martes, 28 de julio de 2015

EL ACUEDUCTO MÁS LARGO DEL MUNDO

EL ACUEDUCTO MÁS LARGO DEL MUNDO 







Corría el año de 1540, a la Nueva España del Mar Océano, llegaba otro de los numerosos grupos de Frailes franciscanos, que desde los primeros “Doce Apóstoles” de 1524, se iban agregando a la maravillosa empresa de convertir al cristianismo a los indios paganos que poblaban, en numerosas tribus, los enormes territorios descubiertos y conquistados por los hombres y mujeres de la España cristiana. Escasamente habían pasado 19 años desde que Hernán Cortés y sus valientes soldados y aliados indios, habían tomado prisionero al gran Tlatoani de los mexicas, acabando con ello la cruel y sangrienta dominación, que desde hacía siglos, se hallaban sometidos los pueblos mesoamericanos.
Conquistar tierras y súbditos para el Rey y salvar almas para Jesucristo, eran los propósitos principales de los españoles hidalgos del siglo XVI. Mientras que los entrados en religión arribaban descalzos, con el corazón inflamado de amor por los desvalidos paganos que vivían en la oscuridad espiritual, sin conocer y adorar al verdadero Dios.
Entre el grupo de Frailes franciscanos del mencionado año de 1540, venía Fray Francisco de Tembleque, natural del pueblo del mismo nombre en la provincia de Toledo del reino de Castilla. Fray Francisco de Tembleque era pequeño de cuerpo, pero fuerte y recio.
Se acompañaba de otro fraile de mediana edad como él; Fray Juan de Romanones. Juntos se alojaron en el monasterio de la Orden franciscana de la ciudad de México.
Durante los tres años de su estancia en la capital del naciente Virreinato de la Nueva España, aprendió la lengua mexica para poder evangelizar a la numerosa población de neófitos. Por lo que en 1543 fue destinado al pequeño convento del pueblo de Otumba situado no muy lejos al norte de la capital del Virreinato.
El padre De Tembleque, ya en el convento de Otumba, recorría las moradas de los indios enseñando la doctrina cristiana, bautizando y celebrando la Santa Misa. Su inteligencia era desarrollada y su caridad por los indios era muy ardiente.
Después de una epidemia que causó gran mortandad de los nativos, se apercibió que la causa de ello, era el mal estado del agua que bebían, porque los aguajes producidos por la lluvia estaban contaminados por el ganado que ahí saciaba su sed.
Entonces determinó traerles el agua directamente de los manantiales. Pero éstos se hallaban bastante lejos y detrás de unas lomas y barrancos. La única forma de llevar el agua corriente era construir un “caño” como se llamaba en esa época a los acueductos. Por lo que se encaminó al convento Mayor de la capital para proponer su idea a su Superior. Éste, después de escuchar las razones y los proyectos del Padre Francisco de Tembleque junto a sus hermanos en religión  trataron de desanimarlo, por ser imposible reunir el dinero y los escuadrones de obreros que necesitaría.
Sin embargo, se enviaron observadores para medir la distancia y los obstáculos del terreno entre el poblado de Otumba y el poblado de Zempoala donde estaban los manantiales. Por medio de las mediciones, encontraron  que las fuentes de agua estaban a menor altura que el lugar adonde llegaría. Y además, la distancia era de más de 15 leguas, unos 45 kilómetros nada menos.
Hasta el mismo Virrey don Antonio de Mendoza  declaró impracticable el proyecto pero Fray Francisco no se desanimó por la incredulidad y obstáculos de quienes se enteraron de sus planes.
El Padre Tembleque, como lo llamaban, conocía bien el terreno,  su brillante inteligencia le determinaba la viabilidad del “caño”,  y a pesar de no ser “jumétrico” ni haber estudiado hidráulica  su Fe en Dios a toda prueba, lo impulsaba a organizar la obra. Con ingenio, ánimo y perseverancia(1) 
El Padre fray Francisco era un hombre santo; era taumaturgo, es decir; veía el futuro y aprendía las cosas más difíciles por simple deducción y, entre otros dones,  también se comunicaba con los animales. Su compañero en la ermita que construyó junto a la obra del acueducto, era un enorme gato-pardo-montés quien por las noches solía cazar, regresando por las mañanas  con un conejo o algunas codornices para el almuerzo. Esta historia está bien documentada, porque el Santo Oficio de la Inquisición mandó un inspector y un escribano para que dieran cuenta del prodigio. Se relata que en la ocasión de la visita de los inspectores, el gato-montés, por orden de su amo, salió varas veces a cazar trayendo animalejos para los huéspedes.
En otra ocasión, cayó un rayo en la ermita incendiándola, pero el monje constructor no sufrió más que una herida en un ojo.
A medida que avanzaba la obra del Acueducto se iba incrementando su fama, ya eran legiones de caritativos vecinos que ofrecían ayuda material  con sus fuerzas físicas y espirituales con sus oraciones. También desde la ciudad de México se organizaban excursiones, entre los curiosos, llegó Fray Gerónimo de Mendieta quien relató lo siguiente:
 “Francisco de Tembleque natural de pueblo de Tembleque vino del Reyno de Castilla  junto con Fray Juan de Romanones, cuyo indiviso compañero fue casi todo el tiempo en que estuvieron en esta Nueva España. Aprendió la lengua mexicana para confesar a los indios, y aunque no se dispuso a predicar en ella con el aparato acostumbrado, leía por el libro a los indios la doctrina como sermón que le parecía conveniente, porque leía expeditamente esa lengua”.
“En el convento de Otumba, como viese que toda aquella Provincia careciese de agua y que la de las balsas de agua llovediza con que se sustentaban los indios se la encenagaban los dueños de los ganados y bestias, de suerte que bebían cieno y lodo en lugar de agua, de que iban enfermando y muriendo mucha gente. Condoliéndose de tan extrema necesidad de los pobres, puso manos a la obra”

“Determinado de acontecer una hazaña que grandes y poderosos Reyes apenas se atrevieran a salir con ella. Ni él pudiera disponerse a semejante obra, sino fuere con inspiración y particular auxilio de la gracia divina”
“Y fue traer agua corriente de nueve o diez leguas de allí, sacándola de muy pequeños manantiales, y de parte al parecer de otros, mucho más baja que adonde había de correr, y metida entre cerros y barrancas”
“De cuya empresa se puede ponderar tres cosas notables:
La primera, su admirable ingenio e industria conque hizo la obra segura y perfecta sin haber aprendido en su vida aquel oficio.
La segunda: su extremado ánimo conque emprendió lo que grandes señores con buenos maestros dificultan de emprender, más todo lo suple la caridad”
La tercera: su increíble perseverancia conque pasó adelante los diez y seis años o más en esta obra teniendo muchas contradicciones para ella”
Además, Fray Gerónimo de Mendieta relata que él mismo con sus propios ojos vio al gato montés cuando pernoctó en la ermita.



A lo largo de los siglos, desde la época virreinal, la fama del acueducto y de su constructor era tal, que llegaba gente de Europa para admirar y medir el acueducto.




Pequeña placa conmemorativa, colocada por manos particulares, porque los gobiernos mexicanos, nunca han querido reconocer la importancia que merece esta obra, patrimonio mundial de la Evangelización española en el Nuevo Mundo.



Uno de los arcos para salvar los arroyos; al fondo, la escala humana.


LA VILLA DE OTUMBA
Tanto la población de Otumba, donde termina el acueducto del Padre Tembleque, como la de Zempoala, donde comienza el mismo, participan de la fama internacional que el acueducto más largo del mundo le da a nuestro país.
Sin embargo por razones ideológicas del indigenismo, que  impera desde hace casi doscientos años en la clase  gobernante mexicana de corte liberal, no se le ha dado el relieve que merece; especialmente a su constructor el padre Francisco de Tembleque, quien por gracia del Espíritu Santo pudo proyectarlo y construirlo ayudado por la Orden franciscana, primera evangelizadora de los nativos paganos; y por las cofradías de indios cristianos que por ser precisamente eso, cristianamente dirigidos emplearon su mano de obra  como maestros albañiles de primera categoría.
La villa de Otumba entra en la fama de la naciente Nueva España a causa de la Batalla que libró Hernán Cortés, con escasos y dolientes compañeros españoles, auxiliados por los aliados indios, especialmente tlaxcaltecas, antiguos esclavos del poder central mexica.
En las cercanías de esta población se ha levantado varias veces, un monumento conmemorativo a esta decisiva batalla, guiada y sostenida  por la Divina Providencia. Pero los enemigos del pueblo católico mexicano, los traidores indigenistas, los masones de pensamiento liberal enquistados en el gobierno, han destruido cualquier referencia a esa batalla.
Para visitar el famoso acueducto, el más largo del mundo, hay que llegar a la villa de Otumba y preguntar a los vecinos por el camino. Ya que por las razones expuestas, no se han colocado indicaciones necesarias para el turismo. A ciertos gobernantes mexicanos masones les molesta toda referencia al Virreinato y sus obras cristianas construidas por los pueblos indígenas recién cristianizados.

NOTA:
Últimamente, apenas unos días antes de terminar este texto, me ha llegado la noticia de que los responsables del Patrimonio Nacional, están por declarar al Magno Acueducto de siglo XVI, como “Obra patrimonial de México”. Si esto se realiza, entonces por fin, comienza a llegar al gobierno, gente consciente de la Historia de esta Nación:              Luis Ozden







Interior de la Parroquia de Otumba


Hacia fines del siglo XVIII se asentó en Otumba una rama de la familia del conquistador don Gonzalo Carrasco; célebre por su valentía y bravura.
El rasgo distintivo de esta familia ha sido, hasta la fecha: siglo XXI, la costumbre de que en cada generación deba bautizarse a uno de sus miembros varones con el nombre de su ancestro Gonzalo Carrasco, conservando el escudo de Armas que recibió de la reina Doña Juana y de su hijo don Carlos V,  por un hecho heroico digno de ser contado:
Gonzalo Carrasco, de los primeros conquistadores que vinieron con Hernán Cortés, fue compadre suyo, Cortés le asignó un lote de terreno en la traza de la nueva  Puebla de los Ángeles. Años después acompañó a Pedro de Alvarado en casi todas las conquistas al sureste de Nueva España.  En una ocasión, cuando los exploradores atravesaban una ciénega, un lagarto atacó a Carrasco, pero éste valientemente luchó contra el animal, matándolo con su cuchillo. Este inaudito hecho le valió el Escudo de Armas: “Escudo terciado, por una banda de sinople el cual atraviesa un león de su color en campo de plata. Orla con ocho estrellas de oro de ocho puntas cada una. Timbrado con un yelmo cerrado, como divisa un brazo armado”  Así eran nuestros antepasados españoles del siglo XVI…….
En la larga información del árbol genealógico de su familia, aparece el nombre de Gonzalo Carrasco vecino y fundador con otros conquistadores de la ciudad de Puebla de los Ángeles. El actual Gonzalo Carrasco (1998), jefe de la familia, tiene diez hijos e innumerables nietos. Su hijo mayor y el hijo de éste, se llaman también Gonzalo Carrasco.

Entre los visitantes ilustres estuvo en 1866 el Emperador de México, Maximiliano de Habsburgo.



Patio trasero de la casona que habita la familia Carrasco en Ozumba.
Vista del coche que usó el Emperador Maximiliano en su visita al Acueducto.


Otro Gonzalo Carrasco, descendiente del conquistador que nació en Otumba en 1859,  fue sacerdote jesuita, ordenado en España, a su regresó a México fue superior, maestro de novicios, predicador notable y director espiritual en Saltillo, México y Puebla donde murió en 1936. Su fama le viene por haber sido un eminente pintor muralista académico.
Sus obras existen en la parroquia de la villa de Otumba, Estado de México y en el Templo de la Sagrada Familia, colonia Roma de la ciudad de México.






“El descendimiento de la Cruz”
Pintura de gran formato del Padre Gonzalo Carrasco, expuesta en la Parroquia de Otumba, Estado de México.
NOTA (1):
La Magna Obra del acueducto más largo del mundo, fue comenzada en 1545 y terminada después de diez y seis y medio años en 1562.  Su extensión es de 160 mil pies de largo, unos 45 kilómetros. Está compuesto de tres tramos: El primero de 46 arcos, el segundo de 13 arcos, y el tercero de 67 arcos, siendo el arco de mayor altura de 128 pies y de luz 70 pies, más de 30 metros. Salva tres barrancones y varias lomas.
En el año de 1562 corrió por fin exitosamente, el agua cristalina directa de los manantiales de la villa de Zempoala, con el regocijo de los vecinos que pudieron tomarla de cinco compuertas repartidas a lo largo del acueducto.
Fray Francisco de Tembleque, terminado su trabajo, regresó  humildemente al Convento de la Puebla de los Ángeles donde por un tiempo, fue su Guardián y Definidor de la Provincia del Santo Evangelio. Murió en ese Convento en 1580 ya muy anciano y ciego. Se cuenta que su muerte fue  propiciada por el atentado que sufrió de parte de un lego, quien se ahorcó como Judas después del perdón de Fray Francisco.   
LUIS OZDEN
Julio del 2015




BIBLIOGRAFÍA:
Fray Gerónimo de Mendieta. “Historia Eclesiástica Indiana”, Ed. 1ª vez por Joaquín García Icazbalceta, 1870.
Luis G. Pérez de León, “Arquitectura novohispana del Siglo XVI”. Apuntes.
Xavier Gómez Robleda, México 1959. Datos tomados del libro: “Gonzalo Carrasco, el pintor Apóstol” 




1 comentario:

  1. Buenos días, el último de los Gonzalo que ha mencionado, solo tuvo siete hijos, siendo el menor yo Viente Carrasco Gutiérrez de Lara, hago la aclaración pues estoy seguro de mis antecedentes familiares, reciba un cordial abrazo y mi reconocimiento por su escrito.

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