor Juan de Escalante, él debía terminar las construcciones, guardar
el puerto y mantener la paz, disponía para esto de sus aliados los
totonacas y sesenta soldados viejos y dolientes que no podían acudir en
guerra. Mientras Cortés llegaba a Tenochtitlán, los totonacas le
pedirían ayuda a Escalante porque Moctezuma exigía el tributo de la zona
de Nautla y ellos se negaban a darlo. Escalante penetró en Nautla
ganando la batalla contra los aliados de los aztecas pero fue mal herido
y murió a los tres días de haber vuelto a Villa Rica. Cortés ya en
Tenochtitlán pidió a Moctezuma se castigara esto y nombró como nuevo
alguacil mayor a Alonso de Grado, que se dedicaba a demandar oro e
indias bonitas y manifestaba sus intenciones de hacerse de la tierra con
Diego Velásquez. Al enterarse de estas quejas Cortés mandará a la Villa
a su mejor capitán, Gonzalo de Sandoval, con cargo de teniente de
alcalde mayor y alguacil. Sandoval aprendió a Alonso de Grado y lo
remitió preso a Tenochtitlán, se congració con los totonacas e incluso
comenzó a enmaderar la fortaleza y a techarla y remitió a Cortés dos
herreros con hierro de los navíos, cadenas, velas, jarcia, estopa, pez y
una aguja magnética para los bergantines con los cuales reconocer los
lagos de México.
En 1525 la Villa Rica se pasó a un lugar
más meridional, ocho leguas al sur, a la vera del río de Las Canoas,
conocido actualmente como La Antigua y que Motolinia se empeño en
llamarla Villa de Vera Cruz de San Francisco, aunque nunca se le
conoció de este modo. El mismo Motolinia como guardián del convento de
Texcoco y juez comisario pronunció sentencia contra Rodrigo Rengel el 3
de septiembre de 1527 por el pecado de blasfemia que a la iglesia de
Villa Rica se dieran diez marcos de plata para la compra de una cruz y
un cáliz.
El traslado de la Villa a la Antigua, fue de
carácter práctico ya que tenía la comodidad que las barcas cargadas con
mercancías entraban directamente por el río al poblado y se descargaban
en las casas del pueblo. Y por otro lado que quedaba más cerca del
puerto de San Juan de Ulúa. En el siglo XVI la carga continuaba en
barcas desde el puerto de la actual Veracruz hasta La Antigua. Mientras
que los pasajeros desembarcaban en San Juan de Ulúa y de ahí pasaban a
la Villa de Medellín junto al río Jamapa, sin pasar por la Antigua, que
era un camino más directo por tierra hacia la capital de la Nueva
España.
La zona de La Antigua fue encomienda de Cortés
hasta que pasó a la corona bajo la Primera Audiencia, con una modesta
iglesia parroquial, un convento de franciscanos donde se fundó la
hermandad de la Santa Cruz, una casa de jesuitas y una vicaría de
dominicos, además de un hospital para atender a los enfermos que
llegaban en los navíos. A cargo del cabildo estaba la obligación de
mantener vigías para el aviso de barcos piratas.
Pasó a
ser parte en el último tercio del siglo XVI del obispado de Tlaxcala.
San Juan de Ulúa quedó como único puerto de entrada de navíos en la
costa oriental de la Nueva España. La campana de San Juan de Ulúa
anunciaba a los vecinos la llegada de las flotas anuales que mantenían
la comunicación con España, trayendo artículos europeos: vinos, aceite,
mercurio, fierro, ropas, telas finas, papel y libros y regresando con
plata, cochinilla, índigo, algodón, pieles y madera de la Nueva España y
marfiles, seda y porcelana de Asia. Tuvo hospital para atender a los
enfermos de las naves que llegaban a México y un cura vicario para
atender a los esclavos y a los indios. La construcción de la fortaleza
de San Juan de Ulúa se inició desde el gobierno del virrey Antonio de
Mendoza, con muchas modificaciones en años posteriores y aumentada con
construcciones adicionales en tierra firme frente a la isla. Ulúa fue
también la base de la armada de Barlovento.
En 1599-1600
el virrey don Gaspar de Acevedo y Zúñiga Conde de Monterrey, ordenó el
traslado de los habitantes de La Antigua a la Nueva Veracruz, en la
costa frente a San Juan de Ulúa. Por cédula de Valladolid de 19 de junio
1615 se confirmó la traslación y se aprobó el título de Ciudad y
Capitanía General de Provincia, concediéndole honores militares al
Cabildo cuando salía en cuerpo, que consistían en armas al hombro y
marcha batiente, y que eran rendidos por los cuerpos de guarnición de la
plaza y del islote de San Juan de Ulúa.
El virrey Luis
de Velasco el hijo, determino en 1608 la jurisdicción de cinco leguas
de contorno medidas y amojonadas con cuerda de cáñamo de cincuenta varas
que incluyó a la Villa de Medellín. Jerónimo Farfán maestro mayor de
las obras de San Juan de Ulúa trazó la nueva ciudad.
Esta
Nueva Veracruz fue conocida como la Ciudad de las Tablas porque la
mayoría de sus construcciones eran de madera y muy pocas de material.
Desde 1601 se trasladó el convento de franciscanos que estaba en La
Antigua con su cofradía de la Santa Cruz. En 1615 se levantó la
Casa de Cabildo. La iglesia parroquial por 1622 era pobre y toda de
tablas y no tenía sacristía, ni sagrario, ni capilla para la pila
bautismal y cuando andaban los aires del norte, es decir la mitad del
año, se llenaba de arena. Así que provisionalmente se usó el templo de
los frailes mercedarios terminado de construir en 1650, que sirvió de
templo parroquial por algún tiempo. También se establecieron conventos
de jesuitas y dominicos y un hospital a cargo de los hipólitos que
recorrían los caminos de Veracruz con sus recuas de mulas en busca de
enfermos y desvalidos.
Una manzana la ocupaba el Santo
Oficio de la Inquisición que se encargaba de vigilar la entrada de
pasajeros y hacer la visita a las flotas en demanda de libros
prohibidos, como eran los de romances que trataban de materias
fabulosas. Bajada la mercancía de las flotas en la plaza de la ciudad
se amontonaban cajas, barriles, pipas, cofres y arcones que las recuas
de mulas trasladaban a México. Entre los que conducían recuas por esta
época estaba un personaje singular: Alonso Díaz Ramírez de Guzmán o lo
que es lo mismo Doña Catalina de Erauzo, monja, criada, comerciante,
tahúr, pendenciera, soldado y arriera, hablamos de la Monja Alférez.
En
1649 una flota que fondeó en el puerto trajo consigo el vómito negro,
la peste cundió cobrando cientos de vidas, la ciudad encargó a San
Sebastián el auxilio divino y lo nombró patrono de la ciudad de
Veracruz Nueva. Para agradecer el cese de la epidemia y honrar a su
nuevo patrono el cabildo construyó una capilla fuera del trazo de la
ciudad, donde anualmente acudían autoridades civiles y eclesiásticas,
cofradías, ordenes regulares, milicias de guarnición y clero secular,
para saludarlo con descargas cerradas y honores de Capitán General y se
le conducía a la parroquia para festejarlo.
En 1629,
Felipe IV ordena la creación de la Armada de Barlovento para impedir la
entrada de corsarios y defender las costas. Los piratas guarnecidos en
la isla de Jamaica acechaban constantemente las costas y atacaban
Alvarado, Tlacotalpan, Tuxpan, Campeche y Yucatán. Hasta llegaron a
cobrar tributo de guerra para no atacar ciudades y villas.
En
1683 gobernando Manuel Manrique de la Cerda, fue atacada por sorpresa
la ciudad de Veracruz por los corsarios al mando del holandés Laurent
Graff y por Lorencillo, indígena de Jalpa que se unió a los piratas,
quienes destruyeron con hachas.: casas, bodegas, iglesias y conventos.
Todos los habitantes de la nueva Veracruz: clérigos, mujeres, niños,
jóvenes, viejos y esclavos, fueron obligados a juntarse en el templo.
La ciudad fue saqueada y amenazaron con quemarlos vivos. Tomaron rehenes
y se los llevaron a la Isla de los Sacrificios, pidiendo un rescate que
finalmente fue entregado, la ciudad quedó en la ruina. Este asalto, dio
impulso al fin, de construir un sistema para fortificar la ciudad,
amurallándola, ya que lo que existía antes eran unas incipientes
fortificaciones.
Estando próximo a cumplirse el 490
aniversario de la fundación del primer ayuntamiento continental de la
Nueva España, el próximo mes de abril, sirva ésta semblanza de lo
acaecido en los siglos XVI y XVII, como un modesto homenaje a los
fundadores y pobladores de la ciudad de Veracruz.
EDITÓ: LUIS OZDEN
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