PALACIO DE HERNÁN CORTÉS
FACHADA
AL ESTE
Hernán Cortés
comenzó a construir su Palacio en 1529, al mismo tiempo que los Padres
Franciscanos edificaban su Convento y la primitiva capilla. Precisamente lo
edificó a un lado del templete piramidal, donde sin duda se practicaba el culto
pagano de la sangrienta religión que privaba en todo el territorio dominado por
la etnia acolhúa.
El antiguo poblado
se asienta al norte del extenso valle que cierra el eje volcánico que rodea la
ciudad de México y que ahí, baja abruptamente mil metros. El clima fresco de
los 2300 metros sobre el nivel del mar de la capital mexicana, pasa en el valle
de Cuernavaca a los 1300 en solamente 40 minutos de viaje en automóvil.
Este valle está
regado por numerosos riachuelos que bajan de la sierra del monte Ajusco a 3700
metros de altitud donde existen frondosos bosques de coníferas, que en invierno
se visten nieve. Desde sus enormes balcones naturales se puede contemplar el esplendoroso panorama del valle con la ciudad
de Cuernavaca cuya temperatura primaveral priva durante casi todo el año. En los valles aledaños todavía existen
numerosos manantiales de aguas minerales salutíferas. Cerca de esta ciudad
existió el primer hospital naturista de todo el continente americano, en el
siglo XVI, adonde acudían personas dolientes de todas partes, hasta del Perú.
Desde los tiempos
de los grandes Cacíques acolúhas este valle era visitado por los gobernantes de
la ciudad de Méshico-Tenochtitlan como lugar de veraneo.
Hernán Cortés
conquistó este señorío antes que la ciudad de Moctezuma y su gusto por la buena
vida le hizo volver ahí, para fincar su Palacio en este paraíso natural tan
cercano a la capital de Virreinato.
Cuernavaca,
derivación castellana del topónimo meshica Cuauhnáhuac quedó incluida en su
enorme Marquesado, uno de los dos señoríos novohispanos que otorgó la Corona
Española.
El proyecto es de estilo renacentista adaptado
a la geografía y clima subtropical del valle de Cuauhnáhuac, señorío meshica
que perteneció a la familia del gran cacique Moctezuma II. Hernán Cortés había quedado impresionado por
el Palacio del Virrey don Diego Colón en Santo Domingo, así que cuando puso
manos a la obra de su propio Palacio en Cuernavaca, pidió a los constructores que
se basaran en el Palacio de don Diego Colón, que siendo virrey mandó construir
en la ciudad de Santo Domingo de la Isla Española en el Caribe. No es remoto
que haya sido don Hernán quien haya dibujado algunos bocetos, porque “era también
jumétrico”.
FACHADA AL OESTE
Cortés murió el 2
de diciembre de 1547, en Castilleja de la Cuesta, población cercana a Sevilla, cuando
ya tenía determinado regresar a su Palacio de Cuernavaca. El Palacio siguió habitado
por su viuda la Marquesa doña Juana de Zúñiga hasta principios de la década de
1560, mientras se terminaban los pleitos familiares que siguieron al
Testamento.
La Marquesa se
embarcó para Sevilla con sus dos hijas menores Catalina y Juana en esa década y
su hijo, el segundo Marqués, don Martín llegó a Nueva España con su familia,
visitó varias veces el Palacio entre 1563 y 1565. Pero fue obligado a regresar
a España en 1566, por haber sido sospechoso de participar en la Conjuración de los criollos.
El Palacio de
Cuernavaca quedó entonces bajo la custodia del Lic. Altamirano, primo de Cortés
y encargado de los asuntos del Marquesado. Desde esa fecha ningún heredero de
Cortés vivió en el Palacio hasta la llegada del cuarto Marqués don Pedro Cortés,
nieto del Conquistador en la década de 1620. Don Pedro Cortés murió en 1629 y
fue enterrado junto a su ilustre abuelo en la Iglesia del Convento de San
Francisco.
A lo largo de los
siglos del Virreinato y del México independiente hasta la década de 1930, fueron
varios de los descendientes italianos de Hernán Cortés que visitaron el antiguo
Palacio de Cuernavaca, pero ya nadie vivió en él desde el siglo XIX cuando pasó
a ser el Palacio de Gobierno del Estado de Morelos.
FACHADA
PRINCIPAL
TESTAMENTO
DE HERNÁN CORTÉS
Primera cláusula:
“Primeramente mando, que si muriese en
estos reinos de España, mi cuerpo sea puesto e depositado en la iglesia de la
parroquia donde estuviere la casa donde yo falleciere, e que allí esté en
depósito e hasta que sea tiempo e a mi sucesor le parezca de llevar mis huesos a la Nueva España, lo
que le encargo e mando que ansí haga dentro de diez años e antes si fuere posible e que los lleven a la mi villa de Coyoacán, y
allí le den tierra en el monasterio de monjas que mando hacer e edificar en la
dicha mi villa…y…..constituyo por mi enterramiento y de mis sucesores”.
Por lo anterior
hemos visto que la primera preocupación, aparte de estar bien con Dios, era que
sus restos descansaran en la tierra de su Conquista, en el país que robó su
corazón y que con tan grande empeño lo había liberado del paganismo y tan
sabiamente lo había gobernado emitiendo directivas que duraron por muchos años.
Los restos de
Hernán Cortés no pudieron quedar en Coyoacán como había sido su deseo.
Actualmente permanecen, tras diez
consecutivos traslados, en la
Iglesia aneja al Hospital de Jesús Nazareno, del Centro Histórico de la ciudad
de México. Una simple placa de bronce consigna:
HERNÁN
CORTÉS, 1485-1547.
LUIS OZDEN
BIBLIOGRAFÍA
Apuntes Propios. Luis G. Pérez de León 1998.
Diccionario Porrúa S.A. México 1994.
“HERNÁN CORTÉS”. José Luis Martínez. México, 1990
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